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martes 19-11-2024

Carta Abierta a la Sociedad y al Estado Argentino

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Comunidad Educativa ISFD Nº 17, Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires

A continuación transcribimos la Carta Abierta, tal cual la enviaron a Pulso Noticias:

En una entrevista realizada a finales de 2013 en “La Nación”, un investigador de temas educativos afirmaba que los Ministerios de Educación rara vez tienen certezas de lo que sucede en las escuelas y que, en parte, el problema residía en abordar las diferencias territoriales a partir de lecturas generales. A lo que se sumaba la enorme fragmentación social ocurrida desde principios del siglo XXI y de cuyo impacto en las Escuelas no se tenía información confiable.
A principios de 2016 se fue instalando una idea largamente acariciada por las elites argentinas, la modernización del país a partir del reformismo permanente. El lugar en donde estas ideas echaron raíces más profundas es la Educación Pública. La Argentina tiene problemas para crecer económicamente y tal como se muestran las cosas hay dos culpables: la Educación y los maestros.

En el mes de octubre de 2017 las comunidades educativas que trabajan en los institutos superiores de formación docente del país, se enteraban del “Operativo Enseñar”. Hubo una rara sensación de asombro porque las comunidades no fueron consultadas y nos enteramos que la evaluación vendría en packs evaluativos con coordinación a través de “call centers”. El asombro reconocía varias fuentes. En principio los problemas de la Educación Superior fueron informados y reflexionados en cada una de las jornadas del “Plan Nacional Formación Permanente”, y los insumos productos de esas jornadas eran elevados a los diferentes organismos. Ahora sabemos que no se tuvieron en cuenta. En segundo lugar, la evaluación estandarizada viene criticándose, a nivel internacional, desde la década de 1990. En tercer lugar, nos encontramos distanciados del paradigma de evaluación que se propone; fundamentalmente, porque concebimos la evaluación como propia e inherente a los procesos de enseñanza-aprendizaje que debe ser contextualizada.

El jueves 20 de diciembre de este año los principales diarios del país eligieron titular, más o menos, de esta forma los resultados de las Pruebas “Enseñar”: “Evaluaron a los futuros docentes de todo el país y sólo el 40% obtuvo los resultados esperados”. De cierta forman, siguieron la misma lógica que con las Pruebas “Aprender”. Las conclusiones a las que parecen arribar, sugerir, guiar son simples: pesan sobre los hombros de los docentes presentes y futuros la culpabilidad de todos los aspectos imaginables del declive de la educación.

La verdad sea dicha culpamos a los maestros y profesores de los niveles no universitarios por el “fracaso” de las escuelas. Les echamos la culpa en muchos niveles. Culpamos a su formación profesional docente; culpamos lo que enseñan; culpamos cómo enseñan. Y estas culpas necesitaron traducirse en pruebas que puedan dar cuenta de la magnitud de lo que algún intelectual orgánico llamó: “La tragedia de la Educación Argentina”. Los esfuerzos de reforma simplistas y punitivos que han resultado en la creación y desarrollo de pruebas estándares de alto nivel reflejan el hecho de que, durante más de treinta años, los docentes en escuelas públicas e instituciones de educación superior han sido culpados por todo lo que está mal en la educación.

Pero sugerir que todas las escuelas están fracasando en todos los ámbitos, como lo sugieren los titulares de los principales diarios, es simplemente una distracción de lo que realmente sucede y cuáles son las causas de estas fallas. Si bien en algunas publicaciones y en la voz de algún funcionario público se menciona el efecto negativo de la pobreza en el aprendizaje, por un lado, no cuenta la verdadera historia: que hay una enorme cantidad de experiencias (por hablar sólo de la Provincia de Buenos Aires) en las que un sistema integral de prestación de servicios de salud, nutrición, asesoramiento y educación es lo que las escuelas públicas de todo el país desean y deben tener.
Observamos, con preocupación, cómo las Políticas Públicas se transforman en avisos publicitarios. Estableciendo una agenda de iniciativas corporativas, mediáticas e individuales. Podríamos llamar a esto una particular forma de mirar la Iniciativa Privada. Es interesante observar que cuanto más avanza el proceso de Iniciativas, más problemática se vuelve la ciudadanía efectiva. Cada iniciativa mueve el control más allá de lo público y lo legislativo, y más cerca de los intereses especiales. Esta democracia no deliberativa, no tiene audiencias públicas, ni reglas de procedimiento, ni debates formales ni una voz informada.

