Fue la Audiencia N° 4 de este proceso que también reconstruye los crímenes en la Comisaría 8°. Tres testimonios describieron los secuestros, las torturas y la dificultad de retomar la vida, una vez liberados
por Ramiro Laterza
Desde el jueves 18 de mayo de este año se realiza en La Plata el juicio unificado por los Centros Clandestinos de Detención 1 y 60 y Comisaría 8va.
Apenas iniciado el golpe de estado en todo el país, aquel 24 de marzo, estos fueron de los primeros eslabones de la policía y las FFAA durante la dictadura en la ciudad de La Plata.
Así fue que se realizó este jueves 29 la cuarta audiencia, desde las 9:30 de la mañana en los Tribunales de 8 y 50, donde el Tribunal N°2 de La Plata, presidido por Karina Yabor, y las diferentes partes del juicio de manera semi-presencial, escucharon 3 testimonios.
Por un lado, quien comenzó la mañana con una declaración muy triste, pero con mucha memoria, fue Federico Amuchástegui.
Alrededor de las 5 de la mañana una patota irrumpió en la casa de la familia, en 36 entre 22 y 23, donde padre, madre y los 7 hermanos y hermanas dormían. Federico dijo que lo buscaban por su participación social y barrial en la Unidad Básica “Carlos Gustavo Ramos”, en el barrio de la Loma, en calle 35. La persona que les alquilaba el lugar también sufrió el genocidio: secuestraron a sus hijos.
“Logramos armar una salita de primeros auxilios, construíamos paradas de colectivos, y cualquier cosa que necesiten los vecinos”, sintetizó el testigo y sobreviviente del genocidio argentino, quien tenía 28 años en ese momento.
“La Unidad Básica fue diezmada”: Lilian Garcia, su hermana Mabel, Leonardo Ansañer, Jose Luis Romero, Coco Ponce también sufrieron los embates de las fuerzas genocidas,
Conocedor de la ciudad y las diagonales, se dio cuenta de que, luego de recorrer el barrio “levantando” a otros vecinos también militantes de la Unidad Básica, fueron trasladados al Cuerpo de Infantería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, ubicado en la calle 1 entre 59 y 60. En un salón grande, cada uno esposado a una cama, capucha, ojos vendados y, al cabo de un par de días conjuntivitis.
Como en otros casos de sobrevivientes, los sonidos externos del centro clandestino describían el lugar. En este caso Amuchástegui mencionó como un recordatorio fijo en su memoria, la banda sonora de su vida: La hinchada de Gimnasia que pasaba por dicha esquina dirigiéndose al estadio del bosque, ahora llamado Juan Carmelo Zerillo, en 60 y 118.
“A los pocos días ya perdí noción del tiempo y del lugar”, agregó el hombre, físicamente corpulento, con un poco de pelo blanco en su calvicie, ojos grises y tristes y un tono de voz muy bajo que, a pesar de estar a 2 centrímetros del micrófono, apenas se escuchaba. “A la noche subían gente a un camión y las llevaban a torturar, lo sabemos porque no les daban de comer”, aseguró Amuchástegui. “Yo no tenía más para contar que lo que hacíamos en el barrio”, agregó respecto al interrogatorio que podrían hacerle a él. Los llevaban a un campo, cree, por la avenida 44 a unos 15 minutos del lugar. Su madre fue hacia la esquina a consultar por su hijo pero le negaban que estuviese ahí.
En su vida, además de la intervención barrial, Federico trabajaba en el frigorífico Swift y cursaba el secundario en el turno noche del Colegio Nacional “Rafael Hernández”. Además era (y es) hincha y seguidor fiel de Gimnasia Esgrima de La Plata. Por eso, recordó a algunos otros detenidos en 1 y 60, que “eran del peronismo y de Gimnasia”, como “Vaca” Díaz y “Cacho”Castro, por ejemplo Gino Farina, y su mujer “La Negra” Baldi: “la negra me contó, un día que la tuve cerca ahí, que la habían colgado como una res de un gancho y la habían picaneado ahí, estaba muy dolorida”, detalló.
En otro momento llegó a ver todo un grupo de gente de overol que detuvieron a todos juntos que, recordó, eran trabajadores secuestrados de Propulsora, sobre todo sindicalistas, metalúrgicos en general, y de la construcción.
Hermana
Gladys Mabel Amuchástegui está desaparecida. Fue secuestrada cuando tenía 18 años, era una chica de barrio, trabajaba en una tienda, daba clases de apoyo escolar y estudiaba también en el Nacional a la noche, donde militaba en la UES. “La secuestran haciendo una pintada por el 22 de agosto, cuando se estaban recordando ese día”, dijo Federico. Según lo que investigó la familia, algunos compañeros la vieron en el Pozo de Arana. Su mamá presentó Habeas Corpus y todo lo que se solía hacer.
Luego de ser liberado, Federico no volvió al Colegio Nacional y le costó volver a conseguir trabajo: “psicológicamente había quedado mal, no fue facil, todo ese tipo de tortura psicológica que te aplicaban”, dijo. “Un día me sacaron y me tiraron en 520 y 71, como si nada pasara”.
