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lunes 13-05-2024

Pelea contra IOMA: impiden que travestis y trans accedan a operaciones

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Laura Elena Moyano sobrevivió a un intento de travesticidio pero la obra social no autoriza la cobertura de las cirugías que necesita para reconstruir los huesos de la cara y el cráneo rotos. La operación, de alta complejidad, hará que pueda respirar mejor y mejorará el estado de uno de sus ojos. Pese a que la Justicia determinó que debía resolverse de manera urgente, hace un año que el trámite va y viene por las oficinas de la central de La Plata. De los $350 mil pesos que sale la intervención, IOMA sólo cubre el 4%

Líquido cefaloraquídeo. El que cubre el encéfalo, protege el sistema nervioso o la médula espinal. Cuando Laura Moyano se suena la nariz, pierde líquido cefaloraquídeo. Eso pasa.

En IOMA, la obra social de las y los trabajadores del Estado de la provincia, dicen que ella no necesita una intervención por su salud. Dicen que ella quiere hacerse una “cirugía estética”; “una depilación definitiva”, parecerse a alguna modelo. En IOMA no entienden. 

No entienden qué significa sobrevivir a un intento de travesticidio, sobrevivir a un crimen de odio. No entienden que, hace cuatro años, Agustín Bermúdez entraba a su departamento con un amigo, le hacían creer que volvían de jugar al fútbol y le partían la cabeza con un termo hasta dejarla tirada en el piso. Que perdió dientes, que una de las puñaladas le perforó un pulmón, que casi pierde un ojo. Que casi se muere.

No entienden que Laura es una de las pocas personas trans travestis con obra social de la Provincia de Buenos Aires y que necesita una operación para vivir mejor. Porque lo que Laura necesita es operar las fracturas de la cara y el cráneo; las fracturas en el hueso frontal y el ocular. Necesita corregir el tabique de la nariz que no la deja respirar bien y hace que se le inflame uno de los ojos. Laura no tiene olfato y no es porque tiene covid-19: Laura no puede oler por los golpes de Bermúdez. 

“Todos los días revivo ese día cuando me levanto. Mi cuerpo me lo hace saber cuando no puedo hacer esfuerzos por los mareos o porque no veo bien. O los dolores por las fracturas, no sentir sabores, no tener olfato y andar más lenta”, recuerda.

El trámite para la intervención llegó a IOMA el año pasado. La obra social analizó la historia clínica, hizo una auditoría a médicxs y cirujanxs y en julio concluyó que la operación de feminización facial cuesta $350.000, pero que sólo autorizaría la “tiroplastia de remodelación” por la suma de $11.948,67. La tiroplastia de remodelación es la remodelación de la nuez de adán. “Pero yo casi no tengo nuez de adán. No es lo que necesito”, dijo Laura. 

El resto de las cirugías no estaban autorizadas. Presentó un recurso de reconsideración para que IOMA revea la decisión y considere las otras intervenciones. La obra social respondió en diciembre; ratificó su sentencia pero actualizó la suma de la tiroplastia: ahora cubría $14.081,10. “Cabe destacar que junto con la citada práctica se hallaba presupuestada la cirugía reconstructiva nasal, la cual no fue autorizada, toda vez que según criterio técnico-medico, la documentación acompañada resultaba insuficiente para justificar su realización”, dice el informe. 

La cirugía que Laura necesita es una de feminización facial concomitante, que tiene una complejidad alta: “Sería una cirugía reparatoria y que resolvería una problemática funcional. Lo que pido es que se haga una intervención conjunta, para que no me intervengan la cabeza dos veces. Es una cirugía que dura 24 horas y tiene que ser dividida en dos partes. Tienen que reposicionar los huesos frontales, las fracturas que tengo en el cráneo. Mi cuerpo no soportaría dos intervenciones de ese estilo”, dijo a Pulso Noticias. 

Por eso, como muchas personas que no encuentran respuestas en la obra social a la que aportan a diario, inició un amparo en la justicia. El TOC 12 de La Plata dijo: es necesario que el trámite se resuelva de manera urgente. 

–Lo que quiero es recuperar mi cara como estaba antes –dice. 

Pero “IOMA no contempla cirugías estéticas”. 

El artículo 11 de la ley de identidad de género dice que para poder gozar de su salud integral, todas las personas tienen que poder acceder a intervenciones quirúrgicas totales sin necesidad de una autorización judicial o administrativa. “Los efectores del sistema público de salud, ya sean estatales, privados o del subsistema de obras sociales, deberán garantizar en forma permanente los derechos que esta ley reconoce”, dice la norma e incluye las prácticas en el Plan Médico Obligatorio de todas las obras sociales. 

En 2019, la obra social abrió su programa de salud integral para personas trans y contempla la cobertura de sus afiliadxs. 

–IOMA debería tener trabajadorxs trans pensando esto. El programa de salud trans no puede estar hecho sólo por personas cis. No tiene sentido–, dijo Eidan, integrante de Trans.organizades durante una reunión con auditores de IOMA.  

–Pero mirá que nosotros tratamos distintas cosas, eh. Por ejemplo, cuando tratás tabaquismo, no sos tabaquista–, le respondieron desde la obra social. 

¿Cuántas personas trans no acceden a una obra social?, se pregunta Laura. “Hay muy pocas personas trans que pueden acceder a una obra social. Y en mi caso, muchas veces nos tenemos que atender en el hospital público, porque en las obras sociales no nos dan respuesta”, dijo y agregó: “Reconocer una identidad conlleva a reconocer las violencias estructurales, a las compañeras que fueron asesinadas. Salirnos del binarismo para empezar a pensar la identidad trans travesti es fundamental”. 

Ayer, después de que trans.organizades hiciera una radio abierta en la puerta de IOMA y que cortaran la calle, consiguieron una reunión. Van a revisar el expediente de nuevo, analizar los estudios médicos y van a volver a pedir un presupuesto para la intervención. Volver a empezar. Los turnos médicos, la burocracia de una obra social en pandemia. Mientras tanto, cuando Laura se suena la nariz, sale líquido cefalorraquídeo. 

Traficante de stikers. Julia no se acuerda cuando decidió convertirse en periodista, pero a los 11 años escribió un cuento: un fideo de barrio armaba una revolución en la alacena para no morir en la olla. Ella cree que ahí empezó todo, y puede que tenga razón. Nació en Bahía Blanca, una ciudad donde hay demasiado viento, Fuerzas Armadas y un diario impune.
En 2012 recibió un llamado: al día siguiente se fue a Paraguay a cubrir el golpe de Estado a Fernando Lugo. Volvió dos meses después, hincha de Cerro Porteño y hablando en guaraní. Trabajó en varios medios de La Plata y Buenos Aires cubriendo géneros, justicia y derechos humanos. Es docente de Herramientas digitales en ETER y dio clases en la UNLP y en la UNLZ.
Tiene una app para todo, es fundamentalista del excel e intenta entender de qué va el periodismo en esta era transmedia.

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