Las nuevas narrativas capitalistas nos hablan hoy de la robotización, del desarrollo de la Inteligencia Artificial y hasta del fin del trabajo. ¿Qué responsabilidades y desafíos tenemos en relación a lo que sucederá con el futuro del trabajo? ¿Cuáles son los retos que atraviesa el mundo sindical? ¿Cómo romper con los sesgos generacionales y de género? Sobre ello reflexionamos con Mónica Sladogna, psicóloga y Directora del Área Laboral-Sindical en la FES Argentina
El 5 de febrero de 1936 se estrenó en Estados Unidos “Tiempos modernos”, uno de los grandes films de la historia del cine, escrito, dirigido y protagonizado por Charles Chaplin. La historia se ha convertido en un clásico, sobre todo porque no ha perdido vigencia en su crítica al modelo de producción capitalista.
Con el contexto histórico de la gran depresión de la década del ‘30 y el auge de las ideas del taylorismo y el fordismo como método de producción, donde el hombre es una pieza más en el engranaje de la máquina, la película relata la vida de Charlot (su icónico personaje) quien trabaja en la cadena de montaje de una empresa metalúrgica.
Totalmente alienado por su trabajo, pierde la razón, situación que lo lleva primero al hospital y luego a la cárcel. En el medio de una serie de hechos caóticos conoce a Gamin, una chica huérfana que se ve obligada a violar la ley para poder alimentarse. Ambos sueñan con tener una casa para poder ser felices viviendo juntos, lo que los llevará a intentar adaptarse a un sistema que de todos modos termina expulsándolos.
El film de Chaplin se ha vuelto una mirada atemporal sobre la sociedad moderna y el mundo del trabajo. La risa, el amor y un optimismo a prueba de balas son las formas que encuentra el personaje de Charlot para sobrellevar un sistema de producción que conduce a la deshumanización.
Qué obra nos propondría este genio del cine en el contexto de un mundo en la post pandemia, que impuso durante largos meses la lógica del home office y el teletrabajo, con precarización y degradación de las condiciones laborales, y ante las nuevas narrativas capitalistas que presentan a la robótica y al desarrollo de la Inteligencia Artificial como grandes amenazas para diversos puestos de trabajo.
Chaplin, con el cine y el recurso humorístico como armas, elige la reflexión y la crítica social para retratar lo sucedido en su tiempo. Desde ese lugar también, el del sentido crítico, elegimos pararnos para mirar qué está sucediendo con el mundo del trabajo a partir del desarrollo de la nuevas tecnologías y para conocer cuáles son los desafíos que enfrenta el mundo sindical.
En relación a ello, Mónica Sladogna, Directora del Área Laboral-Sindical, de la Fundación Friedrich Ebert Argentina (FES Argentina), afirma a este medio que “el trabajo del futuro depende de los seres humanos, no depende de la inteligencia artificial” y propone salir de los pensamientos deterministas que nos llevan hablar del futuro del trabajo (y hasta del fin del trabajo) para pasar a la acción.
La noción de trabajo es relativa a cada tiempo histórico y somos nosotros mismos, como colectivo social, quienes tenemos la responsabilidad de pensar que es lo que sucederá con el trabajo en los próximos años.
“Creo que los seres humanos estamos construyendo nuevos dioses con la Inteligencia Artificial y estos nuevos dioses son peligrosos porque nos pueden hacer creer que no son nuestra creación y convencernos del determinismo tecnológico”, advierte Sladogna.
“El desafío es volver a reconstruir las lógicas colectivas que hoy están fragmentadas por los cambios organizacionales y hay que volver a aprender a nivel de las instituciones laborales. Porque el aprendizaje sobre las innovaciones no es individual, debemos construir redes solidarias para afrontar en conjunto el trabajo del futuro. Disminuir la incertidumbre sobre el trabajo del futuro convoca a la reflexión sindical para encontrar nuevas formas de construir identidades y solidaridades colectivas, es decir, ver los nuevos mecanismos de representación”, manifiesta en esta charla con Pulso Noticias.
