Trump anunció nuevos impuestos a productos del gigante asiático, que respondió con una medida similar. El proteccionismo de Washington quiebra la alianza entre las potencias
En un juego de ajedrez peligroso para la estabilidad económica mundial, Donald Trump (¿quién si no?) ejecutó una movida arriesgada. El presidente de Estados Unidos anunció un impuesto del 25% a bienes importados de China, valuados en US$ 50.000 millones, y que incluye a la industria aeronáutica, maquinaria, automóviles y tecnologías de la comunicación. En el gigante asiático no se quedaron quietos y replicaron el mismo arancel contra 659 productos estadounidenses, advirtiendo que su rival estaba comenzando “una guerra comercial”. Las dos potencias se enfrentan y el planeta observa a un costado del tablero.
“El lado chino no quiere librar una guerra comercial, pero frente a la miopía del lado norteamericano, China tiene que contraatacar con fuerza”, advirtió el gobierno oriental, y agregó: “Lamentamos profundamente que Estados Unidos haya ignorado el consenso alcanzado. Este paso no sólo daña los intereses bilaterales, también socava el orden comercial mundial”. Las principales bolsas de Europa le dieron la razón y reaccionaron a la baja.
Trump, sin embargo, denuncia que la relación bilateral es “injusta”, por dos razones: EE.UU. tiene un déficit comercial de 375.000 millones de dólares con China, y además muchas empresas norteamericanas se han instalado allí, produciéndose una transferencia de empleos del primer país al segundo. Así pues, pese a lo imprevisto de su decisión, la jugada es lógica en la política exterior de Washington, basada en el proteccionismo de su industria.
Para ejemplo sirven las primeras medidas adoptadas en su gestión, amenazando con multas y sanciones a Toyota y otras automotrices internacionales que tenían sus fábricas en México pero vendían autos en EE.UU. Por su parte, la reciente cumbre del G7 (los países industrializados) fue un fracaso por las disputas bilaterales y las denuncias cruzadas de proteccionismo. Trump se negó a firmar el documento final y se fue antes, quebrando una alianza histórica con potencias como Gran Bretaña, Francia y Canadá.
Tensión en el Pacífico
El acercamiento de Estados Unidos y Corea del Norte tras la firma de acuerdos en una histórica cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un en Singapur, una semana atrás, no es casual y se enmarca en la disputa que mantiene Estados Unidos por sus intereses en la zona de influencia china, que incluye a Corea del Sur y Japón, países que miran con recelo el expansionismo del gigante asiático.
China pretende agrandar su dominio marítimo con la creación de islas artificiales más allá de su plataforma, apropiándose de los recursos naturales de la zona. Estados Unidos, que está incluso donde no lo llaman, tiene gran presencia militar en esa región, con portaviones y permanentes ejercicios aéreos con las fuerzas japonesas. En esos confines de la tierra las piezas se mueven con rapidez y se percibe cómo el juego de estrategias geopolíticas entre las potencias se vuelve cada vez más peligroso.
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