Diego Gandini es tambero, quesero e integrante de la Cooperativa de Trabajadorxs Rurales de San Vicente, en el cordón frutihortícola del conurbano bonaerense. Habló con Radionauta.fm sobre la represión en Guernica, las tierras de la familia Etchevere y la producción agroecológica: “Hay que pensar el acceso a la tierra desde la lucha de clases”, dijo.
Por: Radionauta.fm
El 21 de septiembre, en un encuentro con Jóvenes por el Clima, cartoneros del MTE y ONGs ambientalistas, Alberto Fernández se comprometió a dejar de contaminar el lugar donde vivimos y agregó: “Debemos ponernos firmes frente a las corporaciones, porque en caso contrario se privilegiará la rentabilidad de pocos en perjuicio de las inmensas mayorías”. Un mes antes, se había creado la Dirección de Agroecología dentro del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.
Aunque, en medio de un clima de incertidumbre cambiaria, la apuesta estratégica del gobierno para garantizar mayor provisión de dólares pasa por profundizar el extractivismo y darle mayor impulso al agronegocio. Con medidas más coyunturales, como la baja de retenciones a las exportaciones mineras y agrícolas, y con orientaciones a mediano plazo, como el “Plan Estratégico para el Desarrollo Minero Argentino” y la “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora, Inclusiva, Sustentable y Federal. Plan 2020-2030”. Este último, elaborado por el Consejo Agroindustrial Argentino y consensuado con actores políticos de ambos lados de la grieta, propone profundizar el agronegocio, el monocultivo agrícola y forestal, el uso indiscriminado de agrotóxicos y el avance de la frontera agropecuaria. Los incendios que azotaron al país en los últimos meses son, en buena medida, el primer paso para esa expansión.
Parece haber quedado atrás el debate por la expropiación de Vicentín y los planteos por avanzar en mayor soberanía alimentaria. A contramano de esto, nuestro país se convirtió en el primero en el mundo en aprobar el trigo transgénico HB4, lo que generaría altos costos ambientales y sanitarios como los que venimos experimentando desde que Felipe Solá aprobara el ingreso de la soja transgénica a Argentina en 1996. Miles de científicos ya se han manifestado en contra de este nuevo trigo HB4.
“El tema central para toda alternativa al modo de producción es el acceso a la tierra. Entonces, toda situación que visibilice y ponga en discusión y debate esto que está en disputa que es qué, cómo y dónde producimos es positivo en sí mismo”, dijo Diego Gandini, tambero cooperativista e integrante de la Cooperativa de Trabajadorxs Rurales en diálogo con Radionauta. Diego se describe como “aprendiz de tambero, aprendiz de elaborador de quesos que hace más o menos diez años, produce alimentos” y forma parte de una organización, un proyecto muy pequeño y humilde. La idea es, entonces, profundizar en estos temas desde una experiencia concreta: las que contribuyen a la creación de una alternativa productiva al modelo del agronegocio.
¿Qué importancia tienen las experiencias cooperativas y autogestivas de producción de alimentos en este escenario?
Creemos que la producción de alimentos en manos de los laburantes es estratégica y necesaria porque nos están obligando a comprar comida que no es sana, que está producida en condiciones de explotación y en el supermercado, a un precio caro. Lo que tratamos de hacer es desarrollar formas concretas de producir alimentos disputando el sentido a la lógica del capital. El capital es el que, por lo menos en nuestro país, planifica la producción de alimentos y la ofrece con sus lógicas.
Nosotros lo que hacemos es, desde un horizonte colectivo, cooperativo, llevar adelante las mismas tareas. Pero, por supuesto, desde otra concepción del trabajo, otra concepción de los bienes comunes, la tierra, los animales, el entorno. Desarrollamos proyectos viables con el horizonte de la soberanía alimentaria, pero con el objetivo de ser alternativa concreta de provisión de alimentos, experimentándola en la práctica, defenderla políticamente.
Tenemos un tambo con diez vaquitas, un pedazo de tierra de 20 hectáreas en la zona del periurbano. La zona del periurbano es semi-rural, o sea tiene la extensión de una chacrita, pero en un entorno del tercer cordón del conurbano con todas las complejidades que eso supone.
En la CTR además hay 2 ejes muy importantes vinculados a la cuestión de género, funciona una consejería para mujeres en situaciones de violencia y realizamos acompañamientos en embarazos no deseados. Tratamos de dar un enfoque integral a todas las consecuencias de este sistema.
¿Cómo interpretaron la disputa en los campos de la familia Etchevere, que tuvo mucha repercusión mediática?
Nos parece que todo este tipo de eventos lo que hace es visibilizar y disputar sentido. Porque todas estas concepciones están en disputa. La agroecología, incluso la soberanía alimentaria, el modo agroecológico de producir. Es una oportunidad que creemos que hay que aprovecharla y profundizarla.
Nosotros participamos del Foro Agrario que se hizo el año pasado. Nos parece una oportunidad histórica, creemos que hay que abordar esto de forma más abierta. Creemos que, en el acceso a la tierra, hay valores estratégicos para una transformación profunda. Cuando vemos que existe un foro que convoca a un montón de organizaciones que laburan el campo se trata de un momento histórico particular, porque empiezan a extenderse cada vez más estas nociones que están en disputa.
