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lunes 13-05-2024

Lazos de sangre: la donación en medio de la pandemia

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El valioso trabajo del equipo del Instituto de Hemoterapia en La Plata y la particular experiencia de quien escribe esta nota. Una historia personal y otra colectiva, coronavirus mediante. Cuando la posibilidad de salvar vidas está, literalmente, al alcance de nuestras manos

Por Walter Amori

Cuando el pasado 20 de marzo se estableció el aislamiento social obligatorio, y la cuarentena comenzó a extenderse en el tiempo, en más de una oportunidad imaginé cual sería mi primer escapada cuando las restricciones se levantaran. Nunca dudé que la vuelta a mi Ramallo natal sería el primer destino. Reencontrarme con mis padres, que ellos puedan disfrutar a su nieta y que no falten el asado y las risas con los amigos formaban parte de ese plan ideal.

Lo que nunca imaginé es lo que finalmente terminó ocurriendo: la primera vez que crucé los límites de la ciudad de La Plata fue hacia la Capital Federal en plan de una donación de sangre.

Todo comenzó hace algunos días atrás cuando llegó un mensaje de Ezequiel, ex compañero, primero de las canchas y luego de los medios de comunicación. Ezequiel había llegado a La Plata desde Bahía Blanca, pero ahora se encontraba a 1200 kilómetros de distancia, su vida había encontrado continuidad en la ciudad de Neuquén. “Hola amigxs!! Les escribo para pedirles un gran favor”, se podía leer en el inicio el texto.

Allí contaba que Hugo, la pareja de su mamá, había sido diagnosticado en diciembre pasado con un Linfoma no hodking de células B y que luego de un año de quimioterapia en medio de la pandemia estaba en condiciones de realizarse un trasplante en Capital Federal. “Es muy esperanzador, pero necesita de muchos donantes”, alertaba el mensaje.

Esa necesidad fue lo que movilizó a Ezequiel y a sus dos hermanas, a ponerse en campaña para conseguir donantes a través de las personas con las que había conseguido cosechar fuertes vínculos tanto en la capital provincial como en la ciudad de Buenos Aires. Y en esa cruzada se implicó este cronista.

“Entendemos que las condiciones sanitarias son de lo peor y que es un plan chino viajar a CABA y a un hospital, pero nos vemos en la necesidad de hacer este pedido de ayuda”, decía en otro de los fragmentos el mensaje.

Pese a que en un principio parecía toda una odisea, uno días después de leer ese mensaje me encontraba rumbo al Hospital Británico, un nosocomio que el año pasado celebró su 175° aniversario, que atiende cerca de 1 millón de pacientes por año y, según señala su página web, “mira el futuro y proyecta con firmeza sus próximos 175 años”.

El ingreso al lugar implicó una fila con distanciamiento, control de la temperatura, cintita verde y un barbijo que desde el hospital se encargaron de entregar a cada una de las personas que llegaba. Las medidas contra el Covid se aplicaban de manera estricta en cada uno de los rincones del enorme edificio.

Luego de haber completado una planilla con mis datos y las preguntas de rigor (que junto a una breve entrevista médica permiten asegurar que sea un donante seguro), miro a mi alrededor el tránsito de médicos, enfermeros, asistentes, trabajadores de limpieza, y administrativos. Es incesante y enérgico.

Pienso en la fortaleza de toda la gente que a diario trabaja allí. Y que frente a mi pueden estar pasando varios de los héroes anónimos que debieron ponerse en la primera línea de batalla ante el coronavirus. También se me hace inevitable pensar en las posibles ausencias.

Me encuentro con la mamá de Ezequiel, apenada porque una hepatitis contraída hace muchos años atrás la imposibilitaba de ser donante. Había estado unos minutos antes dialogando con una joven médica que intervendría en el tratamiento de Hugo. “Ella y toda su familia tuvieron coronavirus”, me cuenta. Esa infidencia me confirma que esos héroes anónimos están en la escena.

