Formada en 2017, esta ONG local se encarga de buscarle una familia transitoria a niños judicializados, mientras se define su situación. El amor y la contención, motores de una obra que deja huellas imborrables
Dar una vuelta en calesita, tomar un helado o ir al Jardín son experiencias que podrían suponerse normales para cualquier niño. Cualquier niño que crece al calor de una familia, claro, porque muchos otros no tienen esa suerte. Abandonados por sus padres o separados de ellos por malas condiciones de crianza, el destino de estos pequeños suelen ser los hogares de menores, donde su desarrollo cognitivo y emocional se reduce notablemente. Romper en parte con esta lógica fue lo que se propuso Comunidad Malú, una ONG platense que desde hace dos años impulsa un programa de acogimiento familiar para el cuidado transitorio de niños en situación de riesgo.
“En un hogar suele haber muchos chicos que comparten un mismo ambiente, con operadores que van cambiando cada 8 horas. No pueden establecer un vínculo personal y atender a todos a la vez se vuelve imposible. En ese contexto, tienen poca autonomía para crecer y aprender por sí mismos”, explica Victoria Ibarra, integrante de Malú. Ella, como la mayoría de las personas que trabajan en la Comunidad, anteriormente realizó tareas de voluntariado en hogares, lo que le permitió conocer de cerca esa realidad y motivarla a dar un paso más.
Lo primero que hicieron fue tejer redes institucionales. Se asesoraron con la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar (RELAF) y otras ONG involucradas en el tema, mientras avanzaban con los trámites para formarse jurídicamente como asociación. Logrado esto, firmaron un convenio con el Organismo Provincial de Niñez y Adolescencia de la Provincia de Buenos Aires, que les dio el aval para llevar adelante el programa Familias que Abrigan. “En todos los casos, trabajamos con niños de 0 a 4 años que están judicializados. Lo que buscamos es que, mientras se resuelve su situación, puedan estar con una familia que les brinde el cariño y la contención que tanto necesitan”, cuenta Victoria.
Claro que, para llegar a esa instancia, hay un proceso administrativo que sortear. Primero está el trabajo del Servicio Zonal de Promoción y Protección de Derechos de los Niños de La Plata, que recorre los barrios y detecta las necesidades o dificultades que un pequeño puede estar padeciendo en su entorno familiar de origen (mala alimentación, agravamiento de un estado de salud por falta de medicación, abandono escolar, violencia doméstica, entre otros). El Servicio Zonal solicita la medida de abrigo a un Juez, que se pone en contacto con el Organismo Provincial para pedir una vacante en el sistema. Y es ahí cuando, finalmente, Comunidad Malú entra en acción.
Cualquiera puede recibir a un niño en su hogar y darle abrigo: persona solas, parejas del mismo sexo o no, con hijos, sin hijos, casadas o solteras. Solo deben cumplir algunos requisitos como ser mayor de 21 años, no tener antecedentes penales ni denuncias por violencia familiar y asistir a una etapa de evaluación que incluye charla informativa, entrevistas y capacitación. Si la propuesta es favorable, se eleva al Organismo Provincial de Niñez, que dará el ok final para integrarla al listado de familias aptas.
—¿Cuánto tiempo puede durar una medida de abrigo?
— El alojamiento se extiende hasta tanto se resuelva la situación legal del pequeño. Es importante que desde el día uno la familia abrigadora se mentalice de que se trata de un vínculo transitorio, sin fines adoptivos. No queremos alentar expectativas ni podemos asegurar que el vínculo continúe luego. Puede que sí o que no. Cuando el niño ingresa a nuestra comunidad, no se sabe si va a volver a su familia de origen o irá a una adoptiva. En caso de que el juez decida que vaya con una adoptiva, hay que respetar el sistema legal de adopción, que establece un orden de familias que están inscriptas en un legajo.
