La semana pasada Brasil aprobó la comercialización del trigo HB4 desarrollado en el país y validado por el gobierno. ¿Cuáles son los riesgos ambientales y sociales que conlleva? ¿A qué intereses responde? ¿Por qué se impone el modelo mercantilista de la ciencia? Sobre esto dialogamos con el investigador del Conicet e integrante del Colectivo Trigo Limpio, Matías Blaustein
Por Walter Amori
El 7 de octubre del año pasado se dio a conocer la validación del Ministerio de Agricultura de la Nación del trigo trangénico HB4, resistente a la sequía y al glufosinato de amonio, un herbicida más tóxico que el glifosato. A partir de allí sólo faltaba un paso para su comercialización, la aprobación por parte de Brasil (principal importador de trigo argentino), hecho que se concretó la semana pasada.
El trigo transgénico había recibido el visto bueno, en 2016, del Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (Senasa) y, en 2018, de la Comisión Nacional de Biotecnología (Conabia), organismos que no realizan estudios propios sobre transgénicos y agrotóxicos, solo validan los presentados por las compañías que los comercializan.
Se trata de un desarrollo de la empresa biotecnológica Bioceres en un articulación público-privada con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y un grupo de investigación de la Universidad Nacional del Litoral, liderado por la doctora en biología Raquel Chan.
“El trigo HB4 es un trigo que se propone como tolerante a la sequía con lo cual se promueve con bombos y platillos debido al cambio climático, a la desertificación, como una posible solución o mejora para utilizar menos agua, y que crezca mejor el trigo y todo lo derivado del trigo. O sea, se propone como una doble solución, en relación al cambio climático y a la desertificación por la posibilidad de expandir los cultivos a zonas no muy favorables climáticamente y como solución al problema del hambre. Es un organismo genéticamente modificado, un gen que originalmente viene del girasol, que le confiere al girasol y ahora también al trigo, la posibilidad de tolerar a la sequía. Y por otro lado, se incorpora otro gen que le confiere resistencia a un herbicida, que es el glufosinato de amonio, que es menos célebre que el glifosato, pero que en base a algunos trabajo se ha encontrado que podría ser 15 veces más tóxico que el propio glifosato”, explica el investigador del Conicet, Matías Blaustein, a Pulso Noticias.
Blaustein, coordinador del Grupo de Biología de Sistemas y Filosofía del Cáncer (IB3-UBA) e integrante del Colectivo Trigo Limpio, advierte que la producción y comercialización de este trigo “no resuelve el problema del hambre en Argentina porque “se utiliza para exportar como commodity” y que “no es sustentable ni en términos sociales, ni en términos sanitarios o epidemiológicos, y ni siquiera en término económicos”.
Con él dialogamos en relación a los riesgos ambientales y sociales que conlleva la comercialización del trigo HB4, el impacto en la salud y en la mesa de los argentinos y acerca del rol de los científicos y el Estado nacional a la hora de llevar adelante estos desarrollos.
Falsas soluciones
“En relación a la sequía aparece como una falsa solución porque si bien este trigo podría crecer mejor en ambiente áridos, el propio avance, la propuesta de utilizar esto para avanzar en el modelo del agronegocio y extender sus fronteras, hace que obviamente el aumento de estos cultivos demande más agua, genere deforestación, desmontes, el hecho de que animales y personas sean desplazadas de sus ambientes naturales y esto se transforma no sólo en foco de posibles epidemias o pandemias, por el desplazamiento de animales y de personas que se pasan a hacinar en ciudades, sino porque el avance de la frontera del agro hace que también aumente la sequía. Todo lo que tiene que ver con el cambio climático vinculado al propio negocio del agro, lejos de solucionarlo lo aumenta. Y en relación al problema del hambre también es una falsa solución porque nuestro país tiene en principio en el orden de 10 veces la capacidad de alimentar a su población con lo que se desarrolla a través del agro y de la ganadería, pero lo que pasa es que se utilizan estos cultivos como commodities”, señala con firmeza Matías Blaustein en el inicio de la charla
-En ese sentido, se privilegia el ingreso de divisas por sobre la soberanía alimentaria
“Sí, a costa de contaminar nuestro territorio, nuestro cuerpos, generar en enfermedades, lo que mencionaba del desplazamiento de animales y poblaciones, y una reprimarización de la economía. Así como la soja iba a parar a China para alimentar a los chanchos, en este caso buena parte del negocio que tiene que ver con el trigo sería para abastecer a otros países y, de hecho, dependía sobre todo de la aprobación en Brasil. No es sustentable ni en términos sociales, ni en términos sanitarios o epidemiológicos y ni siquiera en término económicos. Nos hace cada vez más dependientes de que Brasil, China o algún otro país central que nos compre estos productos como commodities”.
