Nahuel tiene 14 años y padece una enfermedad degenerativa que día a día deteriora su movilidad. Para ralentizar su avance, necesita con urgencia valvas ortopédicas, pero la obra social estatal aún no se las reconoce. Una historia más de tantas
“Acá andamos, en la lucha, renegando con IOMA”, dice Lucilia Bruschini al teléfono y su voz cansada se replica en las de muchas otras madres que, como ella, pelean porque la obra social estatal de la Provincia de Buenos Aires haga efectiva de una vez por todas la cobertura que su hijo necesita.
Nahuel Tempesta padece Síndrome de Marfan, una enfermedad genética y degenerativa de la que se desprenden diversas patologías que afectan el normal funcionamiento del cuerpo. Por caso, la vista suele quedar comprometida –con potencial riesgo de ceguera en un futuro- y el aparato locomotor crece mucho más de lo normal. Hoy, con 14 años, Nahuel mide un 1.81 m y calza 44.
“La enfermedad daña todo el tejido conectivo, afectando la motricidad. Mi hijo no produce colágeno y, al no hacerlo, se van deteriorando sus tendones y ligamentos, lo cual le genera dolor. Hace unos meses, el ortopedista me recomendó hacer una operación en los pies, pero yo le pedí si no podía retrasarla, porque él además padece un aneurisma, lo cual representa un riesgo. Entonces, me aconsejó inmovilizar la zona con valvas, que son las que estoy tratando de conseguir a través de la obra social”, cuenta Lucilia.
En octubre pasado, la mujer inició el trámite en IOMA a fin de obtener una valva para pie derecho, el que Nahuel tiene más comprometido. Le dijeron que tardarían 30 días, pero lo cierto es que ya pasaron más de 90 y la respuesta aún no llega.
—¿Qué fue lo último que te dijeron?
—Fui la semana pasada y me informaron que el trámite está aprobado desde el 9 de diciembre, pero que aún no se firmó porque no hay plata. Entonces fui a ver a los abogados y presentamos un pronto despacho, tal como pidieron. Quedamos en que en esa semana me iban a llamar de la ortopedia, pero no lo hicieron. Volví a ir a IOMA y me reiteraron que todavía no hay resolución. Así estamos.
Como una pelotita de tenis, Lucilia va y viene. La tienen de acá para allá. Un día va a una oficina, otro día a otra, y allí se encuentra con gente que no le da una mínima certeza. Gente que está, pero no está, como esos mensajes automáticos que recibe cuando hace el reclamo por WhatsApp.
“No te atiende nadie en IOMA, tanto por mensaje como presencialmente. Te mandan a 7 y 41 y cuando llegás te dicen que vayas al Edificio Central de calle 46. Vas ahí y te encontrás con un filtro en la puerta de entrada. No te atiende nadie, no contestan”, cuenta la mujer.
La indignación crece aún más si se tienen en cuenta los motivos esgrimidos por la obra social en la demora del trámite. La prótesis que Nahuel necesita cuesta unos 20 mil pesos, un monto que podría considerarse exiguo para IOMA, pero significaría un alivio para Lucilia y su familia, que mes a mes afrontan costos fijos de medicación y tratamiento.
—¿Qué sentís cuando te dicen que no hay plata?
—Mi Mamá fue auditora en IOMA y conoce de esto. Que te digan que no hay fondos para una valva de 20 mil pesos es una tomada de pelo. Encima reciben doble aporte: por un lado, de la miserable pensión por discapacidad del IPS, por la que mi hijo percibe $1250 mensuales; y por otro, a mi marido IOMA le descuenta de su sueldo por tenerlo a cargo. Y tampoco que te dejan dar de baja alguno de esos aportes. Lo mismo pasa con los jubilados y pensionados. Plata hay entonces, solo es cuestión de voluntad política”.
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