Boomerang

Escucho que se menciona mi nombre y apellido. Llega el momento más crítico, también el más gratificante. En una sala preparada para ocho donantes sólo cuatro ingresan para evitar la aglomeración en el lugar. Antes de reclinarme en una suerte de sillón-camilla, llega una última declaración acerca de la seguridad de mi sangre. Si mentiste en alguno de los pasos previos hay una última instancia para arrepentirse.

Como no es mi caso, activo una palanca que se ubica cerca de mi mano derecha y el sillón transforma el servicio “semi-cama” en “cama”. Extiendo mi brazo derecho, abro y contraigo varias veces los dedos de la mano, siguiendo las amables indicaciones de una profesional que unos segundos después da curso a la extracción.

El proceso dura apenas 10 minutos. No se me hace interminable, ni mucho menos. De todos modos, para amenizar la espera dos televisores forman parte de la sala. En uno escuchó la voz de un periodista en Washington, informando sobre las reñidas elecciones en Estados Unidos. Mi instinto periodístico intenta escuchar los detalles, pero la lejanía de la pantalla no me lo permite.

Frente a mí se ubica otra TV, pero sintonizando un canal musical. La que canta es Lali Espósito y el tema se llama “Boomerang”. La letra advierte que las malas acciones regresan. El contexto y el lugar, más bien, me permiten pensar en que las buenas decisiones también son recompensadas.

La Plata siempre estuvo cerca

“En Capital Federal las donaciones se redujeron el 70% durante la pandemia porque cada hospital se autoabastece. Acá no pasó porque tenemos otro sistema, otra ley. La provincia de Buenos Aires tiene lo que se llama centros regionales. Si vos te internas en Ipensa, o en el Italiano, o en el Español o en el Hospital San Martín, la sangre la proveemos nosotros. Al tener un sistema de donaciones unificado y solidario, se le entrega al que más necesita”.

La que habla es la doctora Laura Vives, jefa del Servicio de Coordinación del Centro Regional de Hemoterapia La Plata. Con ella dialogamos acerca de la importancia de la donación de sangre y de cómo tuvieron que adaptarse al trabajo en el medio de la pandemia.

La reconocida institución de la que forma parte enfrentó un gran desafío tras decretarse el aislamiento. A pesar de que el coronavirus no se transmite a través de las transfusiones, en los primeros 15 días de cuarentena la merma en las donaciones había alcanzado el 45%. En ese contexto los profesionales decidieron que tenían que salir a buscar a los donantes.

“En los primeros días, cuando se decretó el ASPO, la gente se encerró. Y como al Instituto no iba nadie a donar empezamos a hacer colectas en los barrios. Entonces a la gente que en los primeros dos meses tenía pánico de salir lo que le planteábamos era ‘bueno, podés donar porque te queda a tres cuadras tu lugar de donación, podés ir caminando’. Las primeras dos semanas lo sufrimos, cuando se nos ocurrió esto de ir consiguiendo distintos lugares en distintos barrios la gente respondió. Incluso lo tomó como para poder salir y hacer algo útil”, cuenta Laura.

Escuelas, clubes, plazas, parroquias, se fueron convirtiendo poco a poco en centros de donación. A esos lugares llegaron los trabajadores del Instituto de Hemoterapia con estrictos protocolos sanitarios. Las mascarillas, los camisolines especiales, los guantes, no eran una novedad para ellos por la especificidad de su tarea. De Todos modos, la pandemia obligó a extremar y reforzar esas medidas. El control de temperatura, la limpieza de las camillas y la ventilación entre una donación y otra, la separación entre las mismas, y el rociado constante de manos con alcohol en gel se incorporaron a la rutina laboral.

La estrategia de colectas externas, acompañada por la baja de los accidentes de tránsito y la reducción de operaciones programadas, permitieron que esa baja en la cantidad de donaciones del 45% se reduzca a apenas un 11%.

Colecta externa en el Rectorado de la UNLP | Foto: Franca Rueda (Fotos NOVA)

Un pacto para vivir

Aquella frase que indica que “donar sangre salva vidas”, que se transformó en el lema para incentivar la presencia de donantes voluntarios, tomó mayor trascendencia aun luego de que el gobierno de la provincia de Buenos Aires adhiriera, en junio pasado, al protocolo de tratamientos con plasma de convalecientes. En esa tarea también se pusieron manos a la obra desde el centro de hemoterapia.

