El apoyo de diputados oficialistas al proyecto de ley presentado por la oposición que permite el retiro anticipado del 10% de los fondos de pensión, evidencia una crisis al interior de los partidos que integran la coalición de derechas que hasta ahora sostiene al gobierno del empresario conservador Sebastián Piñera
Por Adolfo Rocha
El apoyo de diputados oficialistas en al proyecto de ley presentado por la oposición que permite el retiro anticipado del 10% de los fondos de pensión, o sea la décima parte del capital que cada aportante tiene ahorrado en las AFP – el sistema previsional chileno es totalmente privado- para hacer frente a la debacle económica provocada por la pandemia, evidencia una crisis al interior de los partidos que integran la coalición de derechas que llevó al gobierno a Sebastián Piñera, “Chile Vamos”, conformada por los partidos Renovación Nacional, Unión Democrática Independiente, Partido Regionalista Independiente y Evopoli.
El presidente y sus operadores políticos jugaron a fondo a mantener la disciplina partidaria en la Cámara de Diputados, pero aun así un grupo de legisladores rebeldes definió su apoyo a la iniciativa, lo que permitió su media sanción y pase al Senado. Una derrota política personal para Piñera, quien como contraoferta ofreció el tratamiento de un paquete de medidas “para la clase media”, formuladas de apuro, que incluyen subsidios y beneficios crediticios. El proyecto de retiro de fondos se encamina este miércoles a una probable sanción favorable en el Senado, lo cual dejará al presidente ante la impopular opción de vetar la ley.
Y es que según distintas encuestas, entre el 83% y el 89% de la población apoya el proyecto de retiro del 10%, un síntoma evidente tanto de la aguda crisis económica como de la falta de credibilidad en la gestión gubernamental. Pero no solamente para la gente común, la oposición extraparlamentaria y la parlamentaria, sino hasta para propios dirigentes de la derecha, las medidas de emergencia económico social que desde hace algunas semanas viene tomando el gobierno llegan “tarde y mal”. El barco piñerista pareciera estar naufragando de cara al año y medio de gestión que resta: el instinto de supervivencia prima tanto en biología como en política.
Paralelamente, desde hace al menos un mes volvieron las movilizaciones y los cacerolazos en Santiago. No con la dimensión masiva que tuvieron entre octubre del año pasado y la llegada de la pandemia, pero sí con la suficiente contundencia como para certificar las severas necesidades – incluso alimentarias– que padece buena parte del pueblo chileno.
A la crisis de legitimidad del modelo político y económico neoliberal heredado de la dictadura pinochetista que se evidencio en las masivas movilizaciones del año pasado hay que agregarle una desastrosa gestión sanitaria y socioeconómica de la pandemia Covid 19.
La estrategia de “bloqueos focalizados” en la cual algunas comunas de Santiago fueron sometidas a restricciones severísimas – que incluyen el toque de queda- mientras que otras zonas del mismo Santiago – y del país- , estuvieron mucho más libres de restricciones, resultó un fracaso absoluto.
Claramente facilitó la circulación del virus, lo cual se sumó a la falta de reacción del ministerio de Salud, dirigido por funcionarios muy vinculados al sector de la medicina privada, hegemónica en Chile. Mala elección estratégica en el tipo cuarentena, severos déficit de gestión, limitadísimas medidas sociales de apoyo a la mayoría de la población, que se compensó con el traslado de toda la responsabilidad del cuidado a las instancias individuales de los ciudadanos y ciudadanas.
Conclusión: Chile es un país de casi 20 millones de habitantes que está octavo en el “top ten” de contagios de Covid en el mundo con 233.000 casos y 8.633 muertes.
Pandemia y crisis de legitimidad del modelo neoliberal
Sobre la oleada de movilización popular a fines del año pasado que marcó el descrédito en el que cayó el modelo económico y social neoliberal vigente en Chile desde hace más de medio siglo se ha escrito mucho. Lo que resulta evidente es que el “país ejemplar” que la derecha ofreció copiar al resto de Latinoamérica resultó un fiasco para la mayoría de sus habitantes.
Lo que ahora sale a la superficie es que la pandemia “congeló” durante un tiempo las manifestaciones de malestar y descreimiento popular. Pero si se analiza la situación fríamente, la gestión gubernamental de la crisis pandémica siguió estrictamente la lógica de neoliberal del “Estado gendarme” y la ausencia de medidas “populistas” que protejan a mayorías sociales que quedaron a la intemperie social, económica y sanitariamente.
La novedad no sería esa, ni la reacción monolítica de la alta burguesía chilena en defensa de la ortodoxia económica, es decir, de sus negocios. Tampoco el estado de convulsión de las mayorías. Sino que quizás por primera vez aparece en superficie cómo una parte de un sistema político que de “derecha a izquierda” aceptó el neoliberalismo como un dogma indiscutible, hoy busca salidas para sintonizar con la mayoría de la opinión pública.
En octubre está convocado un plebiscito – que nadie sabe a ciencia cierta si se realizará o no- para decidir si se reforma la constitución heredada del régimen pinochetista, y de reformarse, bajo qué forma de asamblea constituyente. Lo cierto es que por la espontaneidad del estallido social de 2019 y la posterior crisis pandémica, las fuerzas sociales emergentes no logran constituir, hasta el momento, herramientas políticas que le permitan disputar, no ya la resolución de una asamblea constituyente, sino la dirección misma del Estado.
Entonces estaríamos asistiendo al espectáculo de cómo elementos tradicionales de las élites políticas – aún miembros de la derecha- buscan adaptar sus posicionamientos de cara a las demandas populares como una forma de ocupar el vacío de poder que genera un presidente desgastado y sin consenso, y por otro lado un movimiento popular que aún no logra articular alternativas de gobierno generadas desde su propio seno.
Crisis política, social y sanitaria. La explosiva situación chilena está abierta a muy distinto tipo de resoluciones, tanto progresivas como regresivas. Habrá que seguir atentamente la evolución de la crisis durante las próximas semanas.
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