La cocina que fue maternidad clandestina, los calabozos y el sótano de los fusilamientos fueron los espacios principales visitados por jueces, hijas nacidas allí, sobrevivientes y familiares. El pedido de cárcel común que impactó a los jueces. La conmoción todavía dura. Invitamos a una recorrida a través de videos y una crónica de esta cobertura especial de La Retaguardia y Pulso Noticias.
Existen historias creadas únicamente para atemorizar infancias. Relatos orales que se les cuentan a los niños y niñas para que hagan caso. En ellas se crean personajes y escenarios ficticios, por lo general villanos muy villanos que habitan castillos del mal, o también laberintos de los que no se sale jamás. Esos relatos, incluso, pueden llegar a la pantalla grande y ser muy taquilleros. Así a las niñas y niños luego se les dice: “Si te portas mal, te va a pasar como le pasó a tal en la película”. ”Si no hacés aquello o no te vas a dormir temprano, o lo que sea, te voy a dejar en el castillo del mal” o en “el laberinto” de no sé qué. Así las cosas con la pedagogía. Esos lugares ficticios, esos castillos del mal, esos laberintos infinitos, rompieron los cuentos y se volvieron reales en la esquina que forman las calles Siciliano y Vernet, en la localidad de Banfield, partido de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires.
En Banfield, el castillo del mal es un pozo que funcionó como dependencia policial. Es gris por afuera y de cerámicas rojas en su interior, incluso en las escaleras. En los metros que ocupa este edificio ocurrieron las peores cosas que habitan en la naturaleza humana, el lado oscuro de la humanidad. Apenas una gota del genocidio argentino.
Visto desde la vereda de enfrente, donde está el barrio de edificios, el Pozo de Banfield sobresale por su particular arquitectura. Las columnas cuadradas que sostienen el primer piso le ganaron espacio a la ochava. Arriba quedó todo en ángulo recto. Pero abajo no se ocupó la totalidad de ese espacio y quedó más amplia la vereda con una suerte de galería, quizás estacionamiento techado para un par de autos. Si no fuera por los murales que piden justicia, los dibujos de los pañuelos de las Madres o el rostro de Santiago Maldonado, en las paredes predominaría el color gris cemento.
Martes 9 AM
El Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, conformado para este juicio por los jueces Ricardo Basílico, Walter Venditti y Esteban Carlos Rodríguez Eggers, realizó una inspección ocular donde funcionó el Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Pozo de Banfield, en el marco del juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese edificio y en los CCDTyE Pozo de Quilmes y El Infierno en Avellaneda. En los tres lugares funcionaron Brigadas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y hoy son Sitio de Memoria. Los jueces ya recorrieron El Infierno, la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda, y ahora le llegó el turno al Pozo de Banfield. En la recorrida judicial había una expectativa importante por poder ingresar al sótano; otras veces no se había podido, pues estaba inundado.
“SEC CUSTODIA Y TRASLADO INTERPROVINCIAL DE DETENIDOS”, dice el portón vehicular de doble puerta por donde ingresó la comitiva. Al llegar al primer patio interior se escucha cómo cierran el portón de chapa. Ese ruido tan característico es el que escucharon los y las detenidas que ingresaron por ahí antes de sufrir tormentos y violencia sexual.
El barrio del Pozo
“Este centro clandestino empieza a funcionar en 1974 con el Plan Cóndor y funcionó hasta el 78”, cuenta a La Retaguardia y Pulso Noticias Juana Eva Campero, integrante de la mesa de trabajo del Sitio de Memoria Ex CCDTyE Pozo de Banfield.
Campero detalló cómo era el barrio de casas bajas mientras funcionaba el centro clandestino: “Este era un barrio del Conurbano. Atemorizado. Los vecinos no pasaban por acá, no les permitían”.
El lindero del Pozo sobre la calle Vernet era un baldío que no tenía la pared que ahora tiene. Estacionaban los patrulleros y había un camión de combustible, cuenta Campero. En 1978, cuando cierran el CCDTyE, armaron una pila de cosas con frazadas, ropas y libros. “Y estaba el camión de combustible. Los vecinos llamaron a los bomberos que apagaron ese incendio. Y después empezaron a traer presos sociales. En ese lote las familias se paraban a hablar desde las ventanas con las personas que estaban detenidas acá”. El lugar siguió en manos de la policía de la provincia hasta el 30 de agosto de 2006.