–En octubre del año pasado emitieron una carta abierta, impulsada desde Trigo Limpio, en la que más de 1400 académicos de todo el país pidieron al gobierno que dé marcha atrás con la aprobación de este trigo transgénico. ¿Obtuvieron alguna respuesta? ¿Son escuchados los científicos?
“Esa declaración nos permitió tener alguna que otra reunión. El gobierno no es que nos cierra las puertas, dialoga a través de algún funcionario pero no nos da respuestas. Nos pide que nosotros busquemos más información o generemos más información cuando hay una gran cantidad de conocimiento que sustenta lo que decimos. Debería ser tarea del gobierno utilizar esa información que ya existe, además por una cuestión de principio precautorio. No es que hasta que nosotros consigamos determinada información ellos deberían avanzar sino que es la responsabilidad y la tarea del gobierno tener en cuenta todo lo que ya se conoce y utilizar el principio precautorio para no innovar y no avanzar en estas cuestiones hasta que no se demuestre que no tiene ningún tipo de efecto”.
-En ese documento también se señala que no es posible la coexistencia de trigo transgénico y no transgénico debido al proceso de contaminación genética que ocurre durante la polinización y que a partir de esta autorización, el trigo HB4 tendrá residuos de glufosinato al igual que las harinas. ¿Es irreversible el proceso de contaminación genética?
“Sí, la contaminación genética impacta sobre la biodiversidad, generando también un problema ecológico muy grave, que es lo que pasa muchas veces con estos cultivos transgénicos”.
-¿Cómo evalúas el trabajo que realiza la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia)? ¿Por qué los informes de aprobación de transgénicos son confidenciales?
“La Conabia fue la encargada de darle el visto bueno exprés en su momento, durante el gobierno de Menem, con la Secretaría de Agricultura de Felipe Solá, al ingreso al país de la soja transgénica y al paquete con el herbicida glifosato, en el año 1996. La Conabia siempre determina a favor del agronegocio el ingreso y la aprobación de este tipo de desarrollos. Yo conocí de cerca, cursando una materia, a un profesor que fue una de las principales autoridades de la Conabia y nos decía que él estaba muy contento porque su trabajo implicaba resolver los problemas de hambre de nuestro país. Se refería al desarrollo de la soja transgénica. Cuando uno le planteaba que esa soja se utiliza para alimentar chanchos en China y que el uso de herbicidas, aplicando miles de millones de toneladas, genera una gran cantidad de malformaciones, de cáncer, etc, se ponía serio y decía ‘eso es cierto pero es un problema de los gobiernos o de las corporaciones que utilizan mal las cosas que nosotros desarrollamos para ser bien utilizadas’. Entonces lo que aparece es este moldeo de la ciencia martillo, donde la ciencia es presentada como un martillo neutral que puede ser utilizado para el bien o para el mal y nosotros, los científicos y las científicas, creamos herramientas neutras que luego los gobiernos y las empresas pueden utilizar para el bien o para el mal. Eso lo que hace es sacarse de encima la responsabilidad, cuando en realidad este tipo de desarrollos surgen con una motivación, con un propósito y no necesariamente es el de resolver el problema del hambre sino el de generar ganancias para determinados sectores, utilizando como retórica la cuestión de la sequía o la cuestión del hambre”.
-En este trabajo intervienen la Universidad del Litoral y el Conicet. ¿Es correcto que la universidad pública impulse este tipo de desarrollos que van a contramano de la soberanía alimentaria y de la salud de la población?