Los viejos y los nuevos críticos de las escuelas y los maestros parecen tener vocación por los grandes números: “Pruebas Aprender: dramático diagnóstico sobre la educación argentina”, “El 70,2% de los alumnos de quinto y sexto año no pueden resolver problemas matemáticos sencillos. Y el 46,4% no comprende textos básicos”, “Los resultados revelan una terrible crisis educativa”, “…se evaluó a 464 institutos y casi 12 mil estudiantes de 23 jurisdicciones del país…” y “…Sólo 4 de cada 10 demostraron un alto dominio de la capacidad de producir textos autónomos, coherentes y cohesivos…”. Para concluir, en palabras de una egresada de Ciencias de la Educación de la UNLP: “El reporte nacional induce a nuevas reflexiones, nuevas preguntas e hipótesis respecto de la formación docente. No es un proceso concluido sino un paso más en la construcción de evidencia que alimente la toma de decisiones para el fortalecimiento institucional, así como de la política de formación docente”.

A medida que los maestros se han convertido en chivos expiatorios convenientes para todo lo que está mal con la educación, la “Reforma Educativa” ha dirigido su atención a los estudiantes y los castiga con la introducción de una gran cantidad de estándares y propuestas de pruebas de alto nivel. Los estándares y las pruebas de alto nivel utilizan (desde por lo menos treinta años) conceptos como “clase mundial”, “responsabilidad”, “competitivo” y “estándares” que se toman directamente del mundo corporativo.

Con demasiada frecuencia, estas propuestas dan como resultado un enfoque que habla de la diversidad, aunque apunta a un modelo homogéneo y estereotipado para la educación, diseñado para presentar una visión singular y simplista del conocimiento, la verdad y el aprendizaje; y que ignora las diversas necesidades de nuestros niños. Los llamados esfuerzos de “reforma” tienen la intención de culpar a los maestros y castigar a los estudiantes por los problemas de la educación al exigirles que se centren en el ejercicio y la práctica, y en enseñar a través de la prueba permanente, en lugar de fomentar las habilidades de pensamiento crítico de los estudiantes.

Lo cierto es que la búsqueda de “estándares” en educación no es nueva. De hecho, es una recapitulación de objetivos de comportamiento que se instalaron en la década de 1960, y en realidad surgieron del movimiento norteamericano “Eficiencia en educación” de 1913-1930 y que se basaba en un modelo industrial de alta productividad.

La uniformidad en el contenido curricular es una virtud si el objetivo es poder comparar estudiantes de diversas partes de cada ciudad de Provincia o de cada Provincia del país. La uniformidad se presenta como una virtud cuando la aspiración es comparar el rendimiento de los estudiantes argentinos con estudiantes en Finlandia, Singapur, Corea, Japón y Alemania. ¿Pero por qué deberíamos desear hacer tales comparaciones?.

Las pruebas antes que generar insumos para debatir el estado de la educación, se instalan como dispositivo para “vigilar y castigar”. Se evalúa el bajo rendimiento y se concluye en que Instituciones o Carreras Ineficientes deben cerrar porque no se adecúan a la necesidad territorial. Y entonces, quizás el objetivo sea que los maestros en escuelas de “bajo rendimiento” pueden ser sometidos a presiones disciplinarias, e incluso ser despedidos si sus estudiantes no obtienen un buen puntaje en una prueba. Y, las escuelas de “bajo rendimiento” pueden ser asumidas por el estado y/o asignadas a entidades corporativas con fines de lucro. O quizás el modelo es el de aulas virtuales mundiales, en donde ya no se necesite construir escuela y la enseñanza sea “transmitida desde un dispositivo virtual”.

