fbpx
26.5 C
La Plata
miércoles 26-02-2025

Tenían 2 años y sobrevivieron al secuestro de sus madres un 26 de febrero de 1978

MÁS NOTICIAS

Cinco mujeres militantes del PCML se refugiaban en Mar del Plata junto a dos niñas, escapando de la persecución. Mientras eran secuestradas, sus madres lograron esconder un papel con los datos de sus abuelos en la ropa de las nenas, salvándolas de la apropiación. La historia de Victoria e Isabel Prigione Greco, y de Sofía Borri.

Texto: Ramiro Laterza (Pulso Noticias)
Edición: Fernando Tebele (La Retaguardia)

El genocidio en Argentina dejó innumerables historias trágicas, cada una de ellas con situaciones que superan la ficción, en cuanto a violencia, miedo, injusticia y dolor. Pero, a veces, también se pueden conocer las otras historias, las de superación, resiliencia, emoción y resistencia. 

Dos nenas de 2 años viviendo con sus respectivas madres y otras 3 compañeras de militancia, intentando escapar de la persecución del Terrorismo de Estado en la provincia de Buenos Aires. Un operativo violento que secuestró a 4 de esas mujeres, y un papelito escondido entre las ropas de las nenas con la dirección de sus abuelos, para poder ser rescatadas.

El operativo fue el 26 de febrero de 1978 en la ciudad de Mar del Plata y las dos nenas son Maria Victoria Greco y Sofía Barri, quienes el pasado viernes 21/2 pudieron dar testimonios de sus vidas en el juicio “Subzona 15 Tramo III”. Sus mamás están desaparecidas, el papá de Victoria también.

A través de la transmisión de La Retaguardia se pueden ver las declaraciones de ese día, que intentarán registrarse también en esta nota. Primero el testimonio de Victoria y, luego, el de Sofía, entralazados en la historia.

Prigione Greco, hermanas sobrevivientes: la lucha de Vicky e Isabel

Victoria y su hermana Isabel son actualmente dos reconocidas militantes en La Plata y la zona sur del AMBA. Son hijas de desaparecides y en este caso le tocó dar testimonio a Vicky, dos años y medio mayor que Isa. Viajó a Mar del Plata y allí se sentó en la silla de testimonios y comenzó presentándose: “Yo soy Maria Victoria, la hija de Cristina Greco. Voy a comenzar por contarles un poco quién era mi mamá”. 

Contó que Dora Cristina nació el 28 de octubre de 1947 en Berazategui, hija de Juan Greco y Dora Francisca. Cursó la escuela primaria cerca de Berazategui, en el mismo barrio donde 30 años despues las hermanas se criaron sin sus papás. Luego, continuó la secundaria en el Normal de Quilmes, se recibió como Maestra Nacional Normal en 1963 y empezó a estudiar Odontología en la Universidad Nacional de La Plata hasta graduarse y comenzar a trabajar en una sala de primeros auxilios en Ranelagh, cerca de su barrio. También fue ayudante honoraria en la Cátedra de Odontología. En paralelo, participó de un proyecto en Quilmes, en el que un equipo interdisciplinario de médicos y odontólogos recorría en ambulancia barrios carenciados atendiendo a niños con problemas bucodentales. Tenía su propio consultorio en Berazategui y trabajaba en el Hospital de Gonnet de La Plata, donde conoció a su compañero. Armando Prigione era el papá de las chicas, también desaparecido, conocido familiarmente como “Bocha”, o “Sonqui” entre sus compañeros de militancia.

Ambos eran militantes revolucionaries del Partido Comunista Marxista-Leninista (PCML, de tendencia maoísta) y participaron activamente en el área de salud de la organización dentro del hospital mencionado, donde también hubo otros médicos desaparecides. Casi un año antes del golpe de estado, la situación para las organizaciones políticas de izquierda era de persecución y secuestros por parte de la Triple A. Entonces la pareja se mudó a CABA y allí Cristina quedó embarazada. 

