Durante el Mundial de Rusia 2018, la Selección argentina cayó en dos encuentros: ante Croacia y ante Francia, contra los dos equipos que llegaron a la final. Analizándolo en frío y con todos los resultados dados, ¿el hecho de haber sido derrotados por los dos finalistas, significa que no jugamos tan mal, o es un consuelo de algún tipo? La respuesta a esa pregunta es no, para nada. Sin embargo, la crítica despiadada, artera y sensacionalista de gran parte del periodismo deportivo, antes, durante y después del paso de la Selección por la Copa del Mundo, deprecia a esta rama periodística, empobrece el debate y no hace más que perjudicar al equipo de cara a cada compromiso que afronta
Por Mariano Fusé
La comunidad futbolera le pedía más a esta Selección, a este equipo que arrastra un proceso de ya varios años, y cuya identidad y nivel de exigencia se encuentran determinados por quien, para muchos, es el mejor jugador del mundo: Lionel Messi.
La comunidad futbolera le pedía más a esta Selección pero, ¿qué más le pedía? Sin lugar a dudas le pedía, le exigía, una copa. Si bien el debate entre resultadistas y aquellos que hacen culto del “buen juego” sigue latente en las charlas de café y en los paneles televisivos, lo cierto es que cuando se hace el balance final de los equipos, la opinión pública, como conjunto homogéneo, pareciera definir su posición en base a los títulos obtenidos, tornando nulas y sin sentido las largas horas de debate entre quienes se hallan de uno y otro lado de la grieta futbolera.
A esta Selección se le pedía un campeonato, eso es lo que faltó. Si el equipo hubiese vencido a Alemania en aquella gran final del Mundial 2014 en Brasil, esa copa que prácticamente nos arrebataron de las manos, hoy la historia sería distinta. Si Messi hubiese levantado la Copa del Mundo en el país vecino en un épico marco de papelitos celestes y blancos volando por el aire, hoy el periodismo deportivo estaría debatiendo si el astro del Barcelona superó o no a Maradona, y si el proceso de este plantel, que llegó a 3 finales de 4 competiciones disputadas en tan solo 4 años, fue quizás el más exitoso de la historia de los seleccionados nacionales.
Si hubiésemos sido campeones en Brasil, cosa que hubiera sucedido si Rodrigo Palacio o Gonzalo Higuaín hubieran tenido mejor puntería, los debates serían otros, pero eso no sucedió. El equipo no obtuvo ningún título y es por eso que lo bombardean con despiadadas críticas que generalmente involucran nombres propios y que, desde el sensacionalismo y los argumentos vacíos e incoherentes, apuntan a despertar intensas y oscuras pasiones en el universo futbolero argentino.
Gran parte del periodismo deportivo critica con crudeza absolutamente todo, valiéndose de la retórica y recursos mezquinos para llenar con pobre contenido las páginas de los diarios y largas horas de aire radial y televisivo. Todo eso, solamente para tener más impacto y repercusión, para caldear ánimos y aumentar el rating. Todo eso, a expensas del buen clima, la armonía y la tranquilidad mental de un grupo humano de jugadores que llega a cada competición cargando a sus espaldas toneladas de palabras de desprecio y desconsideración.
Críticas al armado del plantel, cuestionamientos al esquema táctico, numerosos periodistas diciendo de manera irresponsable, antes del partido de debut ante Islandia, que debíamos aplastar a ese equipo y que si no se ganaba era un fracaso absoluto. Un panel televisivo entero haciendo un minuto de silencio tras la derrota ante Croacia, otros, ridículos, exigiendo a Messi que renuncie al seleccionado. ¡Qué no darían otros países por tener un jugador como Lionel! Y aquí algunos lo empujan a alejarse de los colores albicelestes.
Humildemente, y siendo solo un granito de arena en el universo del periodismo argentino, nos tomamos el atrevimiento de pedir disculpas en nombre de todos aquellos que, voraces de rating y el dinero que lo acompaña, desenvainaron sus lenguas afiladas para denostar a un seleccionado que desde hace años se ve fuertemente afectado por las críticas. Críticas que se encuentran lejos de ser razonables, respetuosas y constructivas.
