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viernes 19-04-2024

Radiografía de comedores: crece el apoyo mutuo en los barrios populares

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¿Qué sucede en la periferia platense donde el hambre apremia y la emergencia sanitaria se traduce en la necesidad de un plato de comida diario? En esta serie de notas de Pulso Noticias visitamos Oga Guazu del barrio Aeropuerto

Por Estefanía Velo
Fotos: Gabriela Hernández

“Hay miedo de estar en la calle pero todos sabemos que tenemos que estar acá bancando la olla”, cuenta Dallas mientras carga las botellas de plástico con leche, convencido de que la tarea es construir solidaridad en su propio barrio.

La cuarentena se estiró por quince días más y las ollas de los comedores no pueden faltar, sin embargo, la preocupación crece por sostenerlos. Lo que sí falta en los barrios populares es el mango para sobrevivir, contar con agua potable, tener casas amplias y no vivir hacinados, entre un montón de otras necesidades.  

En época de crisis sanitaria y económica, la organización en los barrios crece. La solidaridad prima ante el individualismo de la meritocracia neoliberal. “La gente está contenta de tener este lugar para buscar la comida. No es una situación fácil la que estamos viviendo, pero nos lo dicen”, relata Dallas uno de los integrantes del Centro Comunitario Oga Guazu del barrio El Molino, Aeropuerto, el cual está organizado en el Frente de Organizaciones de Lucha (FOL).

“Acá hay muchas personas que no tienen el mango día a día y se nota. Vienen más de 100 personas a retirar la comida y la leche, cada vez más y sucedió que hubo gente que se quedó sin comida. No nos alcanzó”, dice el joven con una mirada seria.

“En esta crisis alimentaria más se precisa”

A raíz del DNU del presidente Fernández de cumplir con el “aislamiento preventivo y obligatorio” por el coronavirus, decidieron abrir las puertas del comedor de lunes a viernes (anteriormente funcionaba tres veces a la semana) para entregar el almuerzo a las familias del barrio. Y suman el último día de la semana sesenta litros de leche. “En esta crisis alimentaria más se precisa”, reflexiona Dallas. Y agrega: “Estamos exigiéndole al Municipio, la Provincia y Nación que nos den más mercadería para sobrellevar esta situación pero todavía no hemos recibido ninguna respuesta”.

El sueldo no llega a fin de mes. Y esa es la realidad de los vecinos y vecinas de todos los barrios populares: “Si no salís a trabajar, no cobras”, se vuelve a repetir la frase. “Estamos preocupados por los niños para que puedan comer bien”, comentó Miriam mientras esperaba su taper de fideos con salsa de pollo. Por eso el “quedate en casa” se vuelve un privilegio de clase, claramente algunas personas podemos cumplirlo a rajatabla por las condiciones materiales mientras otras la sufren mucho más.

Por un lado, “toda esta situación hace que estemos más unidos entre los vecinos y vecinas del barrio para ayudarnos cada uno en lo que podamos”, explica; y por otro, “los días se hacen largos para estar encerrados en nuestras casas, sin trabajar y sin un plato de comida para los niños”.

A pesar de tener menos recursos, los trabajadores se solidarizan entre ellos. El apoyo mutuo crece en los barrios populares. “Acá hay ayuda recíproca, los vecinos también nos colaboran con el comedor. Nos trajeron barbijos y guantes”, cuenta. Cada día hay cinco encargadas diferentes, van rotando y todas usan su barbijo y guantes aunque señalan que son los últimos que les quedan. Tienen alcohol en gel y repelente producidos por ellos mismos, en pequeña cantidad para higienizar el lugar. Y solicitan mantener el distanciamiento para resguardar su salud, “ahora ya casi todos saben el protocolo que tenemos y mantienen distancia”.

Con historia…

Oga Guazú es un centro comunitario ubicado en 609 y 118, en el barrio El Molino, Aeropuerto, que creció al fervor de luchar por una vida más digna. Esas tierras fueron ocupadas por vecinos y vecinas que no tenían donde vivir. Hace más de diez años esos terrenos estaban abandonados y allí decidieron ocupar y construir su casa. En octubre de 2011 lograron un marco acuerdo entre la Municipalidad, los dueños y una comisión de vecinos para pagarlos en mínimas cuotas durante 41 meses.