Dora Cristina Greco

Una generación diezmada, un partido aniquilado y una familia destruida

Nací la noche del 25 de marzo de 1976, justo cuando el golpe de Estado ya había comenzado. Fue un parto difícil: según nos enteramos hace poco, mis papás, junto con un compañero médico, dieron vueltas en taxi por toda la ciudad de Buenos Aires buscando un lugar donde pudiera nacer, debido a la difícil situación que vivían en ese momento”, describió respecto a la clandestinidad, y agregó que pudieron estar juntos los 3 solo seis meses, ya que el 1 de octubre de 1976, su mamá fue secuestrada, por primera vez, en un departamento de la calle Viamonte al 1600, por fuerzas conjuntas de la Policía Federal y el Ejército. Cristina fue llevada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) donde ya funcionaba uno de los campos de concentración y exterminio más conocidos.

Victoria e Isabel, su hermana, dos años menor, dedicaron toda su vida a reconstruir lo sucedido con sus padres. Supieron que en la ESMA Cristina fue vista por Lidia Vieyra, una secuestrada sobreviviente, quien relató cómo fue encerrada, encapuchada y sometida a terribles torturas. “No nos olvidemos de que las mujeres detenidas en la ESMA vivieron un doble tormento: la física de las torturas y la psicológica de las violaciones, como eran parte del plan sistemático de persecución y dominación, como vulneración de la subjetividad”.

Cristina estuvo secuestrada ahí seis meses, hasta que fue liberada, sin explicaciones, a fines de marzo de 1977. Mientras estaba secuestrada, su compañero Armando “Bocha” Prigione ya se encontraba clandestino, por lo que no pudo cuidar a Victoria: “Me quedé con una compañera de la organización, que tenía dos hijas pequeñas, pero no pudo cuidarme por mucho tiempo. Entonces mi papá me llevó con mi abuela Petrona, que vivía en Tres Arroyos, y luego fuimos con ella a Necochea a casa de unos parientes. Después, mi papá me llevó a la casa de mis abuelos y tía en Berazategui. Me quedo un tiempo ahí hasta que es liberada mi mamá”, relató.

Escapatorias, refugios y la persecución organizada

Victoria piensa ahora, a pesar de lo terrible de haber vivido por primera vez como una bebé de 6 meses, “y el derrotero que significa estar pasando de mano en mano por meses, porque no habia lugar seguro donde estar: yo rescato el sostén que hubo del otro lado: compañeras, abuela, tía, que estuvieron ahí para cuidarme”Susana Greco, hermana de Cristina, dio testimonio esa misma tarde también. Podes verla acá.

En ese momento lograron vivir un tiempo juntos, la beba, su papá y su mamá, por unos 8 meses, hasta que la noche del 6 y 7 de diciembre de 1977 fue el Operativo Escoba: allanamientos violentos de patotas en diferentes provincias del país en los que las fuerzas genocidas planificaron “barrer” con la militancia del PCML, “partido que aún no había sido tan diezmado a diferencia de las otras organizaciones”, explicó la testiga. Allí detuvieron a varios compañeros y compañeras de La Plata, Mendoza, CABA y el conurbano, mientras las pocas personas que sobrevivieron  debieron dispersarse, esconderse más aún o exiliarse. 

Fue allí que, separades, Cristina, embarazada y con su beba de 1 año y medio, debió buscar un nuevo lugar para vivir. Para eso se juntó con otra compañera del partido que también estaba con su bebé: Silvia Roncoroni y Sofía Borri, apenas meses más grande que Victoria. Se refugiaron en una casa alquilada en Mar del Plata, barrio Caisamar. 

El operativo del 26

Lo que pasó la noche del 26 de febrero del 78, Victoria lo contó a partir de la búsqueda que lanzó junto a su hermana Isabel desde adolescentes. “Esta búsqueda llevó años. La empezaron mis abuelos y mi tía, que recorrieron innumerables juzgados, secretarías, la Conadep y después la continuamos con mi hermana, dos años menor”. 

Asi fue que, a fines del 1997, con 20 y 18 años, en plena democracia y caída del menemismo, las hermanas recibieron en su casa de Berazategui, donde fueron criadas por abuelos y tía, la visita de Ricardo D’Amico, hermano de María Cristina, otra de las secuestradas aquella noche en la casa de Mar del Plata. “Mi hermana y yo a esa edad ya sabíamos de los secuestros allí porque los abuelos nos contaban los datos limitados que conseguían, que a la vez eran un montón. Nos cuentan que la dueña de esa casa en Mar del Plata estaba aún allí, asi que dos años después viajamos a conocer a Herna Hungher y a su hija Elizabeth, que tenía 18 años la noche el operativo”, repasó.

