Los ecos de las batallas de los años 90 contra el intento de privatización de la fábrica sobrevolaron la masiva movilización de hoy, donde se ratificó la vigencia de la defensa de las fuentes de trabajo. Un acampe fue montado en Gobernación hasta obtener respuestas sobre su futuro laboral
Por David Barresi
El periodista y escritor Rodolfo Walsh decía hace casi 50 años que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia”, porque así “cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”. Algo de eso se respiraba hoy en la multitudinaria movilización de los trabajadores del Astillero Río Santiago en repudio a la feroz represión policial que sufrieron ayer mientras protestaban frente a la Gobernación bonaerense.
“Ayer nos lastimaron, pero hoy acá estamos resistiendo”, afirmó empuñando el micrófono uno de los jóvenes obreros de la fábrica ensenadense. Hace varios meses sobrevolaba entre los trabajadores con más experiencia en la fábrica la pregunta de si las nuevas generaciones podrían resistir un intento de cierre o privatización similar al que se intentó producir a principios de los 90. Los sucesos de ayer y la respuesta de hoy parecen confirmar que aquella experiencia de lucha sigue vigente en la memoria colectiva, retomada hoy como una referencia ineludible para enfrentar lo que se muestra en los hechos como una nueva búsqueda de vaciar la empresa.
Este mediodía, mientras sonaba a todo volumen El pibe de los Astilleros de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, los trabajadores se congregaban en Plaza Italia de a montones, intentando organizarse para marchar lo más ordenadamente posible en el marco de una concentración desbordante. En pocos minutos, calle 7 estuvo repleta en ambas manos y la marea humana se extendía hasta las veredas.
Teniendo en cuenta la represión sufrida ayer, la consigna que repetían los referentes gremiales de la Asociación de Trabajadores del Estado era clara: “Evitar provocaciones”. La manifestación no sólo se desarrolló de forma pacífica, desterrando cualquier estrategia gubernamental para acusarlos de violentos, sino que además logró una adhesión amplia y contundente. El paso de la marcha por las puertas del Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata fue épico: un aplauso cerrado alrededor de 3.000 docentes, estudiantes y trabajadores de la casa de altos estudios como muestra de apoyo fue suficiente para arrancarle las lágrimas a la multitud de obreros que se dirigía a Plaza San Martín.
El Sindicato de Trabajadores Municipales de Ensenada y el de Berisso realizaron un paro como muestra de apoyo, de la misma forma lo hicieron los docentes nucleados en Suteba Ensenada. Pero además, la movilización contó con el apoyo de delegaciones de los petroleros del Supeh, de ambos gremios universitarios (Atulp y Adulp), de la Federación Universitaria de La Plata, de la Uocra, de los trabajadores de la salud de Cicop, y de referentes del gremio de Camioneros. También hubo presencia de legisladores nacionales, provinciales y municipales.
La nueva resistencia
En las columnas se podían ver entremezcladas las nuevas camadas de obreros junto a los viejos referentes de las batallas históricas del Astillero, aquellas que les permiten ostentar el orgullo de ser la única empresa estatal nacional que resistió a las privatizaciones de la década menemista. La memorable retirada del grupo Albatros y de Prefectura ocurrida en 1992 cuando el gobierno había intentado militarizar la fábrica, promovida por la firme movilización de los trabajadores, se hizo presente otra vez.
Con esa memoria histórica recreada en reiteradas oportunidades desde el escenario, y con la certeza de haberse podido sobreponer a la represión, anunciaron nuevas medidas de fuerza. Una carpa quedó montada frente a la sede gubernamental, que no se levantará hasta que consigan una respuesta sobre su futuro laboral, y a su vez, este viernes harán un plenario en el que acordarán un acto regional a realizarse en los próximos quince días. En esa línea, buscarán además orquestar un paro nacional para el 12 de septiembre, día de la industria naval.
El escenario está lejos de suavizarse. Del otro lado, el gobierno que ayer respondió cancelando una reunión paritaria y sacando miles de efectivos a reprimir la protesta, hoy recibió a la movilización con un operativo de una envergadura similar, comandado por el jefe de la Bonaerense, Fabián Perroni, que se paseaba cerca de la reja de calle 6, cara a cara con la primera línea de trabajadores. Por su parte, la gobernadora María Eugenia Vidal recibió a efectivos policiales heridos tras la represión de ayer, al tiempo en que se negó rotundamente a mantener una reunión con los trabajadores.
El ministro de Asuntos Públicos de la Provincia, Federico Suárez, fue el encargado de elevar el tono afirmando esta tarde en declaraciones a los medios que “hay grupos violentos o mafias enquistadas en el Astillero que hacen que la gente no trabaje”. Sin embargo, el discurso contrasta con la tranquilidad de la manifestación de esta tarde, y con algunos datos concretos: la producción de la fábrica está paralizada por la caída de contratos para la construcción de barcos, por falta de insumos, tecnología e inversión que no permiten darle continuidad a los trabajos en curso, y por la restricción en el financiamiento que viene sufriendo la empresa.
“Nos estamos jugando la defensa de una empresa estratégica que construya buques y que tenga actividad en la industria metalmecánica. Esta lucha no termina hasta que logremos la reactivación del Astillero”, sintetizó el secretario general de ATE Ensenada, Francisco Banegas. Los obreros del emblemático establecimiento ensenadense muestran que la “resistencia” sigue vigente, con nuevas caras pero con la misma necesidad de sostener las fuentes laborales de una empresa indispensable para la región. Tan es así que resaltaron: “Si el gobierno tiene la intención de dinamitar el Astillero, tendrá que hacerlo con sus 3.300 trabajadores adentro”.
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