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viernes 22-11-2024

Maricas en dictadura: los desaparecidos que nadie nos contó

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Debates en torno a la cifra: son 30.400. Carlos Jauregui y el rol de la Conadep. La persecución a homosexuales y travestis bajo gobiernos militares y democráticos. La reconstrucción de una memoria marica

Por Facundo Montiel

“No se avergüence de ser un hombrecito, que eso no tiene nada de malo sino todo lo contrario. No admita que, con el cuento del componente, lo quieran convencer de que la desdichada condición de marica es mejor que la que permite, todavía, que nazcan hijos y el mundo siga dando vueltas. Difícil de soportar resulta ya la dictadura de los maricas”.

Mario Mactas, Revista Satiricón Nro. 26. Marzo de 1976

“Uno de los integrantes responsables de la CONADEP afirma la existencia de, por lo menos, 400 homosexuales integrando la lista del horror. El trato que recibieron, nos informó, fue similar al de los compañeros judíos desaparecidos: especialmente sádico y violento. En su totalidad fueron violados por sus moralistas captores”, escribió Carlos Jáuregui en su libro La homosexualidad en Argentina. Después se sabrá que la información fue suministrada por el rabino Marshal Meyer, quien reconoció que la omisión de esta parte de la historia en el Nunca Más se debió a las presiones del ala católica de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

De allí surge la cifra que es consigna: son 30.400. Las críticas a que el informe de la CONADEP no haya nombrado a una sola persona detenida desaparecida a causa de su condición sexual se conjugan con otras. ¿Cómo sabemos si al militante de ERP o Montoneros lo secuestraron por sus prácticas políticas, o por sus prácticas sexuales (que vaya si son políticas)? ¿Qué prima, lo maricón o lo revolucionario?

Para Cristian Prieto, autor del libro Fichados, “es complejo saber las razones por las que se llevaron a les compañeres, porque dentro de sus propias organizaciones estaban invisibilizados. Hay una visión heteronormativa del pasado, por eso tenemos que poner en cuestión qué construcción hacemos de los valores dentro de la militancia. Sigue primando lo heroico pensado como un valor masculino”. Por eso, Prieto entiende que la cifra es utilizada para “visibilizar” a los compañeros maricas que nadie contó. La reconstrucción de sus historias implica recuperar sus vidas, sus trayectorias, sus deseos y su sexualidad como parte de la lucha política.

Comando Cóndor y las brigadas de moralidad

A comienzos de los años 70 irrumpe el Frente de Liberación Homosexual (FLH), a los codazos, haciendose un lugar en la Plaza de Mayo con su bandera: vivir y amar libremente en un país liberado. “No somos putos no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros” era el canto que marcaba la cancha de los machitos de izquierda. Pese a las resistencias, la diversidad sexual avanzaba con sus propias organizaciones. Eso terminaría incluso antes de la dictadura.

En 1975, el ministro de Bienestar Social, José López Rega, llamó a “acabar con los homosexuales”, supuestos agentes del “marxismo internacional”. Proponía crear campos de concentración y brigadas callejeras “que salgan a recorrer los barrios de las ciudades, y den caza a esos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los arboles con leyendas explicatorias y didácticas”. Las golpizas y ataques se intensificaron en tiempos de la Triple A, y ese mismo año, el FLH pasó a la clandestinidad.

Durante el gobierno militar el aire se hizo espeso, más aún en los baños de las estaciones de trenes y los cines, únicos lugares de encuentro posibles, donde el baho se mezclaba con el miedo. Dos órganos serán los encargados de perseguir a la comunidad: el comando Cóndor, que asesinó a decenas de “presuntos homosexuales” e incendió un teatro de Calle Corrientes. “Vamos a acabar con teatros de revistas y homosexuales”, rezaba el panfleto donde se adjudicaban el atentado. Las Brigadas de moralidad de la Policía Federal, por su parte, eran las encargadas de “limpiar de homosexuales las calles”. 

Por una memoria marica

El fin de la dictadura no fue el fin de la persecución a lesbianas, gays y travestis. Cristian Prieto, investigador de la Comisión Provincial por la Memoria, investigó para su libro los archivos del Departamento de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires (exDIPBA), que evidencian el espionaje a las sexualidades disidentes desde 1955 hasta 1998. “Nosotros seguimos siendo perseguidos o estigmatizados con edictos policiales que penalizaban, por ejemplo, a las personas que utilizaban ropa del sexo opuesto. Ese edicto recién se derogó en el 2008 en la provincia”, contó el autor de Fichados.

Finalmente, Prieto agregó que es fundamental “reconstruir una memoria marica”, pero que para eso no sólo hay que “husmear” en las historias silenciadas, sino también indagar en las relaciones de poder de las instituciones e incluso en las organizaciones de derechos humanos. ¿Quienes están legitimados para hablar de la memoria? Ya no sólo en relación a la dictadura, sino también para pensar los últimos 10 o 15 años.

Porque, como dice la consigna, la memoria no es un privilegio heterosexual.


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