Así lo señaló Gabriel Merino, investigador del Conicet y docente de la UNLP. En diálogo con Pulso Noticias analizó a fondo el contexto en el que el vecino país llega a la elección presidencial y cómo el resultado de la misma puede ser determinante para América Latina
El pueblo de Brasil comenzó esta mañana a decidir quién conducirá los destinos de su patria por los próximos años. Pero lo que suceda en el gigante sudamericano trascenderá las fronteras del país. Fernando Haddad, representante del Partido de los Trabajadores (PT) y Jair Bolsonaro, quien expresa a los sectores más reaccionarios y conservadores, aparecen como los candidatos con chances de acceder a un balotaje.
Para comprender este complejo escenario, con todas sus contradicciones, y entender cuál será la influencia de esta elección para la región, Pulso Noticias dialogó con Gabriel Merino, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet.
– ¿Cómo analizás el contexto en el que Brasil llega a este proceso electoral?
– Brasil vive una crisis política, una crisis económica y una crisis social que no ha hecho más que agudizarse en los últimos años, particularmente desde el golpe parlamentario, el impeachment contra Dilma Roussef. Si bien el período de crisis económica o de ralentización del crecimiento había comenzado durante la gestión de Dilma, eso se agudizó enormemente. Durante 2016 y 2017 se produjo la caída más estrepitosa del PBI en la historia de Brasil. A eso hay que agregarle una crisis política muy grande, porque el gobierno de Michel Temer no tiene ninguna legitimidad, lo sostiene solamente el poderío del establishment económico-político del país, y mediático, porque no tiene otro sostén. Y hay una crisis social porque ha aumentado el desempleo y la pobreza.
– En estos años el país también ha perdido mucha relevancia a nivel global
– Sí, porque a la crisis política, económica y social hay que sumarle una involución periférica. De tener una posición Brasil de potencia mundial emergente, junto a los BRICS, acaudillar un proceso regional de construir un bloque continental, ahora desapareció del mapa global, quedó muy subordinada a Washington y Londres, y perdió un conjunto de capacidades propias y elementos centrales de su soberanía. Existen grandes tensiones, una tremenda disputa y eso es lo que se expresa en esta elección, y por eso emerge un tipo como Bolsonaro, que ni siquiera expresa lo que quería el establishment, que no quería un monstruo pseudo-fascista, tan radicalizado, que dice barbaridades y que polariza el sistema político.
– Por acción de la política, el sistema judicial y los medios en conjunto, se ha creado una situación de debilidad en el sistema democrático brasileño y ha habido un incremento en los niveles de violencia, con la militarización de las favelas, el asesinato de Marielle Franco, el mismo atentado contra Bolsonaro, entre otros hechos.
– Allí tenemos un sistema judicial que está actuando muy fuerte, particularmente para impedir que Lula da Silva recupere la presidencia. Lula gana en cualquier elección, contra cualquier candidato, tanto en primera como en segunda vuelta, porque su gobierno fue uno de los más exitosos en la historia de Brasil, quedó en la memoria popular, fue un gobierno que sacó a millones de la pobreza, entonces tiene toda esa legitimidad histórica de origen. Aparte porque la fuerza de Lula sintetiza las fuerzas populares, de izquierda, progresistas, con todos sus matices y contradicciones, cosa que no logran sintetizar otros candidatos. Entonces ahí la Justicia jugó muy fuerte porque, yo lo pude comprobar más de cerca estando el año pasado allí, el juicio a Lula es una vergüenza. No hay una sola prueba que lo condene. Tampoco hubo del otro lado, como ha pasado en otros momentos de la historia latinoamericana, un proceso de insurrección popular que desarticule esas maniobras. No pasó lo que pasó con Hugo Chávez en 2002, o con Juan Domingo Perón, el 17 de octubre de 1945.