Del otro costado, sobre Siciliano, había viviendas. Una tarde, a un chico se le cayó una pelota para el otro lado. Y el chico se trepó para ir a buscarla. “Bajate de ahí”, fue el grito desesperado del padre. “Todos los vecinos sabían lo que ocurría acá; entrada y salida de vehículos a cualquier hora del día, de la noche sobre todo. El barrio sabía lo que sucedía. Pero ellos mismos te dicen: ‘¿adonde íbamos a ir a denunciar?’” El vecindario estaba bajo amenaza y mantenía las persianas bajas.
Unas casas mas allá “vivía un electricista que lo llaman para hacer un arreglo eléctrico en el sótano. Él volvió a su casa pálido. No habló hasta el día de hoy. No hizo el trabajo. No sabemos lo que habrá visto en el sótano”.
Otros relatos dan cuenta de la baja tensión de luz, producto del uso de la picana eléctrica, y de una radio con música fuerte en la planta baja. “Lo que nos cuentan los vecinos es que acá abajo había una radio que siempre pasaba música y en el momento que alguna compañera iba a parir la subían a todo lo que da”. La cocina del Pozo era el lugar donde llevaban a las embarazadas al momento del parto. Esa cocina da a la calle Vernet.
El sobreviviente Pablo Díaz explicó cómo eran esos momentos desde los calabozos: “Estábamos entre el amor de cuidarlas y la situación de angustia que estén ahí. Tiradas, desnudas. “¿qué van a hacer con ellas? sáquenlas de acá”. Y cuando nos gritaban voy a parir, va a salir mi hijo, nosotros veíamos que lo querían tener, golpeábamos con fuerza la celda y gritábamos. Y nos poníamos contentos cuando escuchábamos el llanto del bebé. Tuvimos la inocencia de creer, como nos decían, que iba a ir a una chacra a sus cuidados. Después la historia nos dio otra cosa”.
La maternidad clandestina del pozo era una cocina y a las embarazadas las arrastraban arriba de una chapa. Los y las bebés nacidas en cautiverio eran apropiados en ese mismo momento y sus madres asesinadas y desaparecidas.
El sótano, la cocina que era utilizada como maternidad y las celdas serán los lugares centrales durante la visita ocular.
Oficinas y el casino de oficiales
Para desorientar a los sobrevivientes y en un intento por refutar sus testimonios, los genocidas realizaron una serie de reformas edilicias. La más clara: las celdas y la cocina que se utilizaba como maternidad se conectaban directamente. Ahora hay una pared.
“Vos podés ingresar por distintos lados a este lugar porque en la calle Vernet hay dos puertas, y una que comunica con el sótano directamente, que fue modificada. Suponemos que fue para desorientar al que sobrevivió aquí”, analiza Juana Eva.
También se piensa que las reformas están relacionadas con la visita de la CONADEP. Pero hay toda una serie de reformas inexplicables en sectores donde no transitó la ocular y de los cuales no se sabe el funcionamiento exacto por no tener testimonios de sobrevivientes y porque los represores mantuvieron un pacto de silencio.
“En uno de los lugares que no entramos hoy, que es el casino de oficiales, hay una caja fuerte y los agujeros que encontramos parecen de otra caja fuerte, por el tamaño”.
Algunos detalles de ese laberinto: en un pasillo hay un escalón que solo conduce al tropezón, un desnivel sin mucha explicación, quizás fuera una viga que no pudieron remover o pasara un caño sobre el piso. En un ingreso, por un desnivel, hubo que hacer una escalera de tres escalones. El último escalón es notoriamente más alto que los otros dos.
En otros ambientes hay placares gigantes, empotrados. Otros pequeños que fueron colocados ahí pero no eran de ahí, porque les sobra espacio. Baños completos. Pasillos empapelados con guardas, más propios de una vivienda que de una comisaría. Pisos alfombrados. Se puede pensar que eran utilizados por el comisario.
Agujeros en paredes interiores que comunican a otros ambientes igual de cerrados. Pasillos que bordean esos ambientes. Una ventana enorme con vista al patio interno con doble cortina de enrollar de madera donde un borde fue reformado para colocar una escalera de metal hacia la planta baja. Si se baja la persiana desde el primer piso, ese acceso quedaría inutilizado. (El pasaje que producía esa escalera, a Ricardo Basílico le recordó al CCDTyE Automotores Orletti, también utilizado en el Plan Cóndor).
