Pulso Noticias y La Retaguardia siguen cubriendo el mega juicio unificado de los Pozos de Banfield, Lanús y Quilmes. En la audiencia Nº20 declaró María Esther Alonso Morales, quien contó la muerte de su papá Jacinto y el parto de su madre, Rosa Delfina, luego de ser secuestrada y torturada
Por: Ramiro Laterza – Edición: Julia Varela.
En la audiencia N° 20 dieron testimonio Maria Ester Alonso Morales, nacida en cautiverio, hija de Jacinto Alonso y Delfina Morales y Raúl Marciano, un ex detenido del Pozo de Banfield, entre otros lugares. Un tercer testigo pidió que su testimonio no sea público.
Una particularidad del juicio es que abarca desde 1974, demostrando que el genocidio no comenzó con el golpe de Estado del ’76, sino previamente.
En esta etapa, los imputados tienen el permiso del tribunal de no asistir o asistir con la cámara apagada. Guillermo Dominguez Matheu es uno de los imputados y también Juan Miguel Wolk, Jefe del pozo de Banfield.
Una hija con una historia impresionante
Maria Ester Alonso Morales viajó a Argentina y dio testimonio ofrecido por la querella de Guadalupe Godoy, de manera virtual. Con una remera de la agrupación HIJOS de fondo y los ojos ya emocionados y nerviosos al comenzar, la abogada María Ester realizó un profundo raconto de su vida.
El relato fue conseguido tras toda una vida adulta de búsqueda, investigación, recorridos y charlas. “No tengo recuerdos conscientes de lo que pasó al momento de los secuestros y todo lo que vivimos con mi hermana melliza” y lo que pasó antes y después de la detención de su mamá, Delfina Morales, quien estaba embarazada a término de ambas bebés al momento de ser secuestrada.
Para ordenar, María Ester indicó que lo importante son dos hechos conectados. Un enfrentamiento el 7 de octubre de 1974 en Banfield y los secuestros realizados el 13 de noviembre del mismo año en Bernal. La historia de su padre y su madre.
Comienzo de investigación
En el año 1994 María Ester comenzó a estudiar la carrera de Ciencias Jurídicas en la Universidad Nacional de La Plata. Tenía 20 años, una niñez traumática que pasará a explicar luego y la necesidad de reconstruir la historia de su papá, ya que su mamá había sobrevivido y estaba junto a ella. Además de empezar a reconstruir la historia, se acercó a la agrupación Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata y empezó a militar en H.I.J.O.S.
“Mi madre me fue contando también lo ocurrido, con dolor y pudor”, expresó María y agregó que eso lo fue corroborando con documentación que fue hallando. “Son todos papeles que pongo a disposición del Tribunal y que están en el Archivo de la Comisión Provincial por la Memoria”, indicó.
Papá, mamá e inicios de militancia
Jacinto Alonso nació el 7 de marzo de 1950, en España y llegó a Argentina a sus 4 años con su mamá, y acá esperaba su papá (los abuelos paternos de Maria Ester). El joven terminó el colegio en Buenos Aires. “Tocaba la guitarra, jugaba al futbol, un fiel exponente de la generación de los ’70”, expresó la testigo respecto a una cultura particular: “Desde muy joven se comprometió políticamente: me dijeron que empezó a militar en el Partido Comunista Argentino, luego al PCR y finalmente terminó en el PRT y ERP”, agregó. “Me decían que era directo, hablaba de frente, le gustaba vestirse bien, formal, que parecía mas grande de la edad, tal vez por el peso de su responsabilidad y siempre andaba con un resfrió o cierta tristeza”, describió.
Además contó que un compañero lo recuerdó el 15 de junio del ’74 durante el Quinto Congreso del Frente Antimperialista por el Socialismo (FAS) que se realizó en Rosario: “Allí se juntaron 25 mil militantes revolucionarios del país. Hablaron Ortega Peña y Silvio Frondizi, que ese mismo año fueron asesinados por la Triple A”, insistió.
