Tiene 70 años, es vegetariano desde hace 50 y tomó las riendas de este negocio justo en diciembre de 2001. Después de atravesar varias crisis, afirma que supo vivir tiempos peores
“Cuando hay hambre no hay pan duro”, asegura el dicho en el que parece haberse inspirado Filemón Antonio Rojas, uno de los dueños de la panadería ubicada en la esquina de 3 y 44: el aumento desorbitado en el precio de la harina – de $310 pasó a pagar $700 la bolsa- lo llevó a esta situación de tener que vender mercadería del día anterior a mitad de precio.
Como una posibilidad de ingreso que ayude a costear los gastos, pero también como una muestra de solidaridad para aquellos que lo necesitan, este comerciante de 70 años decidió comercializar el pan del día anterior a $30 el kilo, y hacerlo competir con el fresco de cada día, que cuesta $60. “La gente se lleva el de ayer para hacer tostadas”, aseguro Antonio y agregó que “también vendemos facturas y bizcochos del día anterior”.
Aunque venda más mercadería vieja que fresca, y aunque con la última boleta de luz haya tenido que pagar $8.000 pesos, Antonio considera que ha pasado tiempos peores. Como ejemplo se remonta al día en que se hizo cargo de este emprendimiento, en diciembre de 2001. “Eso nos mató. La panadería estaba vacía. No teníamos heladera ni mercadería. De a poquito fuimos saliendo adelante, sacando créditos, tapando baches. Fue una lucha impresionante. Comparado con aquellos tiempos, lo de ahora es una fiesta”, asegura.
La historia de tener que alimentarse con el pan del día anterior Antonio la conoce en carne propia. Nacido al sur de La Rioja en el seno de una familia humilde junto a 14 hermanos, “en mi casa se comía lo que se podía. Hacíamos alambrado, adobe, quemábamos carbón para sobrevivir, pero nunca salimos a robar”, recuerda con nostalgia el dueño de la panadería.
Vegetariano desde hace medio siglo, antes de hacerse cargo de este negocio familiar Antonio tuvo durante 20 años una dietética donde conoció las bondades de la alimentación saludable, el yoga y la vida naturista. “La gente trata al organismo como si fuese un tacho de basura. Si algo es rico se lo come. Hay que tomar conciencia y cuidar el cuerpo humano. Por eso yo siempre como pan integral, que es el más saludable”, asegura Antonio, eximiendo a su mercadería de los alimentos nocivos: “El pan es bíblico así que nunca se va a dejar de comer. Además, el que hacemos nosotros es natural, sin aditivos”.
Consultado sobre cuánto tiempo más podrá sostener su negocio en estas condiciones, Antonio dijo con optimismo que: “Esto es como un terremoto, al principio se mueve todo pero después se acomodan las cosas”.
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