Una investigación local realizada junto a las cooperativas en el cordón frutihortícola, analizó muestras de agua y de materia fecal de los animales y las familias. La precariedad a la hora de alquilar tierras y de vivir, directamente relacionada a problemas de salud intestinales. ¿Vos lavás lo que comprás?
Andrea Falcone es parte de un equipo de investigadoras locales, como egresada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, en coordinación con el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE) y el Laboratorio de Inmunoparasitología (LAINPA-FCV) mostraron temibles resultados de las verduras del cordón frutihortícola de la región, con causas vinculadas a lo social.
Entrevistada por La Primera Maraña, el programa radial que producimos como Pulso Noticias en Radionauta, Andrea agradeció primeramente la posibilidad de poder explicar un poco mejor el trabajo de investigación, que se inició en el marco de su tesis doctoral. Contó que el objetivo fue reforzar la ley de Agricultura Familiar, nacida en 2015 y, en ese sentido, pensar en la inocuidad de los alimentos y acompañar en la formación de lo que es justamente el manejo de los cultivos.
Así las investigadoras comenzaron a acercarse al cinturón hortícola, ir a las salitas de salud y a la salida de las escuelas y charlar con las familias agricultoras “son esos trabajadores que se organizan en cooperativas que además son un poco dinámicas porque cambian los integrantes y también los tipos de cultivo”, comenzó a explicar y agregó que si bien hay mucho cultivo hortícola, también hay floricultores, entre otros.
Medición, análisis y resultados
Allí comenzaron a pensar qué tipo de parásitos podían hallar en la población humana animal y ambiental y para esto realizaron un esquema epidemiológico e iniciaron muestras de materia fecal de las familias, para ver la carga parasitaria que podían hallar. “Los parásitos son algo muy frecuente sobre todo en la población juvenil, a nivel mundial, y en los animales de compañía y de producción”, aclaró.
Una vez detectados ciertos parásitos, la siguiente pregunta era dónde se encontraban, si en los animales de compañías, en los cultivos o en el agua que consume la comunidad. Allí analizaron las muestras en materia fecal de los perros de compañía y en los cultivos en aguas, suero y hortalizas.
Puntualmente los parásitos que se encontraron en la región eran los previsibles por las condiciones climatológicas y de tipo de uso de suelo: son aquellos que se distribuyen en el ambiente a través del agua. Entonces para poder después responder cuáles son los factores de riesgo que están recirculando en lo que es la unidad doméstica productiva, empezaron a ver que algunos están relacionados con la contaminación fecal del ambiente.
Algunos parásitos son comensales, es decir, no producen ninguna sintomatología en la población; y otros según la carga parasitaria, pueden tener algunas sintomatologías más relacionada con situaciones gastrointestinales sobre todo diarreas, vómitos y en la comunidad de infanto juvenil, que está formando sus defensas y sus hábitos de higiene.
Entonces los parásitos hallados en la región son mayormente blastocystis y cryptosporidium: especies relacionados a diferentes animales, que no solamente se encuentran en la población humana. Algunos de ellos estaban relacionados a los perros y otros estaban relacionados a que los pozos ciegos no estaban en las condiciones adecuadas, y entonces tal vez alguna infiltración de ese pozo podría recircular la materia fecal y en ese sentido llegar a diferentes partes del predio, explicó con paciencia la doctora de la UNLP.
La importancia del territorio y el buenvivir
Aquí la investigadora señaló que todo esto está relacionado a todo un ordenamiento territorial complejo. Porque por un lado, las familias no tienen acceso a servicios de agua potable y red cloacal, y por otro lado constantemente se están mudando, y los pozos ciegos a veces quedan tapados y no siempre queda registro de eso.
Según la investigación, el factor de riesgo puntual fue la falta de una infraestructura sanitaria adecuada, que responde a la Ley de alquileres, que hace que las familias tengan que constantemente estar mudándose.
Así se fue desarrollando la investigación en base a lo que fueron hallando. Además, resaltó que contaron con el acompañamiento de la comunidad: “siempre se presentó sumamente interesada”.
La importancia del contexto
“Producimos como vivimos”, es el lema que utilizan los productores cuando hacen pedidos al Estado y también el título de las notas que sacó la UNLP respecto a esta investigación. Andrea resaltó el abandono en el que están las comunidades productoras en el cordón frutihortícola, en términos de poder acceder a tierras, llevar adelante su trabajo en condiciones dignas y “todo un mercado que se abastece de sus producciones, pero que a la vez le da la espalda”.