Su mamá se llama Rosa Delfina Morales y actualmente está viva, mirando su testimonio por internet. Nació en Frías, provincia de Santiago del Estero el 28 de mayo de 1937 y fue inscripta 10 años después. Era la hermana mayor de 8 hermanos y en un momento de su niñez, su madre la entregó a otra familia para que la críe. “En esa casa trabajó y aprendió a leer, hasta llegar a Buenos Aires en la década del ’60, donde estudió el oficio de cocinera y con mucho sacrificio trabajaba hasta independizarse, alquilando un cuarto de pensión en el barrio de Once”, resumió su hija, María Ester, dando testimonio en este juicio por Verdad y Justicia.
Rosa Delfina conoció a Jacinto a través de un compañero de trabajo en una casa de comidas que “la melonió” e ingresó al PRT. “Así se decía entonces”, sonrió María. Y en una reunión de la organización conoció a su papá. “Vivieron juntos en el cuarto de Once poco tiempo, fue todo muy intenso en esa época. En marzo él alquiló una casa en Lanús con su verdadero nombre. Yo encontré el contrato de alquiler”, dijo entre las decenas de papeles hallados que María Ester consiguió y citó en su testimonio.
Contexto histórico
María Esther Alonso Morales también explicó el contexto histórico del momento de su nacimiento: el mismo año de la muerte de su papá. “El año 74 fue un año políticamente fuerte, después del fallecimiento de Perón y asume María Estela Martínez de Perón, un año con mucha violencia política en el país. La triple A organizó una serie de atentados en todo el país”, agregó.
Como un dato importante en lo que va a suceder luego, María Ester contó que, en Catamarca, 16 guerrilleros del ERP fueron detenidos por el Ejercito. Los militantes se entregaron desarmados y fueron fusilados, en un episodio conocido como La Masacre de Capilla del Rosario. “Después de esto el ERP decide sacar una drástica decisión: una campaña de represalia contra el Ejército hasta que esta fuerza tome prisioneros y respeten sus vidas, respetando las convenciones de Ginebra”.
Esta decisión del partido llevó a un grupo de militantes, entre ellos a su padre, Jacinto, a intentar asesinar en Banfield al Mayor del Ejército Jaime Jimenez, un 7 de octubre del ’74: “Interceptaron el Ford Falcon cuando salía y al pasar dispararon una ráfaga de ametralladora cruzando el paso. Tras una maniobra, el auto subió a la vereda”. Desde un primer piso, el hijo del militar, Guillermo Jimenez de 19 años, disparó con una carabina calibre 22. Allí cayeron mortalmente heridos Arístides Benjamín Suárez, Eduardo Ernihold y Jacinto, mientras que un cuarto integrante del grupo logró huir en otro vehículo de apoyo.
Los heridos fueron trasladados al Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora y a las pocas horas se constató el fallecimiento de Jacinto y Suárez. Ernihold sobrevivió y fue llevado a una sede de camineros. Horas mas tarde, según la propia policía, falleció en el traslado a la cárcel de Olmos y entregaron el cuerpo al abuelo.
La causa
Año 1974. Recayó sobre el Juez Aquino, que se declaró incompetente y pasó el expediente porque dijo que el homicidio es un delito común y pasó el expediente al juez de turno en Lomas de Zamora, el Juez Carlos Mayón, que además, era profesor de la Facultad de Derecho Constitucional en la UNLP. “Me acuerdo que, cuando la rendí, el comentario era que no te toque Mayón. Los alumnos lo padecimos, por suerte no me tocó para rendir”, agregó María Ester. Mayón también se declaró incompetente y la causa fue elevada a la Corte Suprema de la Nación que en 1975 dijo que fue un delito Federal: el expediente volvió a Aquino, lo cerró argumentando que no hay imputados. “Todo esto salió en la prensa”, agregó Alonso.