En su momento, cuando se discutía la intervención de Vicentín, desde el gobierno plantearon las nociones de soberanía alimentaria. En agosto se creó la Dirección de Agroecología, ¿cómo ven la convivencia entre estos hechos y el modelo imperante de producción alimenticia?
Cuando llegó lo de Vicentín, todos lo tomamos con mucho cuidado. Lo mismo con la propuesta que tienen los chinos para la producción de chanchos, lo mismo que pasa ahora con este trigo transgénico. Hay mensajes que son muy contradictorios.
La agroecología es un término que ya se acerca a ser polisémico y está en disputa. Creemos que la agroecología es un modo alternativo de producción que cambia el paradigma, incluye en lugar de excluir. Viene a poner en discusión el modelo de producción. Pero creemos que la soberanía alimentaria y el capitalismo son absolutamente contradictorios e incompatibles. Por supuesto que hay que plantearse una transición porque estamos en un mundo en donde rige la economía de mercado y la lógica del capital. Lo que no deberíamos permitir es que la agroecología pase a ser la producción orgánica, que se transforma en otro sistema que no afecta en ningún sentido la lógica del capital. Es necesario pensarla ligada a la lucha de clases.
Me parece que todos los proyectos desarrollistas o neokeynesianos apuntan en el mejor de los casos a llegar a la seguridad alimentaria a través de la ciencia y la técnica. Eso no cambia ninguna estructura de las que hay que cambiar para que haya alimento para todes. Existe una idea que no es negativa en sí misma, que es la de hacer huertas comunitarias. No está mal, pero nosotros necesitamos plantearnos el abastecimiento de alimento para millones de personas.
Desarticulando la lógica del capital, tenemos que construir proyectos y propuesta que sean atractivas para una gran parte de la población, más allá del debate y la abstracción. Tenemos una responsabilidad ética, pero lo primero que tenemos que hacer es luchar por el acceso a la tierra. Sin tierra es imposible ninguna de estas transformaciones.
¿Cómo impulsan estos debates hacia lo interno de la Cooperativa de Trabajadores Rurales?
Nosotros nos sentimos en un compromiso de intentar transmitir y comunicar a muchos compañeros y compañeras que viven en nuestro barrio, que fueron despojados de sus tierras hace mucho tiempo por vías violentas (así ha sido siempre), con un “proyecto” de hacinamiento en los cordones del conurbano.
La acumulación del capital tiene un proyecto para ellos, hacinarlos en los barrios, y ponerlos en función de sus intereses. Nosotros tratamos de revertir eso, pero el problema es cómo lo transmitimos.
Parte de quienes trabajan con nosotros vienen de familia de productores, con una cultura mucho más arraigada. Pero el sistema expropia las subjetividades y ya tienen una idea del campo que es negativa, de que el campo es el atraso. Hay una inercia que es muy fuerte. Entonces, ¿cómo transmitir esos debates a compañeros que saben mucho más que yo de ordeñar una vaca? ¿Cómo proyectar su deseo en esta forma de producción?
Hay un gigantesco aparato de manufactura del sentido común. Y es un relato fuerte. Tenemos que desarrollar herramientas de comunicación para llegar cada vez a más gente, proyectos viables, concretos, desde una base material, que puedan demostrar que es posible producir de otra manera. Sino, nos va a pasar lo que viene pasando, que nuestros compañeros están proyectando su deseo en el consumo o en las cosas que este sistema le ofrece y no va a haber otra alternativa.
San Vicente queda a pocos kilómetros de Guernica. Más allá de que la recuperación de tierras no estaba relacionada a lo productivo, ¿estas experiencias de lucha por la tierra tienen vinculación?
Debemos vincularlas. Nosotros formamos parte del proceso de Guernica. La diferencia es que, en situaciones de crisis, mucha gente necesita tener un espacio donde vivir, entonces el pueblo no va a respetar cuestiones jurídicas, va a tomar un terreno porque es la única forma de tener un pedazo de tierra. Indudablemente es parte de lo mismo.
En Guernica se discutía si se hace un lago para un Country que tiene 15 hectáreas mientras al lado había gente viviendo en un pozo. Como pueblo estamos tan atrás en la cuestión de la conciencia que hay gente yendo a defender la propiedad privada de alguien a quien se quiere parecer. Y mientras en Guernica se estigmatizó a la gente que sostuvo la toma con frío, con calor, con lluvia, con lxs hijxs, tratándolos de delincuentes.
La CTR por ejemplo tiene un pedazo de tierra de 20 hectáreas que, si no hubiera habido gente que luchó por esas tierras, nada de lo que estamos haciendo hoy hubiera sido posible.
El tema de la tierra es central. En esta región del mundo en donde coexisten todos los recursos que el planeta necesita, tenemos que encontrar la manera. Es un compromiso ético: estamos parados arriba de un suelo que podría alimentar a todo el continente.
Somos un medio de comunicación cooperativo que se conformó luego de los despidos ilegales en el diario Hoy y en la radio Red 92 de La Plata, sucedidos a principios de 2018.
Sin laburo y con la intención de mantener nuestros puestos de trabajo, un grupo de periodistas, correctorxs, fotógrafes, locutorxs, productorxs audiovisuales y diseñadorxs decidimos organizarnos de forma colectiva.