Los cuerpos de ballet y orquesta, escenógrafos, artistas trabajadores y trabajadoras en general, protestaron haciendo lo que más les gusta. Pidieron por el final de la obra en el edificio y programas artísticos completos
Hoy, con el sol cálido de las doce y el abrazo de la comunidad, por primera vez en mucho tiempo, los y las artistas del Teatro Argentino no tuvieron frío. Pudieron danzar, tocar sus instrumentos y exhibir su arte en el hall de 9 y 51 sin impedimentos y contingencias.
Por el lapso de dos horas, realizaron una función de protesta para visibilizar una problemática de infraestructura que los aqueja desde hace más de tres años: una obra que comenzó, se frenó y no se reinició hasta ahora.
“Sólo hicieron la fachada, adentro no pasó nada”, dice Fernanda Salinas con tristeza a Pulso Noticias. “El arte está muy rezagado y es difícil mostrarnos, entendemos que hay muchas prioridades y más en este contexto; pero éste es nuestro trabajo y lo vamos a defender”, expresa.
Fernanda trabaja en Escenografía junto a veinte compañeros y compañeras en el cuarto subsuelo, donde conviven además con los talleres de utilería, carpintería y herrería. “Es el lugar más frío, sucio, húmedo y gélido del teatro”, cuenta Andrea de Soho Mc Coubrey, también escenógrafa. Para fabricar los decorados gigantes que ameritan obras de Bach, Verni o Mozart, utilizan planchas gigantes, piezas y esculturas de grandes dimensiones, y por supuesto, los recintos donde trabajan tienen techos que superan los seis metros. “Sin calefacción no podemos trabajar, sin higiene en los baños, sin luz.
Los chicos de escultura usan engrudo y necesitan lavarse las manos permanentemente, nosotros en pintura también, nos congelamos; lo mismo que los de carpintería no pueden llevar tanta ropa encima para abrigarse porque pueden sufrir accidentes con las máquinas que trabajan”, relata Andrea.
A la exigencia de que se complete con carácter de urgencia el plan de puesta en valor del edificio e inauguración de la sala principal con una producción propia los y las artistas enfrentan otra problemática: el vaciamiento como política cultural. “Estar parados tres años hace que vayas perdiendo tu oficio de a poco; por ejemplo le vas perdiendo la mano a pintar sobre lienzos de grandes tamaños. Pero además lo que está pasando es que las personas se van jubilando y no se renueva el personal; no hay concursos abiertos para que ingresen nuevos artistas”.
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