Investigadores universitarios señalaron que por las consecuencias del cambio climático y el incremento de los movimientos migratorios, se generan condiciones para que el mosquito Aedes aegypti tenga mayor presencia en la región
Atentos a las consecuencias del cambio climático y al incremento de los movimientos migratorios de una región del mundo a otra, investigadores de la Universidad Nacional de La Plata advierten sobre la posibilidad de que el mosquito Aedes aegypti, el agente transmisor de los virus de Dengue, Zika, Chikungunya, Fiembre amarilla, tenga mayor presencia en nuestra región.
Desde el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE), dependiente de la UNLP y el CONICET, sostienen que si bien desde diciembre a fines de marzo es la época de mayor densidad de este mosquito, y en consecuencia hay mayor riesgo de transmisión en esta zona, el ciclo de vida del mosquito se desarrolla a lo largo de todo el año en los distintos estados, huevo, larva, pupa y adulto.
Por esta razón, los especialistas en vectores de la UNLP recomiendan “mantener todas las medidas de prevención y ataque contra el insecto, como única alternativa para evitar un agravamiento del problema”.
Si bien durante el invierno, cuando las temperaturas descienden, el mosquito adulto desaparece, sus huevos pueden sobrevivir varios meses inclusive años a la espera de las condiciones climáticas propicias para eclosionar, dando nacimiento a las larvas y, consecuentemente, a una nueva generación de estos insectos.
Juan José García, investigador del CEPAVE brindó un ejemplo que grafica claramente la magnitud del problema: “en el cementerio municipal hay aproximadamente 300 mil floreros, de esa totalidad puede ser que 500 de ellos tengan larvas de este insecto en septiembre, la población irá creciendo y en febrero casi el 100% de los recipientes con agua tendrán larvas y pupas de A. aegypti, y así aumentará la cantidad de hembras picando y colocando huevos. En ese momento la población de mosquitos va a estar en plena actividad y es cuando el riesgo de transmisión de las virosis es mayor”.
En este sentido adelantó que “a partir de del mes de enero, la presencia del mosquito en la ciudad de la Plata y alrededores va a ser muy notoria”. Es que –aclaró- con la llegada del calor intenso, el ciclo de vida del mosquito se acelera, y en apenas 15 días pasa de huevo a mosquito adulto en condiciones de poner una nueva generación de huevos.
En este marco, García explicó que tanto el cambio climático como los masivos movimientos migratorios que se llevan a cabo de forma constante a causa del turismo o por razones laborales y por el transporte, favorecerá que el virus que estaba, por ejemplo, en el sudeste asiático, en África u en otro continente pueda propagarse de forma rápida por América latina.
Un caso revelador es el del virus del Zika, que estaba restringido a África hasta hace pocos años. Pero en 2014 pasó a islas del Pacífico y en 2015 y 2016 se lo registró en el continente americano, incluida nuestra región.
Es que el Aedes aegypti cuenta con una adaptación natural que resulta clave a la hora de instrumentar mecanismos de control de la enfermedad. Los huevos de esta especie de mosquito tienen la capacidad de pasar largos períodos de latencia en seco; es decir que no eclosionan hasta que la temperatura media del ambiente no supere los 17 grados centígrados. Gracias a esta cualidad, los embriones pueden mantenerse con vida aún en lugares completamente secos a la espera de agua y calor. Una hembra puede poner un promedio de entre 100 y 120 huevos por ovipostura, hasta cuatro veces en su vida.
Llegó para quedarse
Si bien el A. aegypti se había declarado erradicado de Argentina en 1963, desde 1989 la población del mosquito comenzó a expandirse de nuevo en la región. Científicos del CEPAVE detectaron su presencia en la provincia de Buenos Aires y en la ciudad de La Plata en el año 1994. A partir de allí, este Centro realizó mediciones semanales de densidad y desplazamiento de las poblaciones de Aedes aegypti durante más de dos años. En el 2000 se presentó un informe detallado a las autoridades sanitarias anticipando que esto que vivimos hoy podía ocurrir”.
