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martes 15-10-2024

Una sumergida en El Pescado, donde las aguas hablan

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Invitadxs desde el proyecto Arquitectura Rioplatense, nos sumamos a la propuesta de nadar en el único arroyo de la región que no está contaminado. Un viaje de conexión profunda que incluyó una deliciosa lectura in situ de la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara. Crónica y fotos

Acá, a 17 kilómetros del casco urbano de La Plata, hay un puente. Un puente que separa dos localidades: Arana al norte, Ignacio Correas al sur. Está nublado. Venimos de tres días cargados de lluvias intensas. Pero hoy, en esta mañana de sábado gris, propia de un verano en retirada, el clima nos da una tregua.

Estamos acá, porque debajo de este puente, se abre paso el verdadero protagonista de esta historia. Es el Arroyo El Pescado, una de las pocas cuencas hídricas libre de contaminación en la región. La bajada es a través de una pasarela de madera que conduce hacia la orilla del arroyo, donde los fines de semana se apostan los pescadores para encender su ritual.

Sin embargo, esta vez, la escena es otra. Hay reposeras, toallones, trajes de baño, cámaras. Hay personas, unas 40 aproximadamente, que confluyen atraídas por la propuesta que encabezan Franco Palacios Beltrán, vecino de la zona y gestor del curso libre de vivencia y conversación, Arquitectura Rioplatense, y su prima Antonela Andriola.

Anto rompe el hielo y cuenta que tiempo atrás estaba con unas amigas en El Pescado, y que no se animaron a bañarse en sus aguas barrosas, por la incertidumbre o la inseguridad que les generaba no poder ver lo que había en las profundidades. Poco después, compartió a Franco aquella anécdota y juntos comenzaron a cranear una propuesta: ¿Qué tal organizar una sumergida en el arroyo, que sea accesible, segura, y colectiva? Una que ayude a derribar esos miedos y prejuicios que muchas veces impiden el contacto de nuestros cuerpos con los cursos de agua que no son cristalinos. 

Aquí estamos entonces, listos para el desafío. Pero antes se arma una medialuna, y cada unx se presenta y cuenta por qué decidió sumarse. Hay de todo: biologxs, arquitectxs, docentes, gente de medios cooperativos y autogestivos, de bibliotecas populares, etc. Algunxs vienen a revivir aquellos chapuzones de cuando eran niñxs, en algún arroyo o río del interior bonaerense; otrxs, a conectar un rato con la naturaleza, lejos de tanto cemento; están también quienes encuentran un contraste doloroso, como una vecina de Tolosa que vive cerca del arroyo El Gato, el cual -a diferencia de El Pescado- cada día que pasa se degrada un poco más.

Y después, están lxs que solo vinieron a escuchar a la persona que cierra el semicírculo. Es la última en presentarse, aunque no haga falta. Se trata de la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara. “Si se nos ocurrieran proyectos comunes desde nuestras variadas actividades cotidianas, estaría buenísimo. Poder multiplicar el conocimiento. Estar acá, defender un arroyo o un territorio con gente concreta me parece una hermosura”, dice Gabi, quien no necesitó leer la invitación formal que recibió por mail para confirmar su presencia: “Apenas vi que decía El Pescado, no dudé. Me encanta venir a este lugar”. 

Aprender el lenguaje del agua

La resolana aparece tímidamente cuando Gabriela, ahora con lentes de marco grueso, se ubica en el centro de la ronda, pone una mano en un bolsillo y con la otra sostiene un ejemplar de Futuro Ancestral, el más reciente libro del filósofo indigena brasileño Ailton Krenak.

Y comienza a leer “Saludo a los ríos”, el primer capítulo. Aquí, en este lugar, la elección no puede ser más acertada: en este apartado del libro, Krenak nos invita a reconectar con la sabiduría de las aguas y a reflexionar sobre qué tipo de relación entablamos con ellas en este capitalismo voraz de ambiciones desmedidas.

“Siempre estuvimos cerca del agua, pero parece que aprendemos muy poco del habla de los ríos. (…) Las ciudades grandes se propagan sobre sus cuerpos de una manera tan irreverente, al extremo de no tener casi ningún respeto por ellos”, recita Gabi, con el tono justo y la cadencia precisa como para envolvernos por completo.