“Nosotros sabíamos sacar plasma, lo habíamos realizado para otras enfermedades, cuando la Provincia adhiere a este protocolo, el centro que más experiencia tenía era el nuestro. Para nosotros era una tarea habitual, lo que no sabíamos ahora era que íbamos a tener más de 2500 donantes. Empezamos teniendo tres donantes por día y hemos tenido días de 26 donantes de plasma”, explica la doctora.

Además, destaca el esfuerzo llevado adelante por todo el personal: “Desde el médico que entrevista hasta los técnicos se han quedado por fuera de su horario de trabajo. El laboratorio de serología ha estado trabajando hasta las nueve de la noche para que ese plasma esté, se procese y se libere. Todo ese sacrificio no se ve de afuera. Fuimos el centro que proveyó en la provincia el 70% del plasma transfundido”.

Transfusión de conciencia

El Instituto de Hemoterapia es una referencia en su labor y lleva muchos años trabajando con un equipo de promoción que busca transformar a aquel donante que es por reposición, que va a donar para alguien, en un donante voluntario y altruista, que dos o tres veces al año se acerque a donar. 

Así lo explica Laura Vives: “Nosotros incorporamos en nuestras colectas externas a más de 60 escuelas secundarias de la región, a los chicos se les da charlas a partir de los 16 años. La Provincia de Buenos Aires es la única provincia del país que permite donar sangre desde los 16 años y hasta los 65. La ley nacional dice que los donantes tienen que tener 18. Lo que hacemos nosotros es captar a un público más joven que empieza en su escuela, con talleres de formación y donación de sangre. Y aspiramos a que ese chico cuando pase a la vida universitaria sea un adulto responsable en donación”.

“Hoy debemos tener un 20% de donantes voluntarios, todavía el 80% es por reposición. La idea es ir año a año sumando donantes voluntarios y que en lugar de tener 20-80, tengamos un 80-20, que el 80% de la gente que vaya se comprometa a ir dos veces al año”, explica Laura.

Cuidar al otro

En el final de la charla Laura destaca el acto voluntario de donar sangre y la transparencia que debe conllevar esa acción. “En ningún lugar del mundo la donación de sangre es obligatoria. ¿Por qué? Porque el ser donante implica un grado de sinceridad tremenda. No todos pueden donar y si vos no podés donar el motivo es algo muy privado. Todo lo que refiere a la salud es algo muy privado. Por eso la entrevista es entre cuatro paredes, con una médica, con secreto profesional. Si yo te rechazo como donante nadie se entera por qué yo te rechacé. Nadie lo va a saber”, señala Laura.

En la misma línea explica que “si fuese obligatorio donar o se premia al que dona, la gente va a mentir. Entonces si yo estoy apelando a que seas sincero y te pregunto, por ejemplo, si te drogaste en los últimos 15 días, vos por el premio me vas a decir que no y esa sangre ya no es segura. Por el mismo motivo nadie te puede exigir que lleves a una determinada cantidad de donantes porque operan a un familiar”.

“Ya Nora Etchenique (directora del Instituto, recientemente fallecida) había frenado a varios intendentes del conurbano porque lo peor que le podés hacer a un donante de sangre es darle un premio. Es todo lo contrario, es ir por el hecho de donar, no por lo que vos vas a recibir, es una de las premisas de la donación de sangre. No es ir porque vas a tener un premio o se te va a reducir un impuesto, es porque entendiste que significa cuidar al otro”, concluye.

Somos un medio de comunicación cooperativo que se conformó luego de los despidos ilegales en el diario Hoy y en la radio Red 92 de La Plata, sucedidos a principios de 2018.
Sin laburo y con la intención de mantener nuestros puestos de trabajo, un grupo de periodistas, correctorxs, fotógrafes, locutorxs, productorxs audiovisuales y diseñadorxs decidimos organizarnos de forma colectiva.

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