– En el caso de Fernando Haddad, a quien Lula ungió como el candidato del PT, lo que dicen los analistas es que carece del carisma de Lula para conquistar al pueblo brasilero
– Haddad tiene otro perfil, más de sectores medios, progresistas, un perfil que tiene que ver más con lo técnico, con la formación profesional. Fue ministro de Educación de Lula, fue alcalde de la ciudad de San Pablo, pero no es la figura carismática que expresa el lulismo, ni sintetiza a todos los sectores. Todo proceso de transformación importante se da bajo la lógica de liderazgos carismáticos. Al no estar la figura carismática eso disminuye las posibilidades electorales de esa fuerza, eso es un problema para el PT y para la izquierda en Brasil.
– Y en esta disputa que se traduce electoralmente como Haddad o Bolsonaro, ¿creés que el triunfo de uno u otro puede tener influencia decisiva para el futuro de la región y de América Latina?
– Sí, evidentemente. Brasil es casi el 50% de Latinoamérica. Aparte es la gran potencia que protagonizó los procesos que mencionábamos al principio de construir una multipolaridad a nivel global, oponerse a la hegemonía liberal del consenso de Washington, tiene un peso específico muy importante. La posibilidad del triunfo de Haddad va a generar, muy probablemente una segunda oleada de procesos nacionales y populares en la región. Sobre todo por cómo está el contexto mundial y regional: hay un Estados Unidos muy fracturado que le cuesta ejercer una hegemonía regional fuerte, una situación de multipolaridad que es importante, con una emergencia cada vez más fuerte de Rusia y China en el tablero mundial, que juegan en América Latina. Esa multipolaridad genera grietas. Hay una conducción del Vaticano abiertamente con un discurso anti neoliberal, anti capitalismo salvaje, a favor del ideario más clásico del pensamiento nacional y popular latinoamericano, sumado a los pisos que se construyeron a partir de este nuevo siglo con el cambio de signos políticos en la región y un conjunto de conquistas sociales que ahora son difíciles de sacar. De hecho no es casual que en México haya ganado las elecciones una opción como Manuel López Obrador, que en Colombia haya surgido una opción de centro izquierda como Gustavo Petro, que si bien no ganó obtuvo el 40% de los votos y, en Venezuela, a pesar de su crisis política, institucional y económica, el chavismo ganó cuatro elecciones seguidas. Se puede intuir que puede haber otro ciclo político progresista en la región. Si el PT vuelve al poder va a ser un tremendo impulso. Obviamente una cosa es ganar la elección y otra acceder al poder, porque gobierno y poder no es lo mismo.
– ¿Un triunfo de Bolsonaro obturaría todo este proceso de resurgimiento de la centro-izquierda?
– Sería un nuevo retroceso, un golpe muy importante para esas fuerzas, pero se va a agudizar la crisis política en Brasil, porque si hay algo que tiene Bolsonaro es que no puede reconciliar de ninguna forma a las fuerzas en pugna. Al contrario, agudiza las contradicciones, por lo cual va a agudizar la crisis política. Lo vimos hace unos días con una manifestación impresionante de mujeres con el lema ‘él no’, que excedía incluso al PT y a cualquier estructura partidaria. Lo mismo pasa con trabajadores, con sectores de las comunidades negras y con sectores campesinos del tipo del Movimiento Sin Tierra (MST).
– Teniendo en cuenta que en la Argentina hay algunos hechos como el debilitamiento de la imagen del presidente Mauricio Macri, la demonización de la expresidenta Cristina Kirchner y un peronismo que no encuentra una figura donde sintetizarse, ¿creés que puede aparecer algún Bolsonaro de cara a las elecciones del año que viene?
– Sí, puede aparecer, es un escenario probable por la agudización de las contradicciones, por cómo se polarizan los sistemas políticos y cómo aparecen por derecha una suerte de monstruos, alimentados por los susurros del establishment. De todas formas creo que un Bolsonaro en el sistema político argentino todavía es inadmisible. Es alguien que acá sería marginal en el sistema político. Ahora, cuando los grupos dominantes ven amenazadas sus posiciones de poder pueden recurrir a personajes extremos, no nos olvidemos de las dictaduras en América Latina. Entonces, lo que para un grupo de poder es inadmisible en un momento, se vuelve totalmente admisible en otro. Pero yo no la veo ya esa posibilidad.
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