Con una muy baja cantidad de visitantes y pocas ventas, la primera experiencia del evento internacional en la ciudad dejó un gusto amargo entre los expositores y expositoras. Pulso Noticias recorrió los pasillos vacíos del Pasaje Dardo Rocha para escuchar a los y las protagonistas
Por Juan L. Delaygue
En una semana de días nublados como ésta, con la lluvia amenazando con caer de un momento a otro, la nave central del Pasaje Dardo Rocha se ofrecía como un refugio en el centro platense. Más aún cuando el hall de la planta baja albergaba a la Feria Internacional del Libro, que por primera vez llegó a la ciudad para sumarla a otras de sus habituales visitas, como Córdoba y Rosario. Y sin embargo, aquí dentro, los pasillos se encontraban casi desiertos.
Fueron los últimos días en La Plata para este evento, que fue organizado por la Secretaría de Cultura y Educación local en conjunto con la Fundación El Libro, y se lo esperaba multitudinario, pero el murmullo que ahora recorre los puestos indica que las ventas no anduvieron nada bien. Quizás los números puedan no ser catastróficos para los grandes colosos que hacen pie a fuerza de títulos de autoayuda y best-sellers, pero preocupan a los editores y editoras independientes y a las pequeñas librerías que no ostentan en sus carteles el nombre de una franquicia.
Es que desde el 12 de octubre, cuando la feria abrió sus puertas en el pasaje cultural de calle 50 entre 6 y 7, el afluente de visitas ha sido a cuentagotas, y ahora que se acerca el final (la feria concluye mañana), un repaso por lo que fue esta primera experiencia en la ciudad arroja no sólo un saldo negativo en cuanto a las ventas, sino también el desencanto de los expositores y expositoras hacia la organización del evento.
“La disconformidad más grande quizás no sea con la fundación El Libro, sino con la Municipalidad de La Plata, porque nosotros ya estamos acostumbrados a ver cómo cada una de las actividades y propuestas que lanzan o que intentan organizar vienen vacías de contenido, son puro marketing”, cuenta Agustín Arzac, editor de EME, que expone en el stand de la ya tradicional Malisia. Pero su desazón no es sólo hacia este evento puntual, sino que responde a un modo de pensar las políticas culturales: “No hay nunca una real preocupación por lo que pasa alrededor de la literatura local, los autores, las editoriales. Hay un desinterés hacia eso. No hay políticas públicas locales para el sector, y cada vez que organizan una feria lo hacen del mismo modo: sin convocar a los actores principales de la literatura local. Sólo se deslindan del problema invitando a organizadores externos de la ciudad para que hagan su negocio en el Dardo Rocha, y siempre son un fracaso”.
Al recorrer los puestos resulta difícil encontrar expresiones positivas hacia el desarrollo el evento. Ana Bertoldi, de la librería de historietas Crumb, contó en diálogo con El club intergaláctico (Radio Futura, FM 90.5) que el clima es de frustración, y “se refleja en nuestras caras si vienen a la feria, en cómo nos sentimos. La verdad, es una tristeza, porque es un espacio que debería estar lleno de gente todo el día, y eso no sucedió”. Según su relato, su stand no ha recibido a más de 100 personas por día, un número bastante bajo si se tiene en cuenta que hay que cubrir los costos del puesto y de los libros para empezar a obtener alguna ganancia. A su vez, consultada por sus expectativas, respondió: “Ya no espero nada. No por ser pesimista, sino porque fuimos muy optimistas todos estos días y no pasó nada. Y el año que viene la veo difícil, porque es una feria de la que se supone que tienen que participar todas las librerías de La Plata, y hoy grandes representantes del libro en la ciudad estamos igual de frustrados. Por eso no creo que muchos quieran participar el año que viene, salvo que cambien las condiciones, el precio de los stands para empezar, y la comunicación, que no se hizo”.
El apartado ‘difusión’ es el que se lleva el grueso de las críticas. En este sentido, Leonel Arance, editor de Club Hem, expresó: “Básicamente me parece que hay un destrato no sólo a las librerías, en cuanto a que invirtieron y no hubo público, sino también a las actividades, porque nos ofrecieron los espacios para que nosotros organizáramos y luego no fueron promocionados en tiempo y forma para que tuvieran éxito”. Se trata de los espacios que la organización había dejado liberados en la grilla para que los expositores los ocuparan con sus propias actividades, pero luego éstas no tuvieron llegada al gran público. “A mí particularmente me pasó que organizamos dos actividades y ninguna de las dos apareció en el evento de Facebook ni en el link donde figuran las actividades. Entonces me parece que hacer así las cosas es también un destrato hacia los representantes locales, no sólo librerías, sino los autores y editores, lo cual es una muestra más de la intención puramente comercial de esta feria”, concluyó.
Por todo esto, los y las expositoras elaboraron una carta dirigida hacia la organización del evento, en la cual reclaman “una considerable baja en el monto del ‘canon’ acordado”. “Cabe este pedido dada la escasísima concurrencia al evento por parte del público platense y de la región (evidenciado por la poca difusión del mismo, tanto callejera como por otros medios de comunicación masiva)”, reza uno de los párrafos del escrito, que más adelante agrega: “No es ni por asomo lo imaginado y nada tenemos que ver los libreros que trajimos nuestras mejores expectativas traducidas en buenos libros y ofertas, cumplimos el horario (excesivo en los días hábiles), con las normas y con nuestro valioso tiempo para hacer de esta Feria un éxito”.
Así termina la primera edición platense de la Feria Internacional del Libro, entre críticas hacia la organización y frustración por el esfuerzo invertido por los editores y libreros locales, en contraposición con la magra retribución que obtuvieron. La experiencia no es buena, y la pregunta que los organizadores deben hacerse es si les servirá para años próximos o, en consonancia con el clima de época, volverán a repetir los mismos errores.
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