El fin de semana se conoció la noticia de que once jóvenes de entre 18 y 20 años mataron a golpes afuera de un boliche a Fernando Báez Sosa, de 19. Son jugadores de rugby, pertenecen a la clase alta de Zárate y reafirmaron su masculinidad hegemónica hasta matar
“Muerte al macho”, dicen muchos grafitis de la ciudad. Aunque ello no es sinónimo de un ataque directo contra todos los hombres, muchas veces esa frase se interpreta de forma literal pero apunta a sacar el machismo interior. La realidad es que tiene un trasfondo mucho más complejo. El asesinato cometido por el grupo de 11 varones rugbiers afuera de un boliche en Villa Gesell demuestra la construcción de ese macho hegemónico que existe y se reproduce para sostener el sistema patriarcal actual.
La masculinidad patriarcal instala una dominación por sobre el resto de las identidades sexuales y de género. Para la psicóloga platense, Paula Lambertini, “en la grupalidad de varones existen ciertas reglas y ciertos modos de expresar esas formas de dominación masculina. Allí marcan cuál es el modo de ser varón, de ser macho en ese grupo”.
El patriacardo es un sistema estructural de relaciones sociales donde predomina la figura del varón “dominante” por sobre las mujeres y disidencias sexo-genéricas. La sociedad y las instituciones están educadas para sostener ese sistema de poder heteronormativo. Desde nuestros primeros años de vida nos enseñan a jugar y socializar como varón y mujer, excluyendo a otras identidades sexuales que no “encajan” en la “norma” binaria.
Por ejemplo, un modo de sociabilizar con les niñes son los juegos y los deportes. Allí, las actividades lúdicas están divididas y estereotipadas para sostener ese sistema: las que implican mayor fuerza son para los niños, mientras que los juegos de tareas domésticas, de cuidados y belleza son para las niñas, constituyendo, como en otros espacios instituidos, mujeres inferiores, subordinadas y servidoras de varones. Y formando a éstos últimos, como protectores, fuertes y autosuficientes.
Durante la última década, ante el gran avance del movimiento feminista, se está poniendo en cuestionamiento ese tipo de sociabilización, pero todavía falta cambiar la estructura de fondo en los modelos productivos y reproductivos de nuestra sociedad. La Educación Sexual Integral (ESI) también es importante para formar(se) y enseñar(se) otra forma de relacionarse en una sociedad donde se erradiquen las múltiples violencias. Sin embargo hay sectores conservadores, como la iglesia católica, que se oponen rotundamente a ese tipo de educación.
Para la psicóloga especialista en temas de género, “la ESI se tiene que universalizar para abordarla en los diferentes niveles educativos y que sea transversal desde el jardín”.
El macho todopoderoso
Los femicidios son parte de la construcción patriarcal: matar a la mujer por considerarla como un objeto que se puede manejar como cada uno quiere. Pero también las violaciones y los abusos sexuales matan. Ese varón “macho todopoderoso” es quien cree manejar la vida las mujeres de su entorno, es quien violenta y ataca con su machismo y misoginia.
“La cultura de la violencia se constituye sobre la base de la desigualdad”, afirmó Lambertini a Pulso Noticias. “El uso de la fuerza está muy identificado con los aspectos de ser macho en esta sociedad, de ser varón de acuerdo a las pautas patriarcales”. Cuánta más fuerza tienen, más machos se creen que son, y cuántas más personas observan ese acto de violencia, más empatía creen generar para ratificar su “hombría”. Es así que la mayoría de las peleas callejeras son protagonizadas por hombres, afuera de la cancha, en la salida de un boliche, en “discusiones de tránsito”, o asesinatos como el de la Chicho, que reflejan el odio machista a quien se expresa de forma disidente a esa forma de masculinidad y a la heterosexualidad.
En este caso reciente ocurrido en Villa Gesell, se puso como cierta “justificación” del asesinato el consumo de alcohol en los jóvenes, por haber sucedido afuera de un boliche y de madrugada. Incluso el ministro de seguridad de la Provincia, Sergio Berni, dijo en declaraciones televisivas que “el alcohol exacerbó la violencia en un grupo de jóvenes, que por sobre todas las cosas tiene la particularidad de jugar al rugby”. Y resaltó: “La realidad es que el alcohol es constante en estos grupos. Tenemos que desarrollar políticas de prevención en lo que tiene que ver con ese consumo”. Pero, ¿pensarán políticas para erradicar las violencias machistas en las diferentes instituciones del Estado?
“El alcohol no provoca situaciones de violencia, sino que desinhibe situaciones que probablemente sean menos pronunciadas sin el consumo excesivo”, describió Lambertini. Y enfatizó en que el problema no está en el alcohol, sino en el modo de construcción de las pautas patriarcales.
“El sistema de dominación en las cuestiones de género es relativo a las cuestiones de poder que se instauran sobre la desigualdad, y para sostenerlo es necesario la violencia y la crueldad”, reflexiona la psicóloga platense. Y agrega: “El patriarcado mata. Mata a mujeres a causa de violencia de género y lo vemos en las estadísticas diarias donde una mujer muere cada 24 horas. También el patriarcado mata en el orden de estas situaciones de violencia entre varones, donde el uso de la fuerza y el desenfreno tiene que ser utilizado para ser reconocido por el resto para las pautas de la masculinidad patriarcal”.
También existe una cuestión de clase social. La impunidad de los que más tienen es moneda corriente. No es casual que las cárceles estén superpobladas de jóvenes pobres, quienes no tienen “vínculos de poder” para pagar al juez o a la fiscal por una pena menor de la cometida o mínimamente contar con un abogado especialista. El rugby es un deporte predominantemente de la elite (capítulo a parte los “rituales” que circundan este deporte), aunque existen jugadores y jugadoras que lo promueven en los sectores sociales más bajos. Estos once rugbiers (Máximo Pablo Thomsen, Alejo Milanesi, Juan Pedro Guarino, Matías Franco Benicelli, Ayrton Michael Viollaz, Enzo Tomás Comelli, Blas Cinalli, Pablo Ventura, los hermanos Ciro y Luciano Pertossi,y su primo Lucas Fidel Pertossi) expresan una muestra generalizada del macho dominante de la clase alta. Ahora será la Justicia determinante para romper ese pacto de poder ante el asesinato del joven Fernando Báez Sosa.
Para finalizar, Lambertini expresa que “hay que llamar a los varones a una desobediencia del mandato cultural que instaura el patriarcado para ellos”. Ahora, “el deber de los varones es desobedecer”. Y gritar: muerte al macho.
Más conocida como “Tefa”, nació en Mar del Plata en 1989. Trabajadora de prensa, periodista y Licenciada en Comunicación Social (egresada de la UNLP). Buscadora de la aguja en el pajar: le apasiona el periodismo de investigación. Trabajó en prensa institucional, en diversos medios privados de La Plata, y colaboró en medios alternativos como ANRed. Actualmente escribe notas vinculadas a los derechos humanos, política y cada tanto entrevista a personajes de diversos territorios. También integra el área audiovisual, En Foco, como productora periodística. Siempre redactando con las gafas violetas puestas. Desde 2018 forma parte de la cooperativa Pulso Noticias, donde aprendió a vender publicidad, gestionar pautas y hasta armar un gran escritorio en madera.