El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es el mayor proveedor de créditos para inversiones de infraestructura de la región. Fue creado hace 4 décadas, y lo integran los países del continente americano y la UE. El 30% del paquete accionario lo tiene USA, pero una regla no escrita dice que siempre lo preside alguien de Latinoamérica. Por temor al avance Chino, Trump postuló un candidato propio, pero la Argentina le opone Gustavo Béliz, uno de los cerebros del gobierno de Fernández
Por Adolfo Rocha
Hace algo más de 24 horas el cubano-americano Mauricio Claver-Carone, asesor de la casa Blanca y candidato puesto por Donald Trump, salió con los “botines de punta” a declarar a los medios que el gobierno