Cuando el propietario de la casa donde Jacinto alquilaba vio el nombre de su inquilino, denunció en la comisaría y la policía cayó a la casa: “pero mi mamá no estaba. Unos compañeros la habían llevado a una casa en Quilmes, no podía parar de llorar”, en pleno embarazo y a sabiendas del destino de su compañero.
Luego será cuidada en otra casa compañera en Quilmes, hasta que el 13 de noviembre a la noche irrumpieron y detuvieron a quienes estaban allí: Víctor Taboada y Dalmiro Martínez Suárez. Por su parte, Rosa fue llevada a la Comisaría de Bernal, conocida como la II de Quilmes: “Todos fueron registrados ahí, consta en los Habeas Corpus y allí los separan, y a ella la llevaron al Pozo de Banfield”, indicó su hoja y agregó: “en esta causa se movieron los familiares cuando se enteraron por los diarios los nombres de los detenidos”, y fueron ellos los que presentaron habeas corpus. También recayeron en el Juez Aquino. La casa fue requisada, dijeron que se llevaron “un arsenal de armas”. “Mi mamá me dijo que no tenían armas ni municiones, estaban guardados y sabían que eran perseguidos. Pero a ella le indignó que le robaron una valija con un ajuar; ropa para bebés -como escarpines- que habían preparado con las compañeras para nosotras. Cuando nacimos no teníamos nada para ponernos. Eso le dolió mucho a ella”, dijo María Ester sin adelantarse aún a su nacimiento.
La causa fue rechazada con costas por el juez Aquino. Presentaron otro recurso y denunciaron los apremios ilegales en el Juzgado Federal N 1 de La Plata, también con el mismo magistrado.
Nacimiento en Bernal
“Mamá había quedado alojada en la Comisaría de Bernal, en calle 25 de mayo, que sigue funcionando. Yo la recorrí como todos estos lugares que nombro”, prosiguió María Ester y agregó que lo que su mamá vivió ahí se lo contó “con mucho pesar, dificultad y a cuentagotas”. Embarazada de 9 meses la llevaron a una oficina y allí fue interrogada, torturada, golpeada y le hicieron un simulacro de fusilamiento.
También mencionó que todo el tiempo le querían hacer firmar un papel de entrega en adopción de -lo que creían- era el bebé: “no sabían que éramos dos dentro de la panza. Trataban de convencerla, que iban a buscar una buena familia, pero ella se negaba constantemente, después empezaban con amenazas: ‘entregalo porque no vas a sobrevivir. No la vas a ver crecer'”, contó.
En ese momento, Rosa Delfina se descompuso y los policías no tuvieron otra opción que llamar a una médica en la clínica vecina al centro clandestino de detención. Al ver la situación en la que estaba, la profesional recomendó internarla. Ingresó a la sala de parto con un grupo de policías con armas largas.
El médico quería echar a los policías del lugar mientras familiares de otros internados se enojaban porque “traían a parir a una subversiva”. “En ese contexto nacimos con mi hermana el 17 de noviembre de 1974”.
Rosa Delfina también le contó a su hija cómo recuerda el relato de la radio, donde decían que llegaban al país los restos de Evita: “Lo corroboré con un periódico de ese domingo”. Finalmente contó que los médicos hicieron una colecta para comprar ropa para las dos bebés y comida para la señora, que hacía varios días no comía.
Muerte de Victor Taboada
La lucha de las familias de los otros detenidos fue importante: siguieron pidiendo y averiguando por el destino de esa mamá embarazada. María Ester reiteró la importancia de la Causa por Apremios ilegales que presentaron: “Allí hay un croquis de la brigada de Banfield, con los pisos de los calabozos y está marcado el lugar donde encontraron el cuerpo de Taboada”, dijo en su declaración.
También contó que se robaron el cuerpo de Taboada de la morgue y que en la causa figura la denuncia del sereno del cementerio de Avellaneda: relata que 3 hombres vestidos de fajina lo ataron, lo vendaron y se llevaron el cuerpo de Victor Taboada en una ambulancia.