En general los productores son migrantes de Bolivia y, afirmó, esto no solamente tiene impacto en la salud de la familia, sino también en el ambiente. “Por eso también la movilidad constante de una tierra a otra es el principal factor de riesgo, porque si iniciamos un cultivo en un suelo que conocemos y que no está tan impactado, esos efectos no los vamos a encontrar, por lo menos en inmediatez. Y sobre todo si está mejor regularizado en términos de dónde hacer estos pozos ciegos y dónde extraer el agua”, recalcó.
Entonces el trabajo tuvo mucho esfuerzo en empezar a dialogar con la familias agricultoras y de pronto la temible conclusión: “¿Entonces las verduras del cinturón frutihorticula están contaminadas con caca?, se preguntaban los vecinos y la comunidad en cada charla, con otro montón de preguntas”, se autopreguntó Andrea, trayendo las preocupaciones que les llegan.
¿Cómo limpar las verduras?
Allí realizó lo que debería ser conocido por toda la ciudad: “Cuando uno compra en cualquier feria o verdulerías, lo que tiene que hacer básicamente es higienizar bien esas hortalizas, con agua potable, lavarlas hoja por hoja, y después dejarla en remojo 20 minutos. Si no tienen agua potable, se hace un hervido de agua de 5 minutos, dejarla reposar 30 minutos y después colocando dos gotitas de Lavandina (sin perfume) por litro y dejar en reposo de nuevo 30 minutos las hojas. Ahí ya tenemos un alimento adecuadamente higienizado para su consumo”. Esta práctica es la que tenemos que tener ya en lo común, no solamente por los parásitos, sino por cualquier tipo de microorganismo, según agregó la investigadora.
El modelo y las consecuencias
Muchas notas hemos realizado sobre el problema de los agrotóxicos, que es un tema indiscutible, fundamental, urgente, incluso también para Falcone, pero también aparecen estos otros microorganismos que tienen incidencia en la salud y sobre todo en las comunidades o inmunocomprometidas o infanto juveniles, que están en un periodo de desarrollo y de aprendizaje de esas prácticas higiénicas. Por supuesto que se pueden ver afectados en su nutrición y en eso en su vida en general, alertó.
Una reflexión sobre la coyuntura y un modo para la investigación
Preguntada por las políticas hacia la ciencia y de recorte que se vienen vislumbrando, la investigadora expresó la preocupación que tenemos todes: “Hay un montón de camino recorrido en este tipo de miradas, que vienen de la ciencia, pero que también vienen de lo popular, de procesos de mucho tiempo”, introdujo.
Y aseguró que en las ferias de productores y consumidores se están poniendo en relieve estas cuestiones, acerca de la cadena de valor, desde que el alimento sale de la quinta hasta que llega al mercado, y cuánto cuánto le queda realmente a ese productor.
“Hay que apostar a políticas públicas que propongan acceso a la tierra a las comunidades con todas las regularizaciones correspondientes, porque las comunidades siempre están en colaboración y siempre es una urgencia en términos de salud”, opinó en primer lugar respecto a poner en concreto la reparación histórica de la agricultura familiar que habla de una soberanía alimentaria y que habla de lo que es la cultura también del agua y de los alimentos.
En ese sentido pidió poner en relieve investigaciones pero desde la miradas interdisciplinarias. Este trabajo, ejemplificó, no tiene una mirada solamente biológica, o solo desde la medicina o el ambiente: hay muchísimos factores sociales que son las determinantes sociales de la salud, dichos por la Organización Mundial de la Salud, que son los que están incidiendo acá. “Cuando encontramos el parásito se nos vino una pregunta: ¿cómo llega el parásito acá? Nosotros podemos identificarlos desde sus características, hacer un diagnóstico, puede venir un médico y hacer un tratamiento, pero si el agua sigue estando contaminada no hay mucho para resolver, y está contaminado por cuestiones sociales, de acceso. Entonces hay un conjunto de conocimientos en diálogo con lo popular que es quien tiene la demanda y quién conoce en su propio territorio, que tienen que ponerse en diálogo con las políticas públicas”, explicó.
Para finalizar habló sobre estos trabajos interdisciplinarios que habilitan herramientas para empezar a pensar estrategias que también son sustentables y rentables. Entonces tal vez “transicionar y repensar esas estrategias que se vienen desarrollando durante tantos años y darles valor”, pidió, a la vez que apoyar a las ferias de productores y consumidores que son los mejores lugares para evitar estas cuestiones de contaminación que se dan durante el transporte y por otro lado que hacen a esta posibilidad económica para que las familias crezcan, y que en ese sentido crezcamos como comunidad en la agricultura familiar, que todos somos parte.
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