Vivía en La Plata y estuvo secuestrado más de cuatro años en la ESMA, donde logró registrar con audacia la crueldad de los represores en ese centro de tortura. Un “entrañable e imprescindible”, según lo definieron sus compañeros y compañeras de la Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos
Son de esas noticias que causan tristeza. El fallecimiento, la desaparición física de Víctor Melchor Basterra, uno de los militantes detenidos por las fuerzas de la última dictadura. Una persona que tuvo un rol clave en el proceso de reconstrucción de Memoria, la búsqueda de la Verdad y la Justicia.
Tenía 76 años y vivía en La Plata. Fue secuestrado el 10 de agosto de 1979 junto a su esposa Dora Laura Seoane y su bebé de dos meses, a quienes liberaron días después. Durante su paso por la Escuela de Mecánica de la Armada sufrió la violencia y padeció el cautiverio junto al resto de los detenidos. Finalmente fue liberado en agosto de 1984, sufriendo incluso amenazas posteriores y aprietes de sus verdugos.
El 22 de julio de 1985 dio una larga declaración en el Juicio a las Juntas y también expuso su testimonio en el juicio por el robo sistemático de bebés. Sus declaraciones y sus fotografías fueron claves para la condena de varios genocidas que pudieron ser reconocidos por su aporte.
Basterra fue recordado por sus compañeros y compañeras de la Asociación de Ex Detenidos y Desaparecidos (AEDD), de la que formaba activamente parte a lo largo de estos últimos años. “Víctor, es un pedazo de esta Asociación: no sólo por su participación en las discusiones fundacionales de esta organización, sino por el enorme acompañamiento y presencia en las luchas contra la impunidad”, expresaron tras conocerse la noticia de su muerte.
Era obrero gráfico y militante del Peronismo de Base, una de las organizaciones que fue blanco de la persecución de los militares. En la ESMA fue obligado a falsificar documentación para oficiales y gente de la fuerza. Y él, aprovechando la utilización que hacían de sus conocimientos, se atrevió a un plan que terminaría sirviendo para tener registro de los actos de tortura a los que fueron sometidos.
El relato de sus propios compañeros y compañeras de militancia no solo conmueve, sino que sintetiza su aporte clave a la lucha contra la impunidad de los represores y asesinos del golpe de 1976.
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