–Esto es un laberinto… –dice alguien durante la ocular.
–Sí. Un laberinto del dolor –amplía un fotógrafo.
Las celdas
Las paredes del Pozo de Banfield se pierden con el roce. Es pura humedad que descascara. En los calabozos sin luz solar y apenas unos centímetros de ventilación se te pega el olor a encierro en la nariz. Doce calabozos espejados, con pasillos a los costados. En su interior, un banco de cemento. Las puertas son de hierro, cerradas totalmente. 1,50 x 2,50. No se puede describir más claramente la sensación de tumba después de estar ahí adentro con la puerta cerrada.
El sótano
Si bien no estaba inundado, aún conservaba algunos charcos, centímetros de agua. En este lugar ocurrieron dos hechos fundamentales de la visita ocular.
Pablo Díaz relató cómo era utilizado para asesinar a los y las secuestradas. Llevaban a sus víctimas drogadas y les pegaban un tiro en la nuca.
El otro hecho importante ocurrido en ese lugar de fusilamientos fue el pedido de justicia y revocatoria de la cárcel común a los imputados de este juicio, que el tribunal escuchó con atención y se comprometió a dejar mención en el acta de la inspección ocular.
El juicio
Este histórico juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en tres centros clandestinos donde funcionaron las brigadas de la Provincia de Buenos Aires se transmite en directo por el canal de YouTube de La Retaguardia en una transmisión conjunta con Pulso Noticias.
Próximamente, y en relación al Pozo de Banfield, declararán las primeras travestis trans en ser querellantes de un juicio de lesa humanidad de la y que estuvieron secuestradas en ese lugar. Contó Juana Eva Campero: “Esa comunidad ha ayudado mucho a los compañeros, por ejemplo Pedro Nadal, que estuvo aquí. Él le da su identidad a una compañera trans para que le avise a su familia. Ella lo vio tan torturado que le dice “¿en qué te puedo ayudar?”. Era eso, avisarle a su familia. Cuando ella sale en libertad, se va hasta la provincia de Santa Fe y le avisa a su familia”. Pedro recibió una paliza cuando su familia se presentó en la comisaría pero quedó blanqueado, se salvó.
“Compañeras que las traían por contravención por estar ejerciendo la prostitución en Camino de Cintura cuentan que había una edificación y las hacían picar piedras, limpiar. Y cuando compartían lugar con los compañeros que estaban en calidad de secuestrados intercambiaban estos diálogos para poder ayudarlos cuando salieron en libertad. Estamos esperando esos testimonios”. Los relatos también dan cuenta de todo tipo maltratos y abusos sexuales.
Elsa y Paula
Las fotos de Natalia Bernades:
Redacción: Paulo Giacobbe -La Retaguardia
Registro audiovisual: Fernando Tebele -La Retaguardia
Guión y edición audiovisual: Guillermo Contrera / Julia Varela Pulso Noticias
Fotos: Natalia Bernades – La Retaguardia
Traficante de stikers. Julia no se acuerda cuando decidió convertirse en periodista, pero a los 11 años escribió un cuento: un fideo de barrio armaba una revolución en la alacena para no morir en la olla. Ella cree que ahí empezó todo, y puede que tenga razón. Nació en Bahía Blanca, una ciudad donde hay demasiado viento, Fuerzas Armadas y un diario impune.
En 2012 recibió un llamado: al día siguiente se fue a Paraguay a cubrir el golpe de Estado a Fernando Lugo. Volvió dos meses después, hincha de Cerro Porteño y hablando en guaraní. Trabajó en varios medios de La Plata y Buenos Aires cubriendo géneros, justicia y derechos humanos. Es docente de Herramientas digitales en ETER y dio clases en la UNLP y en la UNLZ.
Tiene una app para todo, es fundamentalista del excel e intenta entender de qué va el periodismo en esta era transmedia.
Visuales y redes - en sus ratos libres hace dibujitos. Neuquino/Platense nacido en el ‘86. No le gusta el fútbol, el verano, ni la acumulación de humanos. Eligió la carrera de Diseñador en Comunicación Visual porque no sabía que se podía vivir de hacer dibujitos, pero en el proceso descubrió un interés muy particular por la construcción de mensajes. Freelancero volador convencido de que el trabajo en relación de dependencia no es el camino. En la cooperativa encontró un espacio de experimentación y aprendizaje constante ya que siempre hay un nuevo desafío que lo saca de su zona de confort.