“Ella nos contó que ese día, alrededor de la medianoche, comenzaron a escucharse frenadas de autos, disparos y gritos; cortan la luz en toda la manzana y entran a las patadas. Mi mamá, embarazada de 8 meses, y Silvia, corrieron con nosotras: Sofía y yo, que éramos dos bebas de apenas 2 años. La propia Herna nos contó que nos dejan con ella, con un papelito en nuestras bombachas con los datos de nuestros abuelos, mientras el operativo continuaba”, recordó Victoria la charla con la señora sobre el operativo.

Allí salió del encuentro con Erna en Mar del Plata y agregó lo que conoció por el testimonio de Mirta Hernández en los Juicios por la Verdad en diciembre del 2001. Mirta era la quinta mujer que estaba en la casa junto con su mamá Dora Cristina Greco, Cristina Damico, Silvia Roncoroni (mamá de Sofia) y Mirta Elena Fernando. 

Mirta contó entonces que esa noche estaban las 5 mujeres en la casa, con las 2 nenas. Mientras la otra Mirta (Fernando) estaba tocando el piano, llegó la patota, vestidos de civil y fajina. “Quienes no son solo los que se juzgan hoy, ese semejante operativo demuestra la cobardía de estos genocidas”, agregó Victoria con bronca. 

Mirta contó que logró esconderse en la zanja de un baldío y desde allí escuchaba los gritos y llantos de las mujeres y las dos bebas. “Aunque nosotras ya sabíamos hablar, sabíamos nuestros nombres. Yo creo que somos sobrevivientes porque tal vez no haya sido tan fácil apropiarnos, pero podríamos haber sido parte de esos 500 hijos e hijas apropiados”, sumó Victoria. En ese operativo fueron secuestradas las 4 mujeres, todas menos Mirta Hernández.

Parir en la ESMA: la doble condena de las detenidas

Cristina Greco fue llevada, por segunda vez, a la ESMA  pero con un embarazo avanzado. “Allí fue vista por Elisa Tokar, Sara Solarz de Osatinsky, Graciela Daleo y Lidia Vieyra, quienes también declararon sobre el estado en el que estaba mi mamá: muy asustada porque había sido reconocida por ‘Pedro Bolita’, que después nos enteramos que era Carlos Gailán, un suboficial que custodiaba detenidos y junto con el Prefecto Héctor Febres eran encargados de sacar a los bebés de los campos de concentración”, explicó Victoria con la claridad de quien pasó su vida reconstruyendo declaraciones y personas, sobrevivientes y genocidas.

Agregó también que Sara Solarz de Osatinsky era quien cuidaba y acompañaba a las embarazadas secuestradas en esa etapa de la ESMA, unas 15 mujeres, en una piecita al lado de “Capucha”, donde tenían atados y encapuchados a las personas secuestradas en la ESMA. La mujer contó que al momento del parto las tenían en el sótano, al lado de la sala de torturas. Que los médicos torturadores eran Jorge Luis Magnacco y Carlos Capdevila (Alias Tommy) y que luego se les sacaba el bebé y Febres “los entregaba a las familias que habían pedido un bebé y estaban en esa lista siniestra”

“Para que se den una idea, Febres fue asesinado por sus mismos camaradas de la fuerza en 2007, envenenado con cianuro, en el primer juicio de la Megacausa ESMA. Hasta allí llega la magnitud y siniestro de este plan sistematico”, declaró Victoria. 

Victoria durante una marcha. Foto: Anred

¿Cómo siguió la historia de las nenas?

Victoria y Sofía fueron entregadas al día siguiente a la Policía bonaerense de Mar del Plata. Pero la comisaría le dio a la vecina una constancia de que las habían entregado como “menores NN”. Victoria llevó esa constancia al Tribunal. ”Durante mucho tiempo no supimos qué ocurrió en los días posteriores, hasta que Sofía Borri, en una reciente investigación, descubrió documentos que revelaron que habíamos estado en el Hogar de niños Ramón Gayone. Durante 47 años de mi vida hubo 10 días que no supe dónde estuve, y la jueza Olga Griselda Artola le mintió a mis abuelos y tía descaradamente, diciéndoles que habíamos sido abandonadas en la vía pública mientras las 4 mujeres habían sido demoradas por una cuestión de tránsito”, denunció Victoria.