El trabajo de Malú es enorme. Porque a la tarea de convocar familias, se suman otras como hacer un seguimiento permanente de los niños que están en abrigo, entregar informes al poder judicial acerca de su estado, comprar provisiones, gestionar becas en jardines de infantes, entre otras. A veces las manos no dan abasto, pero igual siguen adelante.
La comisión directiva está integrada por trece personas, entre docentes, abogados, médicos y contadores. Además, hay un equipo técnico de psicólogas y trabajadoras sociales y un grupo de voluntarios que ayuda en lo que haga falta. “Por nuestra estructura, no podemos trabajar mucho más lejos que La Plata, City Bell o Villa Elisa. El desafío es ir agrandándola con el tiempo para incorporar cada vez más familias y, por qué no, encarar algún otro proyecto a futuro que incluya a niños más grandes”, anhela Ibarra.
Más allá de los acotados recursos humanos, el arduo trabajo diario responde también al difícil contexto de vulnerabilidad que atraviesan muchos niños de la región. Los hogares están al límite de su capacidad, por lo que el Organismo Provincial decidió ampliar de 5 a 10 el cupo de becas destinadas mensualmente a Malú por cada chico. “Está buenísimo recibirla, pero siempre nos quedamos cortos. Por eso también tenemos nuestros socios, que pagan una cuota mínima de 200 pesos; recibimos donaciones o hacemos eventos que nos ayudan mucho”. El próximo será una Lotería Familiar, el domingo 8 de septiembre en 12, e/ 467 y 470 (City Bell).
—Si bien el acogimiento familiar es algo positivo para el niño porque lo contiene dentro de un contexto difícil ¿qué ocurre si ambas partes construyen un vínculo muy fuerte y se encariñan? ¿No termina siendo, en cierta medida, algo malo separarlos una vez que termina la medida de abrigo?
—No, porque lo importante es lo que transcurre durante ese tiempo. Es una obra de amor enorme, una huella que uno deja en el niño que le va a quedar para toda la vida. Esa es la gran inversión de este programa. Además, con el trabajo de la psicóloga, le hacemos entender que la familia que lo recibe no está reemplazando a la propia. Cuidamos, por ejemplo, que no traslade esa relación de mamá y papá. Ellos lo entienden rápido y de una forma mucho más natural que los adultos. Están necesitados de tanto amor, que lo aceptan sin vueltas. Para las familias también es una experiencia muy linda, porque los chicos te retribuyen ese afecto. Todos salen ganando.
Desde su implementación, Familias que abrigan ya lleva acumuladas 25 experiencias. Cada una con su particularidad, pero todas marcadas por un contraste sorprendente que invita a la reflexión: “Es increíble ver la foto del niño cuando ingresó y otra quince días después. Se ve la mejora a nivel salud, nutrición, desarrollo cognitivo, en su expresión. Son los cambios que experimenta cuando recibe amor y contención. Esa carita de felicidad es lo que nos reconforta a seguir”.
Periodista y locutor. Basquetbolista que nunca fue.
Nació en La Plata, el 30 de noviembre de 1989, una mañana en la que el “Boca Campeón” copaba la mayoría de las tapas de los diarios. Algo de eso debe haberlo marcado para amar a esos colores como hoy los ama. De pibe solía escuchar los relatos en Radio Continental y anotar en un cuadernito personal –boquense, claro- los resultados de los partidos de la fecha y escribir breves resúmenes. A veces, incluso, se grababa haciendo comentarios. Todo ese cóctel despertó su interés por los medios. En 2014 se recibió de Licenciado en Comunicación Social en la UNLP y, tres años después, de Locutor Nacional, en el ISER. Escribió –en coautoría- dos libros de entrevistas a músicos del rock argentino y trabajó como redactor en el servicio informativo de la Radio Red 92. Desde 2018, integra la cooperativa de trabajo Pulso Noticias y allí escribe sobre temas de cultura, medio ambiente y otras yerbas. Al día de hoy, sigue buscando –y poniendo en crisis- su lugar en el mundo de la comunicación.