Mucho se ha escrito en los últimos meses sobre la directora del Fondo Monetario Internacional, pero poco se conoce de los técnicos del organismo. Quiénes son y cómo piensan los hombres que tendrán una fuerte injerencia en el futuro económico de la Argentina
Por Walter Amori
El centro de las noticias en materia política y económica estuvo esta semana concentrado en los Estados Unidos. Allí, luego de que Mauricio Macri se comportara más como un humorista que como un estadista en el marco la premiación de los World Citizens Awards (un galardón de dudosas características meritocráticas), el presidente argentino participó de la Asamblea General de las Naciones Unidas y mantuvo un encuentro con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde.
Desde allí llegó también el mensaje de un nuevo acuerdo entre el organismo internacional y nuestro país, que determinó el adelantamiento de los desembolsos de 2020 y 2021 para el año que viene, y una ampliación del monto total de 7.100 millones de dólares. A su vez, por los mismos pasillos, se digitó la salida del ahora exdirector del Banco Central, Luis Caputo y la llegada a ese puesto de Guido Sandleris.
Independientemente de las valoraciones positivas o negativas de un nuevo compromiso con el FMI, hay algo que quedó en evidencia luego de la presencia del equipo económico y la delegación argentina en el país del norte. Como lo expresó en Página 12 el periodista Alfredo Zaiat, “queda claro quién maneja la economía macrista. No es Nicolás Dujovne, ni antes Caputo y ni ahora el nuevo titular del Banco Central, Guido Sandleris, ni el presidente Macri; es Lagarde y sus técnicos, liderados por Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental”.
Y si bien se ha hablado mucho de Christine Lagarde (a quien Macri intentó seducir con algunos argumentos político-económicos y con otras expresiones más bien propias de galanes de la telenovela mexicanas que de un presidente) poco se conoce de sus técnicos. Además de Alejandro Werner, al que hacía referencia Zaiat, quien más ha mantenido contactos con nuestro país en los últimos meses, precisamente por ser el jefe de la misión Argentina del FMI, es el italiano Roberto Cardarelli. Ahora bien: quiénes son y cómo piensan estos hombres que pondrán la lupa sobre nuestro territorio, en momentos en los que el Fondo parece haber tomado las riendas de la economía nacional.
Un argentino en el exilio y un tano “bonachón”
Alejandro Werner es argentino, nacido en la provincia de Córdoba, aunque desarrolló casi toda su vida en México. Su padre era Manuel Werner, un contador muy ligado a José Ber Gelbard (ministro de Economía de Héctor Cámpora y Juan Domingo Perón) y al banquero David Graiver (conocido por su relación con la agrupación Montoneros). Por sus relaciones políticas, su familia decidió exiliarse, primero en Uruguay y luego en tierras aztecas.
En ese país, el actual técnico del Fondo Monetario se recibió de licenciado en Economía, en el Instituto Tecnológico Autónomo de México y se doctoró en la materia en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Fue viceministro de Hacienda de México entre diciembre de 2006 y agosto de 2010, director de inversiones del banco BBVA Bancomer, hasta que finalmente tomó el cargo de director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, en enero de 2013. Cuando se conoció la noticia de su asunción en este puesto, desde los medios argentinos los definieron como un “neoliberal ortodoxo”.
Un detalle de color en su recorrido académico es que en Estados Unidos fue compañero de estudios de Gustavo Cañonero, actual vicepresidente del Banco Central. Según se pudo escuchar esta semana, aquella estancia de estudios compartida le habría permitido a Cañonero seguir en su puesto.
Con un perfil mucho más bajo, Roberto Cardarelli es italiano, licenciado en Economía y Comercio de la Universidad de la Sapienza (Roma) y con una maestría y un doctorado en Cambridge. Por fuera de su carrera académica, ha trabajado en el organismo internacional liderando misiones en Canadá, Estados Unidos y Chile.
Además, cuando llegó este año a la Argentina, para mantener distintas reuniones en el marco del acuerdo que se firmó en junio, fue descrito con cierta simpatía, casi como un tano bonachón, “hincha de la Lazio y amante del buen vino”, decían sus minibiografías.
Reducción de salarios y críticas a Caputo
Si bien siempre se mostró crítico de los niveles de inflación que mantuvo la gestión de Cambiemos, Alejandro Werner celebró el enfoque de la política del gobierno de Mauricio Macri y hasta tuvo expresiones públicas alentadoras sobre el expresidente del BCRA, Federico Sturzenegger. El técnico señaló que Sturzenegger se manejaba “de manera correcta” y evaluó como positivas varias de las medidas adoptadas desde el Ejecutivo como salir del cepo, anunciar un programa de consolidación fiscal y ponerse el objetivo de bajar la inflación. También consideró que el objetivo de reducir el alza de los precios a un dígito en un espacio de cuatro años “era muy optimista”.
En enero de este año, en medio de la participación del presidente Mauricio Macri en el Foro Económico de Davos, Werner aseveró que la inflación argentina “seguiría retrocediendo si hay una moderación salarial”. Aquel lineamiento fue rector de la política que se llevó adelante en materia salarial, hasta que la devaluación sostenida del peso y el fuerte incremento de la inflación le pusieron partida de defunción al techo paritario del 15%.
Según revelaron algunos matutinos y periodistas allegados a la Casa Rosada, durante las últimas semanas hubo fuertes discusiones entre Alejandro Werner y Luis Caputo. El exministro de Finanzas creía que era un error la prohibición que Werner le impuso a la Argentina de no intervenir en el mercado. Desde el FMI consideraban que la política que pretendía Caputo era poco transparente, favorecía la fuga de capitales y lo acusaban de ser funcional a Wall Street. Ese cortocircuito fue el que determinó la salida de Luis Caputo y el arribo de Guido Sandleris, hombre de Nicolás Dujovne y exfuncionario del Fondo Monetario.
Cuando lo peor no pasó
Por su parte, las expresiones del jefe de la misión Argentina del FMI, Roberto Cardarelli, se han ajustado al discurso que el propio presidente Mauricio Macri y sus ministros se dedicaron a propagar en los medios hasta la última corrida cambiaria, cuando se adoptó la decisión de modificar tanto la estructura ministerial como la estrategia de comunicación del oficialismo.
Antes de que la Argentina retorne al Fondo, en una entrevista brindada al diario El Cronista, Cardarelli afirmaba que “la inflación cerrará 2018 a un nivel inferior en comparación con 2017” y que los altos números de los primeros meses reflejaban “la continuación de los aumentos de tarifas de servicios públicos, necesarios para reducir el déficit fiscal primario y normalizar las condiciones en sectores importantes de la economía, como la energía y el transporte”. “Este proceso no ha terminado, pero la parte más pesada de la normalización ya se ha producido”, aseguraba al mismo matutino.
A mediados de año y ya con el acuerdo consumado, Cardarelli no dudó en señalar que la fuerte reducción que proponía el gobierno para cumplir con la metas del Fondo Monetario “era consistente con recuperación económica el año que viene”. “Las medidas son factibles y realistas pero requieren fuerte compromiso de toda la sociedad”, alertó el técnico italiano. Habrá que abrocharse los cinturones, el FMI y el ajuste llegaron para quedarse, interpreta este cronista argentino.
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