“Era como las cuatro estaciones en un solo día: podías reírte, llorar y hasta pelearte con ella en cuestión de horas”, explica desde su país Jayson McNamara el director del documental de Nora Cortiñas, a quien acompañó durante los últimos 7 años de su vida. Lo entrevistamos en nuestro programa radial junto a Radionauta
Desde el futuro, Jayson se ríe al saludar a la audiencia de Radionauta. Es que en Australia son 12 horas más que en La Plata. En términos de tiempo este cineasta australiano pasó los últimos siete años inmerso en la historia de Nora Cortiñas, la eterna Madre de Plaza de Mayo fallecida el 30 de mayo de este año a los 94 años.
Jayson y su equipo construyeron un documental que explora las muchas facetas de una mujer cuyo compromiso con la justicia la llevó a dedicar su vida entera a la lucha. Aunque la distancia geográfica separa a Jayson del país que inspiró su documental, su vínculo con Norita y su causa se mantuvo firme a través de los años, transformándolo a él y a su equipo en una suerte de familia extendida de la emblemática luchadora.
El primer encuentro entre Jayson y Norita fue tan fortuito como inolvidable. Fue durante el Mundial de Fútbol 2014, cuando en un barrio desierto de Castelar, con todos los ojos puestos en el partido entre Argentina y Nigeria, Jayson conoció a la mujer que cambiaria su vida. No era la Norita de los titulares, ni la que marchaba junto a otras madres en Plaza de Mayo; era una Norita de barrio, cercana y dispuesta a compartir detalles de su vida con una honestidad sencilla y profunda. Ese fue el inicio de un proceso de colaboración único, donde el realizador no solo debía ganar la confianza de Norita sino demostrarle que su compromiso con la causa era real. “Cada jueves estaba en la Plaza junto a ella,” cuenta Jayson en la entrevista con Radionauta, “hasta que las bases del documental se construyeron en un proceso lento pero enriquecedor”.
La Norita que emerge en la película es un ser multifacético: la abuela amorosa que preparaba buñuelos de espinaca para sus nietos y nietas y la militante imparable con una energía arrolladora y una determinación infatigable. “Norita era como las cuatro estaciones en un solo día: podías reírte, llorar y hasta pelearte con ella en cuestión de horas,” recuerda Jayson. Para capturar esa esencia, el equipo necesitó años de trabajo. Cada escena, cada momento íntimo y cada espacio compartido se fue construyendo en capas, hasta crear un equilibrio entre la Norita pública y la Norita privada.
El proyecto, sin embargo, enfrentó numerosos desafíos, especialmente en términos de financiamiento. “Nos dimos cuenta de que las historias de las Madres tenían un impacto global, porque ya en los años de dictadura periodistas extranjeros las visitaban en la Plaza de Mayo,” explica Jayson. Fue así que surgió la idea de buscar apoyo en el exterior, logrando que figuras como Naomi Klein, Jane Fonda, Gustavo Santaolalla y Andy y Bárbara Muschietti se sumaran al proyecto. De esta manera, la historia de Norita se expandió más allá de las fronteras argentinas, con el propósito de que su mensaje de justicia, memoria y verdad resonara a nivel internacional.
En un mundo que parece hundirse cada vez más en una realidad distópica, donde las injusticias se normalizan, Jayson ve en las Madres de Plaza de Mayo una lección urgente. “Ellas representan esa capacidad de organizarse y luchar, aún en medio del dolor más profundo,” reflexiona, y destaca cómo lograron sostener su movimiento con una estructura horizontal y comunitaria, lejos del personalismo. Norita y las Madres encontraron en la organización colectiva una forma de resistencia que parece diluirse en un contexto donde las redes sociales y los medios castigan a cualquier figura emergente. “Creo que eso es el punto, lo que nos toca próximamente, es volver a las raíces de una militancia que un poco se fue desdibujando a través de la tecnología y quizás también de la rapidez de todos los cambios que que estamos viviendo”, reflexiona.
La participación de Norita en el documental no solo le dio forma, sino también una profundidad única. Jayson cuenta cómo ella revisó escenas y pidió ajustes en aquellas partes de su vida cotidiana que la mostraban más vulnerable, como su cocina desordenada. Al final, no solo permitió, sino que apoyó que se exploraran temas de su vida personal que jamás antes habían sido revelados. “Quedó muy conmovida y a gusto al ver el documental terminado unos meses antes de su partida,” concluye Jayson, orgulloso de haber podido brindarle ese homenaje en vida.
El documental de Jayson, más que una biografía, se convierte en un puente entre generaciones y una invitación a retomar el ejemplo de una mujer que, a sus noventa y tantos años, nunca dejó de ser una fuente de inspiración. Como bien dice él, Norita es eterna, y lo será en cada recuerdo, en cada marcha y, ahora, en cada proyección de esta película que busca perpetuar su legado.
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