“Esto tiene que ver con la impunidad y complicidad que existe entre el Poder Judicial, las instituciones y los asesinos. La jueza fue la que se encargó de encubrir lo que había pasado con las 4 mujeres. Cuando seguimos exigiendo que abran los archivos, hoy en día, estos son los archivos: seguramente los papeles están y existen”.

Ya con sus abuelos gracias al papelito en la ropa, Victoria luego fue criada por ellos en la casa de Berazategui junto a la tía, “que hasta el día de hoy sigue siendo la que nos dio cobijo, la que nos amó y cuidó. Lo que pudimos saber fue lo que fueron averiguando ellos y lo que averiguamos nosotras después con mi hermana”, dijo.

Nacer secuestrada

Su hermana, María Isabel, nació en el campo de concentración de la ESMA entre febrero y marzo del 78: “De la peor forma, fue arrancada una semana después, con esa violencia, con ese desamparo y desarraigo que implica sacar a una bebé de los brazos de su mamá; al igual que el dolor, el miedo que habremos sentido Sofía y yo en ese secuestro que presenciamos y del cual sobrevivimos”, cuenta sobre sus historias.  El 30 de marzo, Isabel fue entregada a los abuelos con apenas una semana de vida.

Respecto a Armando Prigione, el padre de ellas, pudieron averiguar con el Equipo Argentino de Antropología Forense, que fue secuestrado el día anterior al operativo en Mar del Plata, pero en CABA, y fue llevado al Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio “El Banco”, donde estuvo un tiempo con su primo Héctor Prigione. “Lo que supimos por Mario Villani, un ex detenido que también estuvo en ese campo de concentración, es que fue trasladado a fines de julio del 78, durante el Mundial, porque venía la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y literalmente despejaban y ‘limpiaban’ los campos asesinando a quienes estaban allí secuestrados”, contó Victoria.

Agregó también otro de los datos que tienen sobre su mamá dentro de la ESMA: Elisa Tokar relató que cuando Cristina fue llevada a la ESMA, venía de “Aeronáutica” en Mar del Plata, por lo que se investigan los hechos en este juicio Subzona 15. Según su testimonio, Cristina parió a María Isabel y, aproximadamente una semana después, fue separada de ella y trasladada. “Sabemos que en la ESMA, el ‘traslado’ era un eufemismo para el asesinato, lo que probablemente significó que fue arrojada viva al Río de la Plata. Esto también se pudo reconstruir gracias a los testimonios de otros detenidos-desaparecidos que contaron lo que sucedía allí. Lo mismo fue confirmado en vivo y en directo por el represor Adolfo Scilingo en la entrevista que se le realizó”, recordó Victoria respecto al posible asesinato de sus padres a través de los Vuelos de la Muerte.

¿Qué significa ser hija?

“Ser hijas de desaparecidos fue dolorosísimo. Nos criaron con amor, en familias diezmadas, de la mejor manera que pudieron. Significó toda la vida no saber qué pasó con mamá y papá. Desde niñas nos dijeron la verdad; pero que te digan: ‘están desaparecidos’, es algo intangible, muy difícil para un niño o niña. Crecimos sin un lugar, sin una tumba, sin saber qué pasó realmente con ellos. La incertidumbre persiste hasta hoy. Por eso decimos que el delito sigue cometiéndose: no sabemos dónde están”,  sostuvo Victoria para empezar a cerrar su testimonio.

Las hermanas fueron parte importante de la agrupación HIJOS desde fines de los 90: “Ahí pudimos identificarnos con otros compañeros y compañeras con historias similares. Aprendimos el valor de la búsqueda colectiva. Allí conocimos a amigos y a compañeros de militancia de nuestros padres, en La Plata, donde el PCML tuvo su mayor actividad”.

“Nuestra vida es un rompecabezas que siempre está incompleto. La impunidad reinante nos impide conocer el destino final de nuestros padres, más allá del eufemismo del ‘traslado’, dijo y recordó que este miércoles 26 de febrero se cumplirán 47 años, casi medio siglo del secuestro. “Saqué la cuenta y son 1.430 meses sin ver a mi mamá. 17.550 días que fui separada acá en esta ciudad, que la vi por ultima vez, que la abracé por ultima vez. Mi mamá formaba parte de esa generación hermosa que fue perseguida y diezmada por el Terrorismo de Estado”.

