Con su “trapo” a cuestas, un fanático de Estudiantes recorrió el mundo siguiendo las campañas del club de sus amores. Un retazo de tela, presente en todos los estadios, se ha convertido en un estandarte de la institución Pincharrata
Por Ezequiel Franzino
Sebastián se toma a pecho el cántico de cancha que dice “Yo te sigo a todas partes, cada vez te quiero más”. Son las dos de la tarde del viernes 19 de Julio y va a hacerlo otra vez: en las vísperas del Día del Amigo, este joven de 32 años comienza a recorrer los 1.300 kilómetros que lo separan de Cutral Co para acompañar a su “Buen amigo”, el club Estudiantes de La Plata. Todavía no sabe que un corte de ruta a la altura de Bolívar lo retrasará cinco horas. Tampoco sabe que el hotel que contrató para hacer noche en Neuquén apenas le servirá para desayunar y limpiarse los dientes. No durmió ni siquiera quince minutos, pero qué importa. Media hora antes de que arranque el partido válido por la Copa Argentina alcanza a colgar la bandera más famosa de La Plata: “SEBA”.
El retazo de tela blanca lleva impreso en letras rojas el apodo de alguien al que su padre y abuelo hicieron socio de Estudiantes al minuto de nacer. Siguiendo este legado familiar, desde que tiene diez años – en el torneo apertura 97/98 – lleva a todos lados su modesta bandera para mostrarle al mundo que ahí esta él, el hincha más fiel que un club puede tener. “Mi familia es re Pincha y van a todos lados desde siempre. Ahora por suerte también podré empezar a disfrutar esto con mi hijo”, dice Seba, que prefiere no dar su apellido ni salir en una foto. Claro, ya demasiada famosa es su bandera.
Con esta pasión recorrió la mayoría de los países de América del Sur (sólo le faltó Venezuela), estuvo presente en Belo Horizonte el día que Estudiantes se consagró Campeón de América, y también hizo el esfuerzo para llegar hasta Dubái para alentar a su equipo en el Mundial de Clubes. Pese a todas estas millas acumuladas, hay un viaje que denota que no existe nadie como él: en dos oportunidades viajó a Estados Unidos para ver dos partidos amistosos. “Es como una adicción, siempre tengo que estar junto al Pincha”, Jura Seba, que trabaja en una Pyme familiar que se dedica a la venta de indumentaria. “Si trabajara en relación de dependencia no podría hacer todo esto”, dice este joven que viaja de manera independiente y que no pertenece a la hinchada.
Para que se entienda esta locura y este legado familiar hay que remontarse al año 1998: en el día de la apertura del ciclo lectivo, a las siete de la mañana Sebastián ingresaba al aula para empezar cursar Séptimo Grado. Sin previo aviso, a las dos horas llegaron su padre y su abuelo, que lo retiraron por una supuesta descompostura. Al niño no le dolía la panza, pero sí era cierto que todos habían perdido la compostura: el motivo del retiro tenía que ver con un viaje a Santa Fe, para alentar a Estudiantes en un partido contra Colón. “Esto es algo de familia y siempre fue así”, dice Seba.
A pesar de que esta es una pasión de cuatro generaciones, hace largo tiempo que Sebastián ya no viaja con su familia. En algún momento empezó a hacerlo con su novia “que es tan Pincha como yo, sino esto sería imposible”. Más tarde empezaría a viajar con otros trapos amigos, como por ejemplo “Mondongo”, con los que conoció todas las canchas argentinas y muchas otras del continente. “Con el tiempo ellos se fueron convirtiendo en amigos de toda la vida, hace muchos años que compartimos esto”, dice este fanático dedicado, que sigue en vivo los sorteos de las copas, o los sorteos de los torneos argentinos.
Aunque todo parezca placer y disfrute, esta pasión lo obliga a resignar otras cosas: en sus 32 años de vida nunca se fue de viaje con amigos a la costa, y sólo viajó tres veces como turista, o “ir por ir”, como define él a esos viajes que no tienen nada que ver con seguir a Estudiantes. Uno de ellos sucedió la semana pasada, en donde visitó las Cataratas de Iguazú con su madre, que cumplía 60 años. “Fue como reparar el hecho de no haber podido estar en su fiesta de 50 años”, dice Seba. En su momento la ausencia estuvo más que justificada: mientras su madre festejaba en La Plata, él lo hacía en Belo Horizonte, con la conquista de la Copa Libertadores de América. “Ella estaba feliz de la vida que su hijo pudiera estar viviendo ese momento inolvidable”, aclara Seba.
Acá en Cutral Co, mientras Estudiantes acaba de meter el primero de los dos goles con los que sellará su clasificación a octavos de final de la Copa Argentina, Seba confiesa que “esta es la vez que más al sur estoy en Argentina. No conozco el Glaciar Perito Moreno, pero fui siete veces a Ecuador. Es algo que no tiene sentido, pero así se dan las cosas”.
Más allá de esta curiosidad, si hay algo que no le faltó a este joven es la posibilidad de hacer turismo. Cuando Estudiantes jugó en Cusco (Perú), obviamente la bandera “SEBA” estuvo presente, pero luego del partido su dueño aprovechó para conocer el Machu Picchu. También conoció la Mitad del Mundo en Quito, y la ciudad surfera de Montañintas, en algunas de las tantas veces que acompañó al Pincha en Ecuador. “Hay veces que vas al partido y tenés que volverte al otro día, pero comúnmente la idea es acomodar el viaje para aprovechar lo más posible”.
Como todo Pincharrata, Sebastián está ansioso por la vuelta al estadio. Obviamente que ya tiene su abono familiar, pero todavía resta saber dónde colgará la bandera más famosa. “Si se puede, me gustaría ponerla atrás del arco”.
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