Veredas y calles repletas de hojas caídas desde los árboles, en la estación de “la plenitud”. Pulso Noticias te trae las rojizas fotografías que quedarán en la historia de la Ciudad de La Plata
Los momentos que vivimos son únicos en muchos sentidos. Los cambios en el medioambiente son algunos de ellos. Pero en nuestra ciudad, caracterizada por amplias diagonales y una gran cantidad de árboles de todo tipo y color, durante este histórico otoño platense las hojas son parte de un escenario único.
Debido al aislamiento obligatorio son pocos los y las platenses que pueden acercarse a ver el increíble paisaje de montones y montones de hojas caídas en las veredas y calles, ante la disminución notable de gente en la calle y de cooperativistas limpiando.
Uno de nuestros compañeros dio su mejor punto de vista: el de retratar estas imágenes para todo el público.
Fotos: Nicolás Braicovich
Y un poco de poesía para finalizar
Señor Otoño, de María Elena Walsh
En una oxidada cafetera
ha llegado un señor,
un señor de galera
en una cafetera Ford.
Con peluca de fideo fino,
guantes patito, traje de papel,
va dejando por todo el camino
una luz parecida a la miel.
Dicen que el señor es peluquero
y también es pintor
y que tira el dinero
porque es muy despilfarrador.
El señor se para en una esquina
y del bolsillo de su pantalón
saca banderitas de neblina
y un incendio color de limón.
Con sus tijeritas amarillas
pasa por el jardín:
le cortó las patillas
y los bigotes al jazmín.
A los arbolitos de la plaza
un sobretodo de oro les compró,
y pintó la tarde con mostaza
aunque el sol le decía que no.
Dicen que el señor tiene en el cielo
un enorme taller
donde hará caramelos
de azúcar del atardecer.
Canta dulcemente con sordina
y se pasea como un inspector.
Prueba la primera mandarina
y se lleva la última flor.
“Otoño”, de Mario Benedetti
Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha
Mariposa de Otoño, de Pablo Neruda
LA mariposa volotea
y arde con el sol a veces.
Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.
Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.
Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: Te parece.
La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.
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