Comienzo de investigación
Después del parto, las bebés y Rosa fueron llevadas a la Unidad 8, en la cárcel de Olmos. También relató la cantidad de niños y niñas nacidas en cautiverio del penal de Olmos. Ellas ingresaron el 19 de noviembre del ’74: “Estaba a disposición del juez Grau por infracción a la ley 20840, la ley antiterrorista”.
“Cuando la llevaron a La Plata a declarar ante el juez, se pasó el tiempo que tenía para amamantar y se le mojaba la ropa en la camisa porque le salÍa la leche. La llevaron esposada y custodiada. Le explicó al juez que tenía dos bebés. En esa oficina estaba custodiada y en ese contexto le tomaron declaración. El 3 de diciembre ’74 se le dio la libertad pero no se efectúa porque quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Finalmente, 14 meses después, se la expulsó del país y fue dejada en libertad y custodiada por policías de civil hasta dejarla, sola, en el Aeropuerto de Lima, en Perú. “Pasamos el primer año de vida con mi mamá en Olmos, tanto yo, como mi hermana, Maria Elena”, resumió. María Elena falleció al inicio de los ’90 por una enfermedad generada por estrés post traumático.
Su mamá, Rosa Delfina, fue recibida en Perú por un Comite de Solidaridad a Presos Politicos de Argentina. “Vivió en el barrio de Miraflores, trabajó mucho allí, compraban telas, armaban camisolas, las teñían tipo batik para venderlas en la playa. Así juntó plata para volver al país”, resumió. Mientras tanto las hermanas mellizas habían quedado en Argentina en cuidado de una compañera que se solidarizaba con el partido: Olga Don Bosco, quien actualmente está desaparecida.
Unos meses después Rosa Delfina logró volver clandestinamente, con nombres falsos y fue recibida por el hermano del Che Guevara: “me pareció un poco desopilante, pero por otros testimonios escuché que él se solidarizaba con compañeros del PRT”. Así, en 1977 recorrió algunas casas en búsqueda de sus dos hijas y en muchos lugares no la dejaban pasar por “ponerlas en peligro”.
Finalmente las halló con una familia colaboradora en La Plata. “Al principio no se las querían entregar, nos querían adoptar, hicimos unas visitas previas en Plaza Moreno, hasta que nos entregaron a mamá”. Las tres estuvieron en diferentes lugares de la Provincia de Buenos Aires: “hasta que en diciembre fuimos a Santiago del Estero porque fallecía la abuela: en su lecho de muerte nos pudo conocer”.
“Allí empezó un periplo: pasamos por distintos lugares, 3 escuelas, un hogar donde quedamos internadas. Hasta que, finalmente, en el ’84 hicimos los documentos y en el ’85 volvimos juntas a La Plata”.
María Esther volvió a contar cómo comenzó con la investigación en 1995, pidiendo ayuda a abogados, buscando recortes de diarios, instalándose en oficinas de archivos de los Tribunales de 8 y 50 hasta conseguir los números de expedientes y el pedido de Desarchivo.
“Comencé la investigación cuando empecé a estudiar derecho en La Plata. Había un vacío muy grande en la historia, sobretodo la paterna. Mi mamá no hablaba de lo que había sucedido. Mi hermana melliza falleció en 1991 por una enfermedad del sistema inmunitario, que tiene mucho que ver el estrés post traumático”, contó. “Después del duelo que hice por ella, me di cuenta que las personas dejan rastros, objetos, fotos, cuadernos, ropa y me preguntaba por Jacinto, así empecé a preguntar y buscar”. María Esther primero fue a la Hemeroteca de la Biblioteca de la Provincia, en el Pasaje Dardo Rocha donde consultaba diarios en papel y encontró los recortes del 8 de octubre del ’74 y del 16 de noviembre del ’74, que abrirían la puerta a la historia de su vida.