Las consecuencias
Desde hace varios años se realiza un homenaje a Gladys Mabel, y también a la mamá de ellos, Ángela Messina de Amuchástegui, integrante de la Línea Fundadora de Madres de Plaza de Mayo La Plata e integró otros proyectos de ayuda barrial, como en el barrio “Puente de Fierro”. Falleció el 10 de abril de 2011.
Consultado acerca de cuáles fueron las consecuencias del sufrimiento familiar, dijo: “Cómo serían los hijos de mi hermana, todo lo que sufrió mi vieja. Nos queda esa idea que no sufrieron porque estaban convencidos de lo que hacían, estaban muy embutidos de esas ansias de ayudar, de que cambie la situación del país”.
Quedar sin trabajo
Luego de un rato de cuarto intermedio, la audiencia siguió con el testimonio de Juan Poitevin, un extrabajador de la “Petroquímica Sudamericana”, quien era delegado de su sector como parte de la Unión Obrera Metalúrgica.
Fue el propio 24 de marzo de 1976, a la noche, cuando fue detenido cuando llegaba a su casa, transportado por su abogado de nombre Daniel Ciesa, con quien venía de hacer algunas consultas. Apenas horas después del golpe, los grupos parapoliciales (que ya venían trabajando previamente), habían salido a la caza de sindicalistas.
Allí, ambos fueron secuestrados y llevados primero a la Comisaría Tercera de Los Hornos y luego a 1 y 60. También fue esposado a una cama, vendado en los ojos, donde estuvo, al menos, 20 días. Luego, junto a otras personas fueron subidos a un camión y trasladados, ya con posibilidad de ver, primero a los calabozos de la Comisaría 8° en 7 y 74, y luego hacia la Unidad 9, en la manzana de 9 y 76. “Ahí sí, en la U9 nos pegaron mucho, todos los días”, recordó y destacó.
Un tiempo después fue liberado y allí vendría otro momento muy difícil. “Me dijeron que pase por 1 y 60 a buscar un papel, una especie de certificado, eso hice y al día siguiente me presenté a trabajar”, expresó, respecto a la empresa “Petroquímica S.”, que años después pasaría a llamarse “Hilandería Olmos” y luego, hasta la actualidad”, Mafissa.
Cuando llegó con el papelito a la empresa, recién liberado, no lo dejaron ingresar y le comunicaron que estaba despedido por “faltas sin aviso”. Por eso volvió a dirigirse al lugar donde había estado detenido y secuestrado en aquella esquina de este juicio y los oficiales que lo atendieron finalmente lo acompañaron, al día siguiente, a la empresa, donde “convencieron” a los jefes de reincoporarlo. Sin embargo, apenas días después, un domingo de franco, se encontró en su casa con 2 autos que lo intimidaron: “Renunciá”, le dijeron y eso hizo.
“No saben lo que tuve que hacer y buscar para poder sobrevivir, con los chicos chicos”, explicó muy emocionado Juan y describió: “junté botellas, cartón, hice de todo”, resumió. Tuvieron que pasar unos 10 años para conseguir un trabajo estable, y lo consiguió gracias a poder estudiar: “Mi mamá me sugirió que estudie enfermería, como ella, lo hice con mucho esfuerzo y finalmente me recibí y conseguí trabajo en el Hospital San Juan de Dios”, resumió. Finalmente se jubiló con 65 años de edad y 25 de servicio.
Preguntado por los conflictos gremiales en Petroquímica, Juan recordó que fueron varios y por bastante tiempo: “a veces eran por el tema del sonido de las máquinas, la empresa al principio no quería comprar los protectores y luego compraban unos muy malos”; y también el tema salarial. Uno de esos, sucedió durante 6 meses, con paro de máquinas paulatinos.
A pesar de tener pocos recuerdos de su secuestro y sobre todo de las personas que lo rodearon, logró destacar que vio a otros sindicalistas, como una persona de la comisión interna de Techint, un juez, un ministro de gobierno provincial que era golpeado diariamente.
Finalmente habló un hijo de desaparecidos
Gustavo Rojas cerró la jornada de testigos. Hijo de Marcos Rojas y Mirta Barragán, primero secuestraron a su papá, también el propio 24 de marzo del 76. Mientras que, tiempo después de ser liberado, chuparon a su mamá que vivía en Buenos Aires.
Marcos fue llevado a La Tablada, también a Canes, a la comisaría 9° y a 1 y 60. Allí Gustavo fue llevado con la abuela materna y fue en diciembre del 77 que se llevaron a ella.
“Mi papá era muy cerrado, no contaba de lo que vivió”, sintetizó el testigo. Recordó que tenía cicatrices en la boca, que estaba flaco y pelado. Luego se fue a vivir a Córdoba, su ciudad natal.
Gustavo estuvo muy cerca de ser apropiado por militares, durante unos meses vivió con otras personas pero logró ser rescatado.
Sin embargo, se supo que su mamá tenía un embarazo avanzado y que parió estando secuestrada. María Eugenia Sampallo Barragán es su hermana, que nació en cautiverio , luego fue recuperada y realizó un juicio contra sus apropiadores en 2008.
Las audiencias continuarán el próximo jueves 6 de julio desde las 9:30 de la mañana.
Más información sobre el juicio 1 y 60 y Comisaría 8°.
La audiencia de hoy completa
Hace 2 semanas, Un sobreviviente aseguró que estuvo secuestrado en la República de los Niños
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