Los estándares y las pruebas de alto nivel determinan la forma de la mayoría de los docentes ya que, para cualquier examen dado, existe una “mejor manera” de prepararse para ello. La repetición, la memorización forzada, el aprendizaje de memoria y los cuestionarios frecuentes dejan muy poco tiempo para enfoques más creativos donde los estudiantes transmiten, intercambian y cuestionan hechos e ideas. Con los estándares y las pruebas de alto nivel, el contenido del curso está determinado por el examen, lo que deja poco tiempo para cualquier material que no esté en el examen, como las reacciones de los estudiantes, la reflexión sobre los temas principales del día, puntos de vista alternativos o cualquier otra cosa que promueva el pensamiento creativo, cooperativo o crítico.

Discurso tras discurso, el mundo empresarial corporativo afirma que una fuerza laboral educada y alfabetizada es la clave de la competitividad argentina. Pontifican sobre la importancia de la educación. Señalan sus magníficas contribuciones corporativas a la educación, y luego presionan para que el Estado ajuste el presupuesto educativo. Son las empresas y la actitud corporativa que ellas tienen lo que erosiona el suelo bajo el cual se asienta nuestro Sistema Educativo Público. Aunque la ironía es que ellas se han enriquecido con los aportes que la educación Pública realizó a sus plantillas laborales.
En medio de mucha fanfarria, se publican informes incendiarios sobre el estado de la educación argentina. Todo el tiempo se habla en los medios masivos de comunicación de “Evidencias”. Y lo que concluyen de ellas es que los fracasos de las escuelas públicas estaban dañando a la nación y, si no se hace algo en forma inmediata nuestro futuro está en peligro. Lo cierto es que hay mucho trabajo para hacer en cuanto a nuestra educación. Sin embargo, estos reclamos se transforman en ataques flagrantes que pueden ser contradichos por las pruebas sólidas que las investigaciones en las Universidades vienen realizando desde la década de 1990.

A medida que más y más ataques denunciando a la Educación Pública aparecen en las primeras páginas de los medios de comunicación y las noticias, empresarios y líderes gubernamentales repiten los ataques sin cesar y dan vida a estas distorsiones y falsedades. Irónicamente, muchos miembros prominentes del establishment educativo a menudo apoyaron los ataques que una prensa, incuestionable, informa sin cesar.

No es de extrañar que muchos argentinos hayan llegado a creer que la educación en nuestro país se encuentra ahora en un estado deplorable. De hecho, ¿cómo podrían haber concluido algo más, dada una campaña de crítica tan enérgica y ampliamente informada, de tan prestigiosos recursos, que atacaron a las escuelas públicas de Argentina. Basta recordar la expresión del primer mandatario de nuestro país cuando afirmó sobre “La terrible inequidad entre el que puede ir a escuela privada versus aquel que tiene que caer en la escuela pública”.

Según nuestro conocimiento, ninguna campaña de este tipo ha aparecido en la historia de Argentina. Nunca antes un gobierno Argentino Democrático fue tan crítico con las Escuelas Públicas, y nunca se habían hecho tantas afirmaciones falsas sobre la educación en nombre de la “evidencia”.

Tenemos la necesidad de plantearnos nuevas coordenadas, otras posibilidades. El punto realmente en cuestión aquí no es el Sistema Educativo sino la Educación Pública, Gratuita y de Calidad. No es en este colectivo en donde debemos plantearnos los problemas del Sistema Educativo, eso es algo que necesitamos hacer como Sociedad, incluyendo a todos los actores sociales. No desearíamos, ni por un instante, continuar siendo docentes que hubieran perdido la confianza en las posibilidades creadoras de la Educación. Es perfectamente razonable intentar prescindir de aquello con lo que no se está de acuerdo, de algo que martilla en nuestras propias biografías escolares y que lo sentimos como un peso del que es importante librarse. Sin embargo, hay formas de hacerlo. Lo que sería una equivocación, según nuestro criterio, y no es posible admitir, es sostener una política en la que no se cree realmente, una política cuyos fines se nos presentan dudosos, una política que sólo pretende deshacerse de lo que nos incomoda, sin realmente cambiar nada.

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