Datos y filiación
“Me parece importante rescatar esto, ya que no fui la única hija con problemas de filiación. En el año 1995 encontré el nombre y apellido de mis abuelos paternos, dirección y teléfono y no me animaba a verlos”, explicó María Esther. Fue en ese momento cuando se contactó con las Abuelas en La Plata y les planteó: “Ustedes buscan nietos, yo busco mis abuelos”. Pudieron acercarse, generar un legajo judicial por filiación y hacer una prueba de ADN. “Fue el primer legajo de este tipo, no de un nieto desaparecido, sino de una hija que sabía sobre sus padres pero no tenÍa los elementos para demostrarlo”. Además explicó la inusual situación: “no era una demanda de paternidad sino de común acuerdo con mamÁ y abuela, le explicábamos a la justicia de Familia que no era una disputa, sino que es reparar estos lazos familiares históricos”. “El resultado determinó que era hija de Jacinto Alonso Saborido en un 99,9996%. Les pedí llamarme con el apellido de mi papá, pero también sostener el de mi mamá con orgullo”.
María Esther también relató una visita al Registro Civil de 1 y 60, donde, como estaba anotada posteriormente a su nacimiento, quiso ver el expediente que se había generado. “Ah, estos son los chicos de la subversión”, le respondió una empleada del lugar y agregó: “son los partos de las subversivas”. Pero le dio una constatación: era una declaración de mi mamá, porque ningún médico ni partera se animaron a constatar mi nacimiento en aquella clínica de Bernal”.
María Esther Alonso Morales finalmente agradeció al tribunal y “a quienes me acompañaron hasta aquí, donde no llegué solita”. También su familia y compañeros de Alemana, en España, donde vive actualmente. Hacia el final, decidió leer una poesía propia:
“Madurar”, A los hijos e hijas
Nacimos huérfanos
crecimos a la interperie
envejecimos de chicos
Nacimos a la intemperie
crecimos huerfanos
envejecimos de chicos
Huérfanos de intemperie
envejecimos de chicos.
Sentires
Finalmente, en una entrevista posterior a la transmisión, María describió estar “muy conmovida de haber prestado testimonio en este juicio tan importante como este”. Resaltó su importancia por los casos de tortura y secuestros antes del 24 de marzo de 1976.
“Recuerdo mucho el trabajo de la Asociación de Ex Detenidos, a comienzo de los años 2000, que insistían mucho con estos centros clandestinos de detención. Recuerdo el trabajo de Adriana Calvo y el croquis que habían armado; un trabajo tan valioso, que sirvió de base a estos Juicios”, resaltó.
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Es melómano y amiguero. También es periodista, docente, trabajador cultural y militante. Nació y se crió en Necochea y ahora hace más de 15 años que corta por diagonales.
Su vicio lo lleva a la sección Cultura de Pulso, pero también se puede mover por Política, Interés General y Derechos Humanos. Hace trabajos radiales para la cooperativa y da una mano para la cuestión de recursos, suscripciones, cocinar para todxs o lo que pinte. Su moto y su ansiedad lo llevan a ser de lxs más puntuales del emprendimiento.
Traficante de stikers. Julia no se acuerda cuando decidió convertirse en periodista, pero a los 11 años escribió un cuento: un fideo de barrio armaba una revolución en la alacena para no morir en la olla. Ella cree que ahí empezó todo, y puede que tenga razón. Nació en Bahía Blanca, una ciudad donde hay demasiado viento, Fuerzas Armadas y un diario impune.
En 2012 recibió un llamado: al día siguiente se fue a Paraguay a cubrir el golpe de Estado a Fernando Lugo. Volvió dos meses después, hincha de Cerro Porteño y hablando en guaraní. Trabajó en varios medios de La Plata y Buenos Aires cubriendo géneros, justicia y derechos humanos. Es docente de Herramientas digitales en ETER y dio clases en la UNLP y en la UNLZ.
Tiene una app para todo, es fundamentalista del excel e intenta entender de qué va el periodismo en esta era transmedia.