Como parte de su tesis de doctorado, una investigadora de CONICET-UNLP comprobó la capacidad anticolesterogénica y antitumoral del aceite extraído a partir de la cáscara de esta fruta, lo que podría impactar positivamente en el tratamiento de enfermedades tales como la aterosclerosis y el cáncer
Por Lautaro Castro
Supongamos que una tarde de sábado se nos antoja comer algo dulce. Pensamos en una fruta, que siempre es una buena opción. Vamos a la verdulería de la esquina y allí encontramos, en una de las hileras de cajones, mandarinas. Se ven tentadoras, dueñas de un anaranjado intenso que contrasta con el verde de las hojas que penden de su tallo.
Palpamos la cáscara. Lo más probable es que pensemos que aquella capa no tenga otra función más que la de recubrir los dulces gajos. Pero, quizás, estemos equivocados. En nuestras manos podríamos tener además una herramienta que ayude a mitigar dos de los mayores padecimientos del ser humano.
María Agustina Castro es becaria postdoctoral del Laboratorio de Productos Naturales y Metabolismo Lipídico del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata (INIBIOLP), dependiente del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata, con sede en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP.
En 2013, como parte de su proyecto de tesis doctoral, Castro comenzó a estudiar la composición del aceite de cáscara de mandarina y su posible impacto positivo en enfermedades cardiovasculares (particularmente, la aterosclerosis) y el cáncer. Seis años después, aparecieron las primeras evidencias.
Concretamente, la especialista comprobó que el aceite reduce la síntesis de colesterol en células hepáticas, a la vez que disminuye el contenido lipídico en células que forman parte de la placa aterogénica. Ella misma explica el proceso: “Trabajamos sobre un modelo de células espumosas, que cuentan con gran contenido lipídico y forman -junto a otras- la placa aterosclerótica. Esta placa, a su vez, se acumula en las paredes de las arterias y puede obstruir el flujo de sangre. Durante la investigación, notamos que el aceite reducía el contenido lipídico de esas células con respecto a aquellas que no fueron tratadas con el aceite”.
Si bien el experimento representa un hallazgo importante, Castro aclara que se trata de un primer paso. De ninguna manera es aplicable aún en humanos, aunque la idea, lógicamente, es que así sea en un futuro. “Habría que escalar en la complejidad de los sistemas biológicos para ir probando el aceite. Por ejemplo, continuar con ensayos en ratones. O evaluar otro tipo de parámetros: si ya sabemos que el aceite reduce el contenido lipídico en general, el próximo paso sería determinar qué lípidos en particular (colesterol, triacilglicéridos, u otro/s). También podría estudiarse cómo actúan los componentes del aceite sobre distintas proteínas reguladoras del metabolismo de lípidos. Con más evidencia, podría comenzar a trabajarse farmacológicamente”, dice la joven, de 33 años.
En Argentina, las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de mortalidad, siendo la aterosclerosis la que ocasiona el mayor porcentaje de los decesos por dichas patologías. Dentro de los factores de riesgo se encuentran los no modificables tales como edad, sexo y antecedentes hereditarios, y los modificables, como es el caso del sobrepeso u obesidad, tabaquismo, sedentarismo y dieta rica en grasas.
En cuanto al efecto del aceite como potencial antitumoral, Agustina llegó a la conclusión de que el extracto de este cítrico reduce la velocidad de crecimiento de los tumores. En este caso, las pruebas sí se realizaron con ratones.
—¿Cómo fue el trabajo experimental con ratones en el laboratorio?
—Les inyectamos células tumorales de pulmón humano. Al ser inmunodeprimidos, no rechazaban esas células y desarrollaban un tumor. Después les suministramos el aceite embebido en granos de alimento balanceado. Luego de un tiempo de tratamiento, observamos que los tumores de los ratones que ingerían el alimento suplementado con el aceite retrasaban su crecimiento con respecto a los de los ratones que consumían el alimento sin suplementar.
El trabajo despertó el interés de la Royal Society of Chimestry, una sociedad científica del Reino Unido que decidió publicarlo en su revista de divulgación Food & Function. La investigación sobre el metabolismo lipídico y las enfermedades cardiovasculares, por su parte, también será publicada una vez quefinalice un proceso de evaluación.
Después de terminar su tesis de doctorado, Agustina continúa desempeñándose en el INIBIOLP con una temática que, si bien no es la misma, va en línea con la anterior. Está abocada a la búsqueda de nuevos aceites esenciales de plantas aromáticas (menta, orégano, romero, entre otras) para determinar si tienen capacidad antioxidante, así como de disminuir depósitos lipídicos en células espumosas.
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