Genocidio y una herencia de lucha

Victoria pidió que las condenas se dicten en el marco del genocidio que se cometió en Argentina: “Un plan sistemático de exterminio para imponer un modelo económico determinado, que hoy, lamentablemente, intentan querer implementar. Tenemos un presidente que niega lo sucedido con los desaparecidos y desaparecidas, que persigue a las mujeres, un ensañamiento a los feminismos, a las disidencias, al arte”. 

“Lo que aprendí en todos estos años de militancia es que la mejor herencia que me dejaron mi mamá, mi papá y los 30.000, son la militancia y la organización; es la lucha, es levantar sus banderas, reivindicar esa lucha por un mundo sin explotadores ni explotados”, dijo.

“Hoy, a 49 años del golpe genocida, seguimos reivindicando la lucha revolucionaria de nuestros padres. ¿Por qué? Porque la mayoría de los genocidas sigue libre. Se estima que el aparato represivo contó con 200.000 efectivos entre las diferentes fuerzas. ¿Cuántos han sido juzgados? ¿Cuántos cumplen condenas reales? Muchos viven tranquilamente en sus casas, mientras familiares, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando justicia, por los compañeros que ya no están, por los 30.000”, expresó Victoria, que fue interrumpida por el Juez que intentó que forzar el cierre de la declaración. “Ya cierro”, le respondió Victoria, que esperó casi cinco décadas como para que le quede alguna palabra atragantada. 

Hoy, aunque quieran borrar la memoria, quieran cerrar los centros de memoria, terminar con los juicios, como decía el poeta montonero Juan Gelman, quien perdió a su hijo y su nuera y cuya nieta fue apropiada: “Vamos a seguir resistiendo, no vamos a irnos, ni vamos a quedarnos. Vamos a seguir resistiendo. Por eso No olvidamos, No perdonamos, No nos reconciliamos!” 

Sofía: “te debo este cuento, hace 47 años”

Sofia Borri, quien viajó desde Italia hasta Mar del Plata para poder dar de manera presencial el testimonio más importante de su vida, en este juicio. Al igual que Victoria, durante cuatro décadas intentó reconstruir lo sucedido a través de los relatos de sus abuelos, sobre todo de su abuela paterna. 

Con su lenguaje “itañolo”, ya que vive en el país europeo desde loss 6 años, se disculpó y comenzó a contextualizar la previa al 26 de febrero: “Mi familia venía de una temporada de mucho miedo y amenazas”, expresó, ya que previo a lo sucedido con ella había desaparecido un tío, una tía, y buscándolos, sus abuelos fueron secuestrados por unas horas en su casa. También estuvieron secuestradas por unos días una tía abuela y los padres de unas primas. “Entonces, si tengo que reconstruir, llegamos a ese febrero de 1978 con un clima de miedo, amenaza y una necesidad constante de protección”. 

Eran militantes del PCML, tanto su papá Luis Borri, como su mamá, aún desaparecida, Silvia Susana Roncoroni Valli, quien tenía 35 años al momento del secuestro. Nació el 24 de mayo de 1942 en La Plata y era conocida como «Gringa». Era arquitecta, trabajaba en el Ministerio de Obras Públicas de Provincia y había hecho el secundario en la escuela que luego fue el “Liceo Víctor Mercante”. Tras del secuestro fue llevada al CCDTyE Base Naval “Mar del Plata” (Agrupación de Buzos Tácticos). 

Los padres de Sofía vivían en La Plata pero luego de allanamientos e intentos de encontrarlos, una vez nacida la nena, en enero de 1976, decidieron no volver más a las diagonales, e incluso empezaron a vivir separados. “Vivíamos en la Capital y nos mudábamos constantemente”, dijo y recordó que su abuela le contó que a mediados de diciembre de 1977, su mamá le dijo a la abuela: “Nos vamos a capear el temporal”. Iban a intentar alejarse y encontrar refugio. 

