En la audiencia 88 del megajuicio por las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús, declaró Valeria del Mar Ramírez, la primera querellante travesti-trans en dar testimonio en un juicio de lesa humanidad. Realizó un histórico aporte a la memoria. Exigió justicia y recordó a sus compañeras que eran secuestradas y torturadas en Camino de Cintura: La Hormiga, La Mono, Vicky, La Andrea, Susana, La Patona, La Romina y La Perica
Valeria cierra los ojos. Cuando recuerda, cierra los ojos. Algo pasa con quienes dan testimonio cuando comienzan a declarar. Se transportan. Cambian las caras, la mirada se va a algún lugar del pasado que, después de la visita ocular del martes pasado, pudimos ver en qué calabozo quedaba.
Es martes por la mañana, la audiencia 88 del megajuicio de las Brigadas, y lo que está haciendo Valeria es algo histórico. Es la primera testiga travesti-trans que se suma como querellante en un juicio de lesa humanidad. Nunca antes había pasado.
“Yo trabajaba en Camino de Cintura, en ruta 4, entre Seguí y la Rotonda de Llavallol. Ahí conseguí una plaza, las compañeras me consiguieron una plaza y, aparte de eso, tenía que pagarle al jefe de calle. Mi trabajo era ejercer la prostitución, hoy diría que era trabajadora sexual. En ese momento éramos prostitutas”, inició su relato.
Hay muchas cosas que las está contando por primera vez: “Tenía miedo de que no me creyeran, tenía miedo, tenía vergüenza. Es muy fuerte todo lo que me hicieron”. Valeria declara cómo la secuestraron dos veces. Una a finales de 1976 y otra a principios de 1977. “La primera vez éramos 14 o 15 las que trabajábamos en esa ruta, del lado de Llavallol. A la Hormiga, a Romina y a mí nos llevaron a Banfield. El patrullero nos iba derivando a donde nos tocaba. Entramos por la esquina, que era la comisaría, y entramos por una salida, por abajo, a los calabozos. Ahí estuvimos dos días. Después de esos dos días nos llevaron a Tribunales de Lomas (de Zamora), y cuando nos daban la libertad, nos llevaban a Llavallol a retirar las pertenencias”.
La segunda detención fue a principios de 1977. “Yo llegué y Romina ya estaba. Serían las 8 o 9 de la noche. Ella a veces se quedaba cuando había poco trabajo. De repente para un Ford Falcon, se bajan dos de atrás y nos agarran del brazo. Nos arrodillan entremedio de las piernas de ellos, con la cabeza para abajo. Les digo que recién habíamos llegado, que no estábamos haciendo nada. Y no nos contestan. El de adelante nos dice: ‘Cállense la boca, ya van a saber a dónde van a ir’. Cuando vamos llegando, levanto la vista, y escucho el ruido de un portón de chapa. Enfrente había campo. Cuando entra el coche, cierran el portón, y había un policía gordo, un escritorio verde, viejo, con vidrio arriba. Agarró esos teléfonos y dijo: ‘Acá tienen las cachorras que habían pedido’. Nos llevaron hasta el segundo piso. Abrieron una reja y me tiraron al primer calabozo. Supongo que a Romina la habrán puesto en un calabozo también. No sabíamos por qué estábamos ahí. Más tarde vinieron dos policías a violarme”, dice en la declaración con total crudeza.
“Siempre fueron violaciones. Me sacaban del calabozo y me llevaban al mismo lugar. Pensé que era el fin de mi vida. No sabía por qué estaba pasando eso. Pensaba que estaba con gente demente. No entendía ni veía la razón. Yo ya no sabía que hacer. Yo prefería que Dios me llevara. Y eran como seis que estaban ahí. Meta reírse. Y yo meta gritar pidiendo auxilio. No sabía qué más pedir”, agregó conmovida.
¿Cuándo terminó la dictadura para la comunidad travesti-trans?
Valeria vivió escondida y negando su identidad hasta 1999, cuando una amiga la convenció de volver a trabajar en la calle. Habían pasado 16 años del inicio de la democracia. “Cuando salía a la calle, tenía que ponerme un pañuelo para tapar el pelo rubio y disimular con una bolsa de compras, tratar de que el patrullero no me vea”, dice.
“Era el Pozo de Banfield y era la primera, era la quinta, era la cuarta, tenían otros nombres, porque no había una diferencia entre democracia y dictadura. Es más, cuando se va la dictadura y comienza la democracia -que podemos marcarlo en el año 1983-, la peor matanza de personas travestis en Panamericana comienza en el 84-85-86-87- 88, y queda registrado en casos policiales”, dijo María Belén Correa en el libro Memorias invertidas sudacas.
Edición: Fernando Tebele – La Retaguardia
Traficante de stikers. Julia no se acuerda cuando decidió convertirse en periodista, pero a los 11 años escribió un cuento: un fideo de barrio armaba una revolución en la alacena para no morir en la olla. Ella cree que ahí empezó todo, y puede que tenga razón. Nació en Bahía Blanca, una ciudad donde hay demasiado viento, Fuerzas Armadas y un diario impune.
En 2012 recibió un llamado: al día siguiente se fue a Paraguay a cubrir el golpe de Estado a Fernando Lugo. Volvió dos meses después, hincha de Cerro Porteño y hablando en guaraní. Trabajó en varios medios de La Plata y Buenos Aires cubriendo géneros, justicia y derechos humanos. Es docente de Herramientas digitales en ETER y dio clases en la UNLP y en la UNLZ.
Tiene una app para todo, es fundamentalista del excel e intenta entender de qué va el periodismo en esta era transmedia.