-¿Cuál fue el impacto que generó el contexto de la pandemia en relación al uso de tecnologías y fundamentalmente, a la implementación del home office y el teletrabajo?
“Nuestra impresión desde FES es que el momento de la pandemia ciertamente promovió un uso más intensivo de tecnologías. Y justo con eso aparece en Argentina la Ley de Teletrabajo, muy vinculada a resolver y a garantizar los derechos que esta modalidad de trabajo introducía. Incorpora una serie de derechos, como el derecho a la desconexión, el derecho a la privacidad, el control del registro de los softwares de gestión y el control por parte del actor sindical, derecho al cuidado y derecho a que la parte empresaria se haga cargo de equipos, gastos de internet, condiciones y medio ambiente de trabajo. La Ley de Teletrabajo rápidamente sale por la acción de dirigentes, diputados y diputadas sindicales, que la promovieron. Lo que más nos preocupa es fundamentalmente el uso de softwares de gestión, la ruptura del vínculo entre lo público y privado que generan, el cumplimiento del derecho a la desconexión, cuando el mecanismo de control presencial se diluye. La pandemia aceleró algunos procesos que se venían dando y amplificó su impacto. Estos procesos de digitalización impactaron e impactan en la estructura sindical, que además en la pandemia también se vio obligado a teletrabajar”.
–Las nuevas formas trabajo afectaron pilares del sindicalismo como son la construcción de una identidad colectiva, la representación, la territorialidad del trabajo
“Claro, porque las formas colectivas, las identidades colectivas se alcanzan cuando el conjunto de trabajadoras y trabajadores comparten una jornada y comparten un espacio de trabajo. Además, en cuanto a la jornada de trabajo, estando en mi casa la jornada la organizo yo y aunque existe el derecho a la desconexión y este reclamo de ‘que el jefe no me mande correos, que el jefe no me mande whatsapps’, a veces me puede convenir, por ejemplo, trabajar a altas horas de la noche por comodidad, porque tengo insomnio, porque no tengo un equipo propio sino que los comparto con mi familia. Pero con ello la jornada laboral y los derechos a ella vinculados, como son las horas extras, los permisos, empiezan a diluirse. Me parece que cuando se rompe el espacio y el tiempo de trabajo como factores heterónomos impuestos a quienes trabajan y se gana en autonomía (me organizo en casa y me organizo con mis propios horarios) el efecto se nota en el colectivo de trabajo. A su vez estas formas de trabajo favorecen mecanismos de control, vía software, que no están acompañados en este momento por mecanismos de representación vía software”.
–Desde el Estado y los sindicatos ¿se está trabajando para afrontar estos desafíos?
“Yo tengo una hipótesis preocupante, yo creo que el sindicalismo argentino tendría la fortaleza, la estructura para poder afrontar estos retos, pero aún nos falta desarrollar ciertas capacidades institucionales para comprender qué pasa cuando entramos en este capitalismo de vigilancia. Qué pasa en una sociedad que produce datos y con esos datos predice comportamientos, cómo incide en las formas de representación. En un momento eran perfiles de consumidores de productos y servicios, pero luego se fue avanzando en perfiles políticos, perfiles religiosos y, por supuesto, perfiles laborales. Entonces aparece el dato y el cuidado del dato como un fenómeno que requiere nuevos tipos de saberes, me animo a decir nuevas estructuras sindicales digitales. Estamos en un momento de conflicto cuyos mecanismos de control se han fortalecido en el sector del capital, por esta idea del capitalismo de vigilancia, por esta idea del uso de datos biométricos, por esta idea del uso de aplicativos. Y no hay capacidades fuertemente instaladas desde el sector sindical para comprender el alcance de estos fenómenos y desarrollar estrategias protectoras frente al uso de datos que hacen los empresarios”.