En el 2023, impulsada por ser madre, Sofía volvió a Argentina: “Mis hijos me preguntaban de dónde venía, cuál era mi historia”. Fue entonces cuando visitó a Elizabeth, la hija de la dueña del departamento, que habían presenciado el secuestro del 26 de febrero de 1978 en Mar del Plata. “Muy cariñosamente me miró a los ojos y me dijo: `Te debo este cuento, hace 47 años que te lo debo`. Pasamos mucho tiempo charlando, y ella me llevó a la casa donde sucedieron los hechos, me mostró dónde dormía con mi mamá, el salón donde ocurrió el secuestro, el jardín donde jugábamos. Fue muy duro, pero también fue importante darle un marco de realidad a todo lo que siempre había sido algo mítico para mí, algo que me había marcado profundamente, el trauma de mi vida, pero que no entendía completamente”, relató.

Silvia en el legajo del Liceo Víctor Mercante

El relato de aquella noche: “¿y yo dónde estaba?”

Elizabeth le compartió algunas imágenes del lugar: “Que mi mamá cosía, se había hecho una pollera, que jugábamos con la Pelopincho”. Así llegó la noche del 26 de febrero, en la que empezaron a escucharse gritos afuera y unas luces que iluminaban la casa, pidiendo que salieran con las manos en alto. Allí Cristina le pidió a Silvia que se quedara con las nenas, mientras bajaba a esconderse detrás de una palmera. Los gritos afuera continuaron y, tras unos minutos, Elizabeth salió por el garaje. La tiraron al suelo y la mantuvieron en ese lugar a punta de pistola por dos horas. Ella les dijo que no conocía a las personas que vivían en la casa. “Entonces yo le pregunté: y yo, ¿dónde estaba?”, relató al micrófono Sofía este pasado viernes trayendo el relato al presente.

“Me contó que vio a las 4 mujeres de la casa en camisón, paradas. Victoria (la otra nena de dos años) estaba en brazos del genocida a cargo del operativo y lloraba mucho. Me contó que yo estaba sentada y que no lloraba. Este hombre la miró a Elizabeth y le dijo: ‘ire lo que nos toca hacer a la noche, en vez de estar con nuestros hijos’”.  Se llevaron a las 4 mujeres en una furgoneta y Elizabeth preguntó al policía qué hacían con las nenas. El policía respondió que llevaran las valijas y las nenas a la comisaría el día siguiente. Así que las dos nenas se quedaron con Elizabeth. “Me dijo que estábamos muy confundidas, que no hablábamos mucho y hasta que no parecíamos asustadas, estábamos frizadas”. 

Al día siguiente las llevaron a la policía y, contó Elizabeth, la policía no quería saber nada de ellas, pero se quedaron con las valijas. Las llevaron a un juzgado “donde mi abuela pudo ir a buscarme y me recogió después de casi una semana”. 

“Me contó también esto de que mi mamá me había dejado un papel con el nombre y teléfono de mi abuela, al igual que con Victoria. Ahí me di cuenta de que parecía un cuento, que mi mamá me haya podido dejar ese papelito…, fue esa fuerza que tienen las madres de centrarse en lo que hay que hacer, a pesar del miedo que podés tener”, expresó Sofia y se detuvo unos segundos para pasar las lágrimas. 

Separadas de su familia, perdidas en el sistema

Desde el día del operativo hasta el día que la llevaron al Juzgado el 2 de marzo las mujeres, con sus 2 años en ese momento, no tienen en claro dónde estuvieron. Sofía encontró un sobre hace poco entre las cosas que dejó la abue. Tenía un certificado del “Hogar de Niños Ramón Gayone”. A ese lugar fue a recogerla la abuela.

Cuando la abuela Renata llegó al Hogar donde las nenas estuvieron alojadas por 10 días, tuvo que ir a encontrarse con una jueza. Allí tenían que comprobar que Sofía era su nieta y no Victoria. “Yo no la reconocía a mi abuela, según me contó, entonces me llamó por el apodo que me daba mi mamá, Nani, y ahí me di vuelta y la miré y la jueza aceptó.  Estos son los zapatos que tenía yo en los pies el día que me recuperó. Era el 78, y tenía 2 años”, mostró Sofía al tribunal y a las cámaras el día de su testimonio.

Luego le preguntaron a la jueza por su mamá, Silvia, quien le respondió que se encontraba en un operativo sin violencia pero que no tenía información sobre su paradero.

Después de eso, Sofía estuvo casi diez meses viviendo con su abuela en La Plata y en diciembre de 1978  la llevó a Brasil, donde estaba su papá, que había logrado escaparse. “Mi abuela no sabía que papá estaba vivo, y allí él le dijo que había conseguido asilo político de Naciones Unidas para él, para mi mamá y para mí. Pero mamá no se pudo refugiar”, dijo con un dolor inmenso e histórico.

