Una adolescente comenzó una batalla de expresión para ser escuchada. La judicial la libró su madre hace 14 años y aún no tienen respuestas. Exige que el ex sindicalista preso en Uruguay dueño de los medios locales Hoy y Red 92, la reconozca como hija
No saber quién es tu viejo es un garrón. Y cuando sos chico eso puede asemejarse a ver a tu compañerito de jardín pasearse con el suyo y desear un helado de chocolate y no poder comprártelo.
Cuando vas creciendo la cosa se complica. Un buen día tu vieja te dice el nombre de aquella persona que supo querer pero con la que no funcionó y al toque una frase -lapidaria- te cruza la cara: “Tu papá nunca quiso hacerse cargo”.
Hasta ahí la historia de Milagros Sol María Bufi se parece a la de muchos niñas y niños que sufren la ausencia parental de uno de sus progenitores; la mayoría de las veces, en nuestro país, encarnada en la figura del padre. Sin embargo esta historia no es igual. Por que su papá se llama Marcelo Balcedo, y cuando lo googleó -como hacemos cuando queremos saber algo- se encontró que lo circundaban palabras como “prófugo”, “extorsión”, “evasión”, “asociación ilícita”, “mafia”, “armas”, “extradición” y “lavado de dinero”. Y además, porque los juicios por filiación y alimentos en la Argentina pueden llevar como mucho cinco años; y éste, ya lleva 14.
Sol vino a la entrevista con su mamá Gisella Bufi. Desde que se decidió a hablar van juntas a todos lados para que quede asentado el consentimiento de ambas. Así que es la mujer la que comienza a contar el estado de la causa que se inició bajo la carátula “Bufi Gisella Elsabeth contra Balcedo Marcelo Antonio por filiación y alimentos” en el Tribunal de Familia Nº 1 de La Plata en el año 2005. “Ya agoté todas las vías, incluso me dirigí a Control Disciplinario de la Suprema Corte y siempre obtuve la misma respuesta, el expediente se dilata hasta el día hoy”, explica a Pulso Noticias. Además en los últimos diez meses, el caso de Sol ha girado de juzgado en juzgado y cambiado de juez, algo inusual que nadie sabe responderle a qué se debe. Actualmente se encuentra bajo la responsabilidad del Dr. Mauro Cerda, quien libró un exhorto a Uruguay para pedir claridad sobre la situación procesal del detenido Marcelo Balcedo, preso desde el 5 de enero de 2018 por presunto lavado de dinero y delitos. “Balcedo no compareció a las dos pruebas de ADN fijadas en abril y septiembre de 2008”, dice Bufi. En derecho de familia, una tercera negativa a la evidencia genética podría declarar al demandado en rebeldía y permitir a la parte demandante emitir otras pruebas para probar la filiación, pero llamativamente, en estos 14 años, tampoco lo han llamado por tercera vez. “Lo único que quiero es que se reconozca la identidad de mi hija, es un derecho universal de todo niño”, aclara.
Gisella cuenta que conoció con el presunto padre de su hija cuando trabajaba en un gimnasio de su propiedad, en el centro de La Plata. Entonces mantuvieron una relación, pero ni bien quedó embarazada él comenzó a extorsionarla con dinero proponiéndole una especie de “padrinazgo” de la criatura, “porque nunca le voy a dar mi apellido, me decía”. “Entonces cuando asumí que Sol no le interesaba, al año y medio de vida, me decidí a emprender esta lucha porque yo sabía que un día mi hija me iba a preguntar quién era su papá y tenía que probárselo de alguna manera”, relata Gisella. La mujer, no solamente soportó el destrato y manipulaciones, sino que ni bien parió a la nena, fue despedida del gimnasio por Mauricio Yebra, que en ese momento llevaba la contabilidad del local y hoy también se encuentra detenido con prisión preventiva por probarse sus vínculos con el sindicalista. “Lo único que me importa es que se haga justicia por ella”, recalca.
Justa causa
Sol vive en Berisso y va a quinto del secundario. Tiene un programa de radio donde le gusta pasar música latina y debatir con sus compañeros sobre el género. Ahora me muestra el video que hizo para compartir en sus redes sociales y me cuenta que lo pensó “como una forma de ser escuchada” porque a muchas personas “les pasa lo mismo”.
“Más que por mi papá o por mi relación con él lo que me pregunto es por qué se me niega el derecho a tener mi identidad, es una parte mía que me falta”, expresa la chica. “Al principio fue difícil, se me hacía un quilombo en la cabeza, empezás a discutir con vos misma y te preguntás: ¿yo quiero este apellido?”.
En ese momento me acordé de mi viejo, cuando me preguntan mi apellido lo digo con orgullo porque sé la persona que es. No todos tienen esa suerte.
“¿Yo quiero que me consideren hija de tal?”, vuelve a preguntar Sol, “bueno más allá de lo que signifique el nombre Balcedo; es mi identidad, la necesito y la quiero igual”, sentencia.
Miro a Sol. Por más que la justicia le exija un ADN como prueba filiatoria, el parecido físico es innegable. Conozco a su “supuesto padre”. Fue mi empleador. Tiene los mismos ojos, nariz, boca y contextura física. Podría asegurar que hasta un lunar del rostro en idéntico lugar. También el mismo tono de voz agudo y similar a un chillido. Pero esta adolescente se ha plantado con una convicción tan sensata y serena de la que no tengo registro: “Mi mamá ya hizo mucho, ahora me toca a mí”, me dice cuando le pregunto por qué.
En eso, no se parece a Balcedo.
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