Disipemos el humo y analicemos los hechos
El aluvión de cuestionamientos a la Selección fue antes, durante y después de su participación en el Mundial de Rusia 2018. Hoy, con el máximo certamen de fútbol internacional finalizado, podemos analizar algunos datos en frío que nos alejan de los posicionamientos apocalípticos y sensacionalistas de gran parte del periodismo deportivo argentino.
Islandia fue el primer adversario en la zona de grupos y fue empate 1-1. Antes de disputar el encuentro, algunos exigían una victoria contundente ante el conjunto islandés. Quizás, quienes pedían aplastar a la selección de Islandia, desconocían que había clasificado primera en su grupo de eliminatorias de cara a Rusia, por encima de la hoy subcampeona mundial, Croacia. Tal vez, quienes le pedían a nuestro seleccionado que debutara apabullando a su rival, no sabían que el humilde equipo isleño hace tan solo dos años fue la revelación de la Eurocopa: empató con Portugal, que luego se consagró campeón, y eliminó a Inglaterra.
Muchos desmerecieron y subestimaron a Islandia y, desde una posición ignorante y arrogante, le exigieron a la Selección que le ganara sin despeinarse. Eso no sucedió, y la intensidad de las críticas al equipo se tornó muy alta desde el partido de arranque. Poco importó el hecho de que Argentina fue superior a su rival y que, si hablamos de merecimientos, debió haberse llevado los 3 puntos.
¿Acaso esto quiere decir que el empate del debut estuvo bien, que deberíamos conformarnos con eso? Por supuesto que no. Está claro que Argentina supera al conjunto islandés tanto en individualidades como en historia y trayectoria.
Sin embargo resulta indignante ver cómo los oportunistas de siempre estaban agazapados, al acecho, esperando que el conjunto nacional tropezara en su debut para disparar su arsenal discursivo, que se encuentra al límite de promover linchamientos de jugadores en las plazas públicas.
El segundo partido fue ante Croacia. El arquero, Wilfredo Daniel Caballero, cometió un error garrafal que luego le costó la titularidad y le permitió a los croatas convertir el primer gol en lo que venía siendo un encuentro parejo. Lo cierto es que, a partir de esa falla individual, se abrió el marcador que terminó en un abultado 3-0 a favor del equipo europeo.
Cerca de quedar fuera de juego en la zona de grupos, Argentina logró superarla y clasificar a octavos gracias a una victoria ante Nigeria y una necesaria derrota de Islandia, dado que no dependía de sí misma solamente.
La Selección llegó a octavos de final de la Copa del Mundo. La histérica e inestable voz de gran parte del periodismo amainó las críticas y se posicionó expectante de cara al partido con Francia. En caso de haber ganado, seguramente hubiésemos presenciado grandes muestras de hipocresía y bipolaridad periodística. Lamentablemente no fue así: fue caída 4-3 ante el conjunto francés en un partido en el que el seleccionado nacional fue superado desde el juego pero en el cual, aun así, logró ponerse 2-1 arriba en los primeros minutos del segundo tiempo.
Si vamos a los datos duros, lo cierto es que la Selección perdió solamente dos partidos, ante el campeón y el subcampeón de la Copa del Mundo. Con respecto al primero de ellos, Argentina le convirtió la importante suma de 3 goles. En este sentido, cabe remarcar que tras 7 encuentros, Francia recibió solamente 6 goles en contra; la Albiceleste anotó la mitad de ellos.
Espero más de la Selección argentina. Quiero que desde el sector dirigencial se proyecte a largo plazo y se planifique, que los cuerpos técnicos sean coherentes y trabajadores, y que sepan crear un buen clima dentro del vestuario. Anhelo que los jugadores se entiendan dentro de la cancha, que dejen todo y puedan salir victoriosos, o morir de pie, tras cada encuentro.
Pero también espero mucho más del periodismo deportivo argentino. Dejemos de lado las prácticas mezquinas que apuntan sólo a conseguir rating y atención, y tratemos de realizar críticas razonables, sensatas y útiles para el perfeccionamiento de nuestra Selección. Quizás, cuando logremos eso, podamos todos juntos levantar una Copa del Mundo.
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