–En esta etapa del capitalismo, donde se habla del “capitalismo de vigilancia” y del “capitalismo de plataformas”, además de los cambios referidos a la identidad de las y los trabajadores, hay una afectación directa de derechos
“Hay afectación directa de derechos y además una transversalidad, porque el capitalismo de vigilancia funciona si todos entregamos datos propios y ajenos. Si yo participo en las redes entrego datos, si yo busco en internet entrego datos, si uso un aplicativo entrego datos, usando Whatsapp entrego datos. Pero además otros utilizan datos que son propios, por ejemplo el uso de la cámaras de seguridad, el uso de los datos biométricos. Empieza a haber una posibilidad de generación y de análisis de esta información que es lo que empieza a pensarse hoy con el tema de la Inteligencia Artificial (IA). Y ahí me parece que estas nuevas tecnologías introducen un fenómeno de orden distinto. Lo que estamos viendo es que no sólo se trata de la gestión en términos de control a través de los datos, el uso del georeferenciamiento, de los datos biométricos, de los software de gestión. Hoy está apareciendo una fuerte influencia de la IA, vinculada al ChatGPT fundamentalmente, donde esta nuevas tecnologías no sólo están influyendo en términos de automatización con los niveles de calificación más bajos, sino que además se están interviniendo en elementos de creatividad que son propios de profesiones de alto nivel de calificación, como es la causa del la huelga de guionistas en EEUU o la creación de imágenes o voces a partir de datos propios”.
–El avance del ChatGPT y los fenómenos vinculados a la IA despertaron la preocupación hasta en sus propios desarrolladores. ¿Existe desde la representación sindical acciones vinculadas a proteger los derechos laborales en este contexto?
“Siguiendo con el razonamiento anterior, si el ChatGPT puede analizar la legislación laboral argentina y presentar un informe sobre riesgos de trabajo, sobre paritarias, sobre derechos sindicales, sobre derechos empresariales y lo puede hacer en tres minutos, de golpe estaríamos reemplazando ciertas calificaciones que eran propias de los profesionales abogados. Si el ChatGPT o la IA puede analizar en microsegundos miles de diagnósticos médicos, ¿está reemplazando ciertas calificaciones de los médicos? Y si me voy a otras profesiones más artísticas, con el ChatGPT se habló mucho de que puede imitar a Picasso, puede imitar a Lorca, eso va implicar que ciertas profesiones sean afectadas por estas tecnologías. Ahí hay un tema sindical de comprensión del alcance de estos fenómenos, que afectan los temas y los saberes que se efectivizan por ejemplo en la negociación colectiva, función sindical de cumplimiento de derechos. Es decir, no es sólo la existencia de la ley sino cómo garantiza su cumplimiento frente a cambios tan profundos y desiguales, insisto una desigualdad no sólo entre quienes trabajan sino fundamentalmente al nivel de las instituciones laborales”.
–Hay ciertos sesgos que se mantienen a partir de la IA, que tienen que ver con lo que ya sucede en términos culturales o sociales, como la reproducción de prácticas discriminatorias o sexistas. Un ejemplo de ello se puede observar en las búsquedas laborales a través de estas tecnologías. ¿Crees que hay alguna forma de romper con esas lógicas?
“La Inteligencia Artificial es un programa que reproduce los sesgos discriminatorios del capital que la produce, por ello es importante entender y comprender estas lógicas. El diseño de los programas debe ser controlado por las organizaciones sindicales para evitar sesgos que discriminen a grupos de trabajadores o trabajadoras. Esto implica a las organizaciones contar con recursos de poder, alianzas estratégicas con programadores y programadoras, diseñadores y diseñadoras, expertos y expertas en protección de datos, etc. Nos olvidamos que la IA es un producto del trabajo de alguien y que en la programación reproduce sus propios sesgos. La alerta hay que darla tempranamente porque si se implementa sin control la discriminación es una realidad, para ello hay que acceder a la información y al conocimiento de estos nuevos lenguajes, de estas nuevas lógicas”.