Y así, en el bello texto de Krenak, se suceden los nombres de distintos ríos de Brasil, cuerpos indisolubles de la vida de comunidades ancestrales, que hoy son avasallados por la minería ilegal, la ganadería, el agronegocio, la construcción de represas y otras violencias. Una realidad que encuentra su correlato en innumerables territorios, a lo largo y a lo ancho de nuestra América.

El viaje literario de Cabezón Cámara termina con una proclama tan cruda como real: “Estas aguas seguirán existiendo en la biósfera y poco a poco se irán regenerando porque los ríos tienen ese don. Nosotros somos los que tenemos una duración tan efímera, que vamos a terminar secos, enemigos del agua, aunque nos hayan enseñado que el 70 por ciento de nuestro cuerpo está formado por agua. (…) Respetemos el agua y aprendamos su lenguaje, vamos a escuchar la voz de los ríos porque los ríos hablan. Seamos agua, en materia y en espíritu, en nuestro movimiento y en nuestra capacidad de cambiar el rumbo, pues de lo contrario estaremos perdidos”.

Chapoteos de felicidad

Promediando el mediodía, el sol sigue detrás de las nubes, pero agazapado. El cielo está más claro que hasta hace un rato y se nota en el cuerpo. Hace calor. Es como si la lectura de Gabi hubiera creado el clima perfecto para adentrarnos en la experiencia que está por venir. Y así, sin más, nos despojamos de nuestras remeras y calzados y caminamos hacia el arroyo. 

Pongo un pie en el agua, luego el otro. Remuevo el barro blando que hay debajo, tanteo. Se siente bien. Y más todavía cuando un shock fresco se mete en mi cuerpo y lo resetea.

Al nadar hacia el centro del arroyo, ya no hago pie. Entre la superficie y el fondo hay, estimo, unos dos metros. Hoy El Pescado está caudaloso, renovado, producto de las lluvias de los últimos días. Avanzo en dirección al Río de la Plata, allí donde confluyen un montón de cabecitas. Cabecitas de rostros relajados y felices. Hay chapoteo, risas y gritos de algarabía. 

Algunxs se juntan en grupitos y charlan, mientras mueven brazos y piernas para mantenerse a flote. Con el correr de los minutos, el cuerpo empieza a cansarse, pero si unx busca y tantea con los pies en la profundidad, siempre encuentra alguna elevación para hacer pie y descansar. A diferencia de la orilla, aquí debajo la tierra es sólida, compacta. Y una vecina me dice, así como al pasar, que sirve de materia prima para muchos artesanxs de la zona.

Están también lxs que prefieren nadar solxs. Mueven los brazos de un lado a otro, se sumergen o hacen la plancha y descansan. Cierran los ojos y conectan en silencio. Respiran. Son cuerpos vivos, presentes y desprejuiciados.  

Y es ahí cuando estas palabras de Krenak que acabamos de escuchar cobran más sentido que nunca: “Nos sentimos tan profundamente inmersos en esos seres, que nos permitimos salir de nuestros cuerpos, de esa mismidad del antropomorfismo, y experimentar otras formas de sentir. Por ejemplo, ser agua y vivir esa increíble potencia del agua para tomar distintos rumbos”. 

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Periodista y locutor. Basquetbolista que nunca fue.
Nació en La Plata, el 30 de noviembre de 1989, una mañana en la que el “Boca Campeón” copaba la mayoría de las tapas de los diarios. Algo de eso debe haberlo marcado para amar a esos colores como hoy los ama. De pibe solía escuchar los relatos en Radio Continental y anotar en un cuadernito personal –boquense, claro- los resultados de los partidos de la fecha y escribir breves resúmenes. A veces, incluso, se grababa haciendo comentarios. Todo ese cóctel despertó su interés por los medios. En 2014 se recibió de Licenciado en Comunicación Social en la UNLP y, tres años después, de Locutor Nacional, en el ISER. Escribió –en coautoría- dos libros de entrevistas a músicos del rock argentino y trabajó como redactor en el servicio informativo de la Radio Red 92. Desde 2018, integra la cooperativa de trabajo Pulso Noticias y allí escribe sobre temas de cultura, medio ambiente y otras yerbas. Al día de hoy, sigue buscando –y poniendo en crisis- su lugar en el mundo de la comunicación.

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