El especialista en insectos vectores de enfermedades explicó que “desde hace decenas de años se sabe que la distribución geográfica del mosquito va de los 35º de latitud norte hasta los 35º de latitud sur; de modo que era de esperar que el mosquito colonizara esta región si no se ponían barreras artificiales. Ahora sabemos que el Dengue llegó a la Argentina para quedarse”.
Desde el CEPAVE insisten en que, hasta ahora, el mejor mecanismo para controlar la enfermedad es la prevención y educación de la población respecto a medidas personales tales como destrucción de los criaderos y protección contra la picadura de mosquitos de actividad diurna, incluso el empleo de mosquiteros, ropas protectoras y repelentes, espirales. En cuanto a los criaderos, lo común comprende recipientes naturales o artificiales, generalmente pequeños, en los que se deposita agua, cerca o dentro de las viviendas, por ejemplo, neumáticos viejos y otros objetos como frascos, envases plásticos o floreros. La fumigación solamente es recomendada en los tratamientos focales donde ocurren casos de la enfermedad, para rápidamente reducir la densidad del vector y reducir el riesgo de dispersión del virus.
Los tres principales en la región
En la ciudad de La Plata y sus alrededores, son tres las especies de mosquito más frecuentes de encontrar en parques, jardines y dentro del hogar:
– Culex Pipiens: también llamado mosquito trompetero. Es el más común en la región. Se alimenta de sangre, y sus hábitos nocturnos lo convierten en una verdadera molestia a la hora de dormir, especialmente por su particular zumbido que delata su presencia y, consecuentemente, la inminencia de la picadura. Su tamaño puede variar desde 3 a 7 milímetros.
– Aedes albifasciatus: o mosquito charquero o zancudo callado. Con una longitud de entre 6,5 y 7,4 mm hace su aparición en forma de explosiones poblacionales luego de períodos de lluvia muy intensos y en zonas anegables. Al nacer todos juntos, tienen la capacidad de invadir la ciudad formando nubes de insectos. Sólo la hembra pica y se alimenta de sangre. Tiene hábitos diurnos y prefiere los parques y espacios abiertos antes que el interior de las casas.
– Aedes aegypti: Es negro, con anillos blancos en las patas y un dibujo en forma de lira en el dorso del tórax y el abdomen. Es el vector principal para dengue, chikungunya y zika. Tiene hábitos domiciliarios: vive dentro y en los alrededores de las casas. Las hembras pican, y lo hacen principalmente temprano por la mañana y al atardecer, pero puede picar también en otras horas. Al poco tiempo de picar, ponen sus huevos en las paredes internas de cualquier recipiente cercano con agua limpia estancada
Control biológico para combatir las larvas
Desde el CEPAVE avanzan en la búsqueda de mecanismos de control biológico para erradicar al mosquito y, especialmente, a las larvas. Es decir, la utilización de enemigos naturales que permiten regular y controlar el crecimiento de las poblaciones de mosquitos.
Dentro de la gama de los patógenos, se descubrió un hongo llamado Leptolegnia chapmanii que, en las pruebas de laboratorio y de campo, ha demostrado tener una gran efectividad en la eliminación del mosquito. La ventaja de esta alternativa es que no afecta a otras especies animales ni vegetales.
En este momento los científicos de la UNLP están trabajando en la búsqueda de medios artificiales para producir el hongo en un medio de cultivo que sea barato y a gran escala, teniendo en cuenta que conserve la viabilidad y efectividad durante varios meses.
El Dengue en cifras
En América latina y el Caribe, en los primeros siete meses de 2019, más de dos millones de personas contrajeron la enfermedad y 723 fallecieron.
La cifra de casos supera el total reportado en 2017 y 2018, aunque hasta el momento es inferior a lo registrado en 2015-2016, según describe el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En Argentina, según datos aportados por la Secretaría de salud de la Nación en el verano de 2018 se detectaron en Argentina más de 76 mil casos y se produjeron 11 muertes. Un daño superior en un 53% si se lo compara con la epidemia que afectó al país en 2009.
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