–Vos planteás que no hay determinismos, no hay un futuro de trabajo determinado o, como se suele mencionar, un fin del trabajo. Y en ese sentido señalás que hay que vivir el presente intensamente y a través de nuestra acción colectiva definir ese futuro
“Yo creo que el trabajo del futuro depende de los seres humanos, no depende de la IA. Creo que los seres humanos estamos construyendo nuevos dioses con la IA y estos nuevos dioses son peligrosos porque nos pueden hacer creer que no son nuestra creación y convencernos del determinismo tecnológico. Sí creo que es un momento para el actor sindical, que es el actor de representación de los intereses de trabajadores y trabajadoras, tanto en las organizaciones sindicales del empleo formal como del intento de organización sindical de la economía popular. Yo creo que lo que tenemos que analizar es si tenemos las capacidades institucionales para entender estos fenómenos, para comprender su alcance y de esa forma poder monitorearlo, controlarlo, vigilar el cumplimiento de derechos o proponer cambios que los potencien. Me parece que ahí hay una crisis de habilidades que, insisto, no son individuales, me parece que son más institucionales. El desafío es volver a reconstruir las lógicas colectivas que hoy están fragmentadas por los cambios organizacionales y hay que volver a aprender a nivel de las instituciones laborales. Porque el aprendizaje sobre las innovaciones no es individual, debemos construir redes solidarias para afrontar en conjunto el trabajo del futuro. Disminuir la incertidumbre sobre el trabajo del futuro convoca a la reflexión sindical para encontrar nuevas formas de construir identidades y solidaridades colectivas, es decir, ver los nuevos mecanismos de representación”.
–¿Cómo se hace para diferenciar la urgencia de lo estratégico en un contexto de crisis?
“Lo urgente hoy está signado por lo económico, hay que volver a mirar qué pasa en el mundo del trabajo, cuál es el sentido que adquiere hoy el trabajo y el empleo. Para que lo tecnológico devenga estratégico deben pensarse nuevos recursos de poder, nuevas alianzas y nuevas estructuras de representación. Sino la brecha entre las necesidades de quienes trabajan afectados por las tecnologías y las organizaciones sindicales y estatales se amplía y adquiere la dimensión de una grieta que atraviesa nuestras sociedades”.
–Una idea tuya muy interesante es la referida a proteger a los jóvenes, a los llamados “nativos digitales”
“El nativo digital es la forma que tiene esta sociedad de naturalizar saberes tecnológicos aprendidos en un contexto que no es el de la educación formal. Si no analizamos el nativo digital desde la perspectiva de la clase social y económica a la que pertenece, estamos haciendo con el saber tecnológico un proceso de naturalización y asignación similar a lo que ocurre con el tema del cuidado y las mujeres. Descubrir cómo se forman estos saberes tecno-sociales nos permitirá construir una ciudadanía digital. Pero ello implica saber que no se nace digital, el acceso, el uso, la comprensión de las nuevas tecnologías están atravesados por la clase social. No todos los jóvenes y las jóvenes son nativos digitales, por consiguiente si seguimos con esta línea de pensamiento estaremos cristalizando un nuevo tipo de desigualdad que no sólo es de género sino también generacional”.
Periodista - Papá primerizo y asador de departamento.
Walter Amori nació en Villa Ramallo, en 1983, pero ya lleva más años transcurridos en La Plata que en su ciudad natal. Se recibió de Licenciado en Comunicación Social en la UNLP, lugar donde además fue docente de Opinión Pública. En la capital bonaerense trabajó en prensa institucional y desarrolló tareas periodísticas en medios privados y públicos. Desde 2018 forma parte de Pulso Noticias. Anda en eso de ver de qué se trata la vida después de empalmar paternidad primeriza y dos años de pandemia. Tiene una parrilla en el balcón con poco uso.