Un mes después viajaron a Suecia, donde estuvieron tres años como refugiados, y en 1982 llegó a Italia, donde vive desde entonces. “A partir de ahí fue una vida de búsqueda. Esas piezas fueron difíciles de juntar, porque los adultos a mi alrededor no podían hablar con claridad sobre lo traumático que habían vivido”.

La Marina y los abuelos

Respecto a las búsquedas judiciales de los abuelos, Sofía encontró varios documentos: solicitudes de habeas corpus entre 1978 y 1981, y hasta una carta directamente dirigida al Ministro del Interior. “Fue muy triste leerla, porque era la carta de dos ancianos que confiaban en las instituciones, pidiéndole al ministro por el paradero de su hija, la carta estaba firmada y cerraba con la frase ‘que Dios lo bendiga’, expresó con la tristeza de imaginar a sus dos abuelos buscando a su madre, desesperadamente. 

Respecto a las búsquedas judiciales de los abuelos, Sofía encontró varios documentos: solicitudes de habeas corpus entre 1978 y 1981, y hasta una carta directamente dirigida al Ministro del Interior. “Fue muy triste leerla, porque era la carta de dos ancianos que confiaban en las instituciones, pidiéndole al ministro por el paradero de su hija, la carta estaba firmada y cerraba con la frase ‘que Dios lo bendiga’, expresó con la tristeza de imaginar a sus dos abuelos buscando a su madre, desesperadamente. 

Por otro lado, preguntada por qué fuerza supo que llevaron adelante el operativo, ella recordó charlas con Elizabeth, la dueña de la casa: “Me dijo que reconoció a uno de los chicos que estaban esperando afuera, era un joven del barrio que estaba haciendo el Servicio Militar en la Marina; también recordó a un militar retirado que vivía en el barrio, quien mencionó luego que el operativo había sido llevado a cabo por la Marina.

De la infancia rota a la búsqueda de justicia

Para finalizar el testimonio, el juez le permitió hacer un cierre. Ella no dudó en terminar de describir sus sensaciones: “Gracias por escucharme durante todo este tiempo. Pensé mucho en lo que quería decir. Me decían que me enfoque en el operativo y yo pensaba en todo lo que surgió después de eso, y me dí cuenta de que casi toda mi vida es un testimonio”, dijo y separó en tres cuestiones.

Lo primero que compartió: “Me costó mucho tiempo sentirme una víctima. Tal vez porque los familiares o los hijos de los desaparecidos somos víctimas muy brutales, entonces cuesta encontrar nuestro lugar. Cuando fui madre y vi a mis hijas, empecé a mirarme y a empatizar con esa madre y esa niña de dos años. Fue entonces cuando me dí cuenta, y por eso traje estos zapatos, para que ustedes estén en mis zapatos. Pensaba en lo que significa que te arranquen a tu mamá en plena noche y te lleven a un lugar desconocido, tener miedo por tu vida, a los dos años, es algo que te marca para siempre”.

Lo segundo: “Quiero hablar sobre lo demoníaco, lo tóxico que resulta la desaparición: la infancia y una vida en espera. Siempre buscando documentos, encontré cartas de mis abuelos del 84, del 85. Vivíamos en Italia y nos mandábamos muchas cartas. Al principio, todo era: ‘¿Cómo está Sofía? ¿Cómo va la escuela? ¡Qué bien que se insertó en Italia!’”.

Pero agregó que en la segunda parte de las cartas, siempre decían que esperaban una carta, todas las semanas… eso quiere decir que nosotros, como niños y niñas, estuvimos rodeados de adultos traumatizados que seguían esperando, y eso nos sacó la posibilidad de tener adultos que nos ayudaran a elaborar ese trauma”, explicó. En ese sentido, apuntó: “es difícil entender algo como la desaparición de una madre cuando tienes dos años. Estaba rodeada de adultos, de los que eran mi referencia, que no podían explicárselo a ellos mismos, y mucho menos a mí”. 