“Eso que vos describís es un proceso creciente a nivel mundial y tiene que ver con la profundización de un modelo de mercantilización de la ciencia, lo que denominamos extractivismo del conocimiento. De la misma manera que se refieren a los recursos naturales, que son depredados a escala planetaria, los mismos científicos, los mismos universitarios, somos parte de un proceso de extractivismo del conocimiento, somos recursos humanos a disposición y lo público o estatal no aparece como separado de lo privado, sino que muchas veces el Estado actúa en connivencia con las grandes empresas estableciendo estos acuerdos mixtos público-privados. Y entonces el conocimiento generado en la universidad, generado en el CONICET, en lugar de ir a parar a quienes más lo necesitan, termina yendo a generar ganancias de estas corporaciones del agronegocio, del negocio ganadero o de corporaciones farmacéuticas que luego lucran con la enfermedad generada por el extractivismo y, da la ‘casualidad’ que muchas veces los CEOs de las empresas del agronegocio o el negocio ganadero son los mismos que los de las corporaciones farmacéuticas. Es un círculo vicioso en el cual el modelo científico hegemónico es digitado por las corporaciones farmacéuticas en función de generar más agronegocio, más extractivismo, esto genera a su vez más contaminación de cuerpos y territorios, eso a su vez te lleva al desarrollo de enfermedades. Luego las corporaciones farmacéuticas se favorecen viniendo a curar las enfermedades generadas por ese mismo modelo. Nosotros creemos que estos desarrollos tienen que estar al servicio de la soberanía alimentaria, de la agroecología, de un modelo sostenible y sustentable realmente y no como aquellos que le agregan los epítetos de ‘verde’, ‘sostenible’ o ‘sustentable’, porque ese tipo redesarrollo, hablando del trigo, son pan para hoy y hambre para mañana”.
-¿Hay una parte de del sector científico que está de acuerdo con avanzar con estos desarrollos?
“Lo que ocurre es, como pasa en distintos ámbitos, que la comunidad científica está dividida, hay un sector de la comunidad científica que participa, impulsa y desarrolla este tipo de proyectos y otro sector que no está de acuerdo con la mercantilización de la ciencia, el extractivismo del conocimiento y este modelo científico hegemónico, que básicamente utiliza la ciencia como una dimensión desde la cual poder generar ganancias y que ingresen divisas. Ese modelo científico se ve en relación con el negocio agro-ganadero y con el sector farmacéutico, entonces ante esa mercantilización de la ciencia hay un sector que se pone del lado de los pueblos fumigados, de las comunidades que luchan frente al impacto del agronegocio, del extractivismo, de la megaminería, del fracking y tratamos de defender a esas comunidades porque desde nuestra posición política, personal y científica creemos que el impacto es negativo”.
-Desde el gobierno se han visto acciones y discursos contradictorios o pendulares en torno a los temas socioambientales. ¿Crees que hay alguna intención de modificar la matriz productiva?
“El problema que tiene el gobierno y no sólo este gobierno sino esta política de Estado extractivista, es que es una política de Estado que trasciende al gobierno de turno. Así es que dependemos de China o ahora dependíamos de la aprobación en Brasil para que estos desarrollos encuentren buen puerto. Y lo que uno observa en este gobierno en particular, más allá de un discurso, es la profundización de este tipo de desarrollos. En plena pandemia avanzó con el trigo transgénico HB4, con los acuerdos de las mega factorías porcinas, con quitarle retenciones a la soja, también intentó avanzar en distintos tipos de proyectos mega mineros, por ejemplo en Mendoza y en Chubut por citar algunos casos. Eso es lo que hegemoniza la línea del gobierno. Luego, efectivamente, dentro de los y las votantes, dentro de la base del propio gobierno hay sectores que resisten y que se encuentran con sectores que no son parte del gobierno intentando resistir está avanzada extractivista y tratando de plantear justamente los problemas que conlleva. Yo por ahora no veo para nada que haya un cambio serio, decidido en la matriz productiva. El extractivismo forma parte del centro neurálgico de este gobierno y de los anteriores en relación a cómo generar dólares y es una manera más de hipotecar lo que tenemos en nuestro país”.
Periodista - Papá primerizo y asador de departamento.
Walter Amori nació en Villa Ramallo, en 1983, pero ya lleva más años transcurridos en La Plata que en su ciudad natal. Se recibió de Licenciado en Comunicación Social en la UNLP, lugar donde además fue docente de Opinión Pública. En la capital bonaerense trabajó en prensa institucional y desarrolló tareas periodísticas en medios privados y públicos. Desde 2018 forma parte de Pulso Noticias. Anda en eso de ver de qué se trata la vida después de empalmar paternidad primeriza y dos años de pandemia. Tiene una parrilla en el balcón con poco uso.