Abrieron las calles, pusieron sus propios tendidos de luz y lo mismo con los caños del agua. Se organizaron en asambleas para construir su barrio. No podía faltar la cancha de fútbol, y ahí al ladito, nació Oga Guazú, (significa Casa Grande, en guaraní).

De a poco fueron creciendo en la organización para mejorar sus condiciones de vida. Armaron cooperativas de trabajo para unas 120 personas. Ahí mismo funciona un jardín popular y contruyeron una huerta comunitaria que hoy en día aporta muchísimo a la olla del comedor. “Sólo recibimos alimentos secos del gobierno, y las verduras para la olla las sacamos de la huerta. Tenemos de todo: tomate, albahaca, cebolla, verdeo, acelga”, cuenta Dallas mientras recorre la huerta.

Hace siete años atrás, el 2 de abril de 2013, ante la terrible inundación en nuestra ciudad, Oga Guazú funcionó también como un lugar comunitario donde las vecinas y vecinos se organizaron para hacer ollas y ollas hasta que reconstruían lo poco que les había quedado. Hasta cortaron calles para exigir colchones, agua y lavandina. Situaciones que se repiten.

Que la paguen los ricos

La medida de aislamiento “es la mejor vacuna contra el coronavirus” repiten diferentes especialistas en salud, el ministro Ginés González García y hasta el presidente Alberto Fernández. Sin embargo, esa política aislada empeora la vida de cientos de miles de laburantes que viven hacinados y de changas. Para equilibrar, el gobierno lanzó una serie de medidas en pos de activar mínimamente la economía del país y aumentar las ayudas económicas a los sectores más vulnerables, pero eso todavía no llega directamente al bolsillo de los más empobrecidos. “Esos $10.000 que van a dar son insuficientes”, coincidieron las vecinas de Aeropuerto.

En tanto, las fuerzas de seguridad están más presentes en los barrios populares. Según cuenta Dallas, “la Policía estuvo acá -en Oga Guazú- para ver si teníamos los papeles”, es decir, los certificados pertinentes para poder realizar tarea comunitaria.

¿Cuánto más soportarán las vecinas y vecinos de los barrios populares sin poder salir a hacer sus changas y no tener un peso en su bolsillo? ¿Y si como dijo el economista serbio Branko Milanović en una entrevista televisiva, se implementa un impuesto extraordinario por única vez a los ricos del mundo?

Por ejemplo, según la Revista Forbes, Paolo Roca (dueño de Techint, quien quiere despedir a 1500 trabajadores en este contexto) es el hombre más rico de la Argentina: cuenta con una fortuna de 8.000 millones de dólares, por qué no decirle que pague un impuesto de emergencia sanitaria. Ah, no. Claro. El sistema capitalista se basa en que un sector pequeño de la sociedad obtenga riqueza a costa de la inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras, ya que sus vidas no valen nada. Hoy, en los barrios más pobres, se ven exponencialmente las consecuencias de ese sistema. Comedores con cientos de personas haciendo cola, hacinamiento en las casas, violencia de género, incertidumbre laboral, falta de dinero y comida, falta de agua, y un montón de otros problemas suceden en los barrios populares en plena pandemia mundial.

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Más conocida como “Tefa”, nació en Mar del Plata en 1989. Trabajadora de prensa, periodista y Licenciada en Comunicación Social (egresada de la UNLP). Buscadora de la aguja en el pajar: le apasiona el periodismo de investigación. Trabajó en prensa institucional, en diversos medios privados de La Plata, y colaboró en medios alternativos como ANRed. Actualmente escribe notas vinculadas a los derechos humanos, política y cada tanto entrevista a personajes de diversos territorios. También integra el área audiovisual, En Foco, como productora periodística. Siempre redactando con las gafas violetas puestas. Desde 2018 forma parte de la cooperativa Pulso Noticias, donde aprendió a vender publicidad, gestionar pautas y hasta armar un gran escritorio en madera.

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