“El tercer punto, que es muy personal para mí, tiene que ver con el desarraigo. Crecí lejos de los lugares donde nací, donde sucedió todo lo que me pasó, de los lugares donde mi mamá creció, de las personas que la conocieron. Pasé toda mi vida… como se dice… desgarrada… desgarrada entre dos países. A pesar de todo, me empeñé en construir una vida en Italia, y soy feliz allí. Pero, al mismo tiempo, hay una parte de mí que la dictadura me arrancó. En todo este proceso de reconstrucción, siempre me sentí muy sola, porque la dictadura me quitó mi comunidad, la comunidad que podría haberme ayudado a sanar, a enfrentarme todo esto. Fue mi esfuerzo personal, año tras año, a los 17, a los 23, hasta los 47, hasta el último viaje hace dos años, tratando de reconstruir esos lazos que la dictadura rompió: con mis hermanos, otros hijos de desaparecidos, con los compañeros de militancia de mi mamá, con la amiga del Liceo que encontré cuando ya tenía 47 años y me contó algo sobre mi mamá que no fuera solo parte del horror”.

Y para finalizar, agregó: “Estoy contenta de poder contar todo esto aquí, porque siento que mi comunidad me está escuchando nuevamente. Fue muy difícil para mí hacer este viaje, cruzar el charco, dejar a mi familia, mis hijas, mi compañero, al otro lado del océano. Llegar a tanta argentinidad e intensidad. Pero al mismo tiempo, necesitaba estar aquí, con mi comunidad,  que me escuchaba, que hace memoria conmigo, ayudándome a sentirme un poco menos sola en esta tarea. Hoy, mi testimonio es todo un testimonio de vida. Es un compromiso que todos nosotros, los familiares, los hijos y las hijas, tenemos. Pero hoy, mi testimonio es más denso, porque no estoy sola. Gracias”.

Ficha de un Juicio en su tercer tramo

El Juicio Subzona 15 III (Mar del Plata) está a cargo del Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, integrado por Nicolás Toselli, Fernando Minguillón y Martín Poderti. Intervienen el fiscal federal Santiago Eyherabide y los auxiliares fiscales María Eugenia Montero y Julio Darmandrail.

El juicio comenzó el 25 de octubre de 2024. Aborda delitos agravados: homicidios, agresiones contra la libertad e integridad sexual, privación ilegal de libertad, tormentos y allanamientos ilegales, que se cometieron en el ámbito de la Subzona militar 15, bajo el comando del Ejército: la Agrupación de Artillería de Defensa Aérea 601, con intervención de las jefaturas de las áreas 15.1 y 15.2, a cargo de los grupos de artillería de Defensa Aérea 601 y 602. Pero también se juzgan crímenes cometidos en el ámbito local por personal de la Armada Argentina en los centros clandestinos de detención que funcionaron en la Base Naval Mar del Plata, el Edificio Agrupación Buzos Tácticos, la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (E.S.I.M.) y la Prefectura Naval Argentina. 

Este como otros juicios de lesa humanidad son orales y públicos. Las personas mayores de 18 años pueden presenciar los testimonios. De todos modos podés ver las transmisiones en vivo en el Youtube del medio La Retaguardia. 

Los Imputados son 20. Vírtom Modesto Mendíaz, Alfredo Manuel Arrillaga, Eduardo Jorge Blanco, Jorge Luis Toccalino, Carlos Alberto Suárez, Rubén E. Miguel Fernández, Carlos Víctor Milanese, Raúl Alberto Marino, Roberto Mario Blanco Azcarate, Raúl César Pagano, Alfredo Raúl Weinstabl, Luis Héctor Bonanni, Daniel Eduardo Robelo, Julio César Fulgencio Falcke, Carlos María Robbio, Héctor Raúl Azcurra, Ernesto Davis, Carlos Arturo Mansilla, Néstor Ramón Eduardo Vignolles y Osvaldo Gaspa.

Avatar photo

Es melómano y amiguero. También es periodista, docente, trabajador cultural y militante. Nació y se crió en Necochea y ahora hace más de 15 años que corta por diagonales.

Su vicio lo lleva a la sección Cultura de Pulso, pero también se puede mover por Política, Interés General y Derechos Humanos. Hace trabajos radiales para la cooperativa y da una mano para la cuestión de recursos, suscripciones, cocinar para todxs o lo que pinte. Su moto y su ansiedad lo llevan a ser de lxs más puntuales del emprendimiento.

spot_img
spot_img
spot_img