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domingo 22-12-2024

La reserva de Punta Lara, un pulmón verde entre ciudades

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Por: Florencia Mártire

Territorio de carpinchos, gatos monteses, mariposas “bandera argentina” y uno de los mayores humedales de la región. ¿Qué sabés de la reserva que queda a pocos minutos de tu casa?

Todos los martes y jueves antes de que den las diez de la mañana, Ximena Russo espera atrás de la tranquera de entrada de la Reserva Natural Punta Lara, frente a la costa del Río de La Plata. Allí, recibe a un grupo reducido de personas para guiarlas en la visita a esa área protegida, un pulmón verde que se ubica entre los partidos de Ensenada y Berazategui y limita con la autopista La Plata-Buenos Aires, aún desconocida por buena parte de la población

La cercanía con los centros urbanos parece borrarse una vez adentro, donde se empieza a distinguir la condición de “mosaico ambiental”. De pronto se está frente a un paisaje en el que conviven una selva marginal, matorrales, pajonales, albardones, pastizales y cuerpos acuáticos, como lagunas, canales y arroyos. Un paisaje en el que todo el tiempo “hay muchos ojos mirándonos”, según Ximena, aunque lo más evidente sean mariposas y unos mosquitos gigantes que no dejan de revolotear.

A partir de una serie de decretos y leyes, que van desde 1943 hasta 2001, se consiguió la protección de una parte de las hectáreas de la antigua estancia Pereyra Iraola (al principio fueron 30, después 500 y actualmente 6000), expropiada en 1949, y la categorización de ese conjunto de tierras como Reserva Natural Integral Punta Lara. Una categoría que implica un “acceso limitado” al lugar, y cuya misión es “el mantenimiento de ecosistemas naturales y la restauración o recuperación de ambientes degradados, asegurando su perpetuación en las condiciones más naturales y prístinas posibles”, en base a la ley provincial 10.907, sobre Régimen de Reservas Naturales.

De modo que quienes más circulan por este espacio, administrado por el Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable, son el personal de la reserva y los grupos de investigadores que llegan de diferentes lugares y muchas veces se quedan por años haciendo trabajos de campo, dada la diversidad de especies que allí habitan. Así, el monitoreo y la investigación científica constituyen tareas fundamentales para su preservación. Pero, al ser un patrimonio común, la relación con la comunidad local también se torna un aspecto primordial, y las visitas guiadas son una de las actividades que se desarrollan para vincular a la población con este entorno natural.

Proteger lo que queda

“La urbanización no se detiene, sigue avanzando y va generando presiones en los pocos ambientes naturales que van quedando, o sea que esto es lo que queda, es lo que hay que intentar cuidar para que no se pierda, no solamente por la pérdida de estos espacios naturales que conduce a la pérdida de especies que siempre habitaron en la costa del Río de la Plata, también por la pérdida de servicios ambientales para nosotros”, asegura Ximena, que realiza su trabajo de guía con igual ímpetu hayan una o seis personas. Hace más de siete años que integra el equipo de la reserva, junto al encargado, cuatro guardaparques, dos viveristas y un baqueano.  

“Para nosotros, como población, es absolutamente saludable tener este espacio natural”, continúa. Se refiere, por ejemplo, a la contribución de este pulmón verde de mejorar la calidad del aire que respiramos; a la capacidad del humedal de absorber litros y litros de agua en exceso, lo que evita o amortigua inundaciones y a la vez forma reservorios de agua. “Tal vez es la fracción más grande a nivel regional, dadas las dimensiones, dada la diversidad de ambientes y de especies, pero cuando miramos hacia los alrededores los espacios son más chicos”, reflexiona, “entonces lo que se puede hacer es sostener lo que queda y visualizar aquellos lugares que no tienen un grado de protección, ver qué figura o qué compromisos pueden surgir, bien del estado o de las personas. No importa de qué lugar viene sino que sea una propuesta válida, viable y que nos beneficie a todos”.

El crecimiento urbanístico, la caza y pesca furtivas, el sobrepastoreo de ganado y la presencia de basura en los alrededores son algunas de las “amenazas latentes” que tiene la reserva por estar entre ciudades. Para intentar minimizarlas y evitar pérdidas de la salud de los ambientes, los guardaparques realizan recorridas de manera permanente, cuenta Ximena, y también “se intenta mantener comunicación con otros actores que están por fuera y que tienen la predisposición de dar aviso si ven un foco de incendio o alguna situación que nos ponga en alerta”. Aunque, por su experiencia, considera que hay un desconocimiento de la población cercana sobre la reserva, que algunas personas saben que hay “una selva” o “algo” por la zona de Boca Cerrada y que otras directamente no la registran. Por eso, señala la importancia de “llevar conocimiento y despertar el interés de la gente para que se cambien las actitudes e ir sumando personas que tengan el deseo de que esas amenazas no pongan en peligro estos espacios”. 

A raíz de diversos trabajos se lograron adquirir declaratorias que Ximena define como “importantes paraguas de protección”. La Reserva Natural Punta Lara es hoy varias Áreas de Importancia: para la Conservación de las Aves (AICA), para la Conservación de los Pastizales, para la Conservación de Murciélagos (AICOM) y también una Reserva de Biosfera, distinción internacional que integra junto al Parque Pereyra Iraola, el predio de la Escuela Juan Vucetich y el resto de las tierras que conformaban la estancia Pereyra Iraola (las cuales suman aproximadamente doce mil hectáreas, el doble del tamaño de esta área protegida).

Desde 2007, la Reserva de Biosfera Pereyra Iraola conforma la Red Mundial de Reservas de Biosferas, “un instrumento para la conservación de la diversidad biológica y el uso sostenible de sus componentes”. Por medio de revisiones periódicas e informes, la UNESCO realiza un seguimiento de la situación y el funcionamiento de estos sitios, de los cuales hay quince en la Argentina en la actualidad. 

Según Ximena, con respecto a la zona de la Reserva de Biosfera que le compete a la Reserva Natural Punta Lara, “se trabajó, se completó la ficha de revisión y se entregó en los términos que fueron pautados”. Y agrega: “La UNESCO con su equipo hace la revisión de todas esas fichas que va recibiendo y después va generando solicitudes; por ejemplo que hay que informar o avanzar sobre tal cosa, y va dando los plazos para que se vaya trabajando y cumpliendo con eso. Actualmente, la Reserva de Biosfera se encuentra en esas instancias: cumpliendo los requerimientos que fueron solicitados y con las fechas que se van pautando. Los puntos más importantes son la creación del comité de gestión, que ya está marchando, y un plan general de gestión que eso es lo que se comienza a plantear ahora. No es un trabajo sencillo, va a llevar tiempo, pero está en agenda y se está trabajando”.

Seguir acompañando el proceso de Reserva de Biosfera; lograr ser Sitio Ramsar, una identificación de humedales de importancia internacional; reforzar las tareas de control y vigilancia; y mejorar los canales de comunicación para llegar a más cantidad de personas son para Ximena algunos de los desafíos que tiene por delante su equipo. 

El recorrido dura cerca de una hora y se realiza por un sector acotado. Según el día, la observación puede ser diferente: después de una crecida del río, por ejemplo, las visitas pueden ver los ambientes de humedales liberando agua, aunque probablemente no puedan llegar al Mirador de los Ceibos si el sendero está encharcado. Se pueden llegar a ver carpinchos, gatos monteses, burritos colorados y observar distintas plantas medicinales como el chal chal y el palo amarillo. Pueden conocer sobre los distintos tipos de suelo (arenoso, arcilloso y conchilla) y ver mariposas en todas las direcciones, como la llamada “bandera argentina”, emblemática de la ribera platense. También pueden identificar que las mismas plantas que comercializan en los viveros, usadas para ambientar las casas, allí son nativas y crecen salvajes, como la cola de caballo o la érica. 

Probablemente, la gente que la visite se vaya con la sensación de que no les alcanzaron los ojos ni los oídos para registrar tanta biodiversidad de golpe, y quizás quieran volver en la próxima estación para descubrir las mutaciones del paisaje. Tal vez en cada recorrido guiado, en cada actividad educativa, Ximena continúe insistiendo en la necesidad de integrar a todos los sectores de la población en el cuidado de la naturaleza y repita con certeza: “Lo que hoy hay es lo que queda, lo que hoy hay es poco”.

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