La banda que marcó a una generación volvió a los escenarios y generó un fenómeno impensado. Pulso Noticias habló con su cantante, Nicolás Kramer, sobre la música, el país y los proyectos
Estuvieron 12 años sin tocar, volvieron en diciembre del año pasado y debieron agregar shows por entradas agotadas. No son tan conocidos: no salen en la tele ni llenan las grillas de los festivales. Son más bien un mito urbano, un disco que se pasa entre amigos, una recomendación de domingo bajonero. Madre de las bandas indies, en los años 90 giraban por el under porteño, volanteaban afuera de los recitales, festejaban si algún tema suyo salía en la radio. Cambió el siglo y ellos hicieron una de las pocas cosas que estuvieron bien: Autochocador, su tercer disco, fue considerado una obra fundamental en aquel 2001 fatídico. Ni tan lejos ni tan cerca, era otro país. O no.
“El mundo es tan distinto”, dice Nicolás Kramer a Pulso Noticias. Son las ocho de la noche y recién llega a su casa tras ensayar con el resto de la banda: su hermano Sebastián Kramer (guitarra), Juan Stewart (bajo y teclados) y Javier Diz (batería y teclados). Se preparan para el sábado, a las 21 horas en el Teatro Sala Opera, cuando se encuentren una vez más con su público de La Plata, expandido gracias a Internet y las plataformas digitales de música. “El mundo es tan distinto. Por un lado, hay muchos detalles parecidos a los 90, una impronta social del país que nos sigue atravesando. A su vez, tenemos el doble de edad tecnológica que cuando tocábamos, el doble de recorrido vital, y hacer música hoy es muy diferente”, completa Nicolás.
Banda de grandes canciones, que “surgen más del contacto con el mundo interno” y hablan del amor, de saber volar, de ser inquietos mientras crecen. Los Jaime Sin Tierra ya no tienen 20 años, sin embargo, según Kramer, “el show no está planteado desde la nostalgia. Estamos revisitando la obra de la banda, no estamos intentando reproducir el pasado, para nada. Lo que hacemos es interpretar las canciones desde lo que somos hoy, recorremos toda la discografía, con versiones fieles a las que están grabadas, y otras actualizadas”.
¿Que tiene que tener una banda para perdurar así en el tiempo?
No tengo idea, no es una fórmula que apliquemos. Hay algo, sí, que es tratar de ser lo más auténticos posibles, ver qué nos pasa, siempre fuimos así. En las canciones hay una sensación interna de que esto todavía comunica algo, nos resuenta en algún lugar interno. Algunas de ellas son representativas de la historia de la banda, y la constituyen.
20 años después, ¿se siguen divirtiendo?
Sí. Antes de formar la banda, el punto de partida fue la amistad, la música fue la excusa para reunirnos y pasarla bien. Sigue teniendo sentido porque disfrutamos, es un eje fundamental. Además, nos conmueve y nos emociona volvernos a encontrar en vivo. Después vino la respuesta de la gente, que no esperábamos, y que tuvo una intensidad mucho más fuerte de la que imaginamos.
¿Cómo ven la escena indie hoy?
La escena indie es mucho menos indie de lo que era antes, por suerte. Algo a favor es que ahora las bandas tenemos un umbral de difusión mucho más amplio y democrático, la música esta disponsible y va haciendo su camino, se expandió muchísimo la posibilidad de que te escuchen. Además, hay bandas muy buenas, El mató nos gusta a todos, pero también hay otros proyectos, como los chicos de Zorro Gris, que tocan antes que nosotros y es muy bello lo que hacen. Hay grupos con los que compartimos una estética, una sensibilidad, y se arma una red de afinidad y sonido que te une.
Tras tocar en La Plata, Jaime Sin Tierra seguirá su camino por Mendoza y Chile, y cerrará el año en el Teatro Vorterix. “El mapa se extiende hasta ahí, no tenemos necesidad de forzar nada, no tenemos presiones de ningún tipo”, dice Nicolás Kramer. Productores, músicos solistas, cada integrante tiene sus proyectos paralelos, mientras cultivan, también con un poco de misterio, el mito de una banda que no necesita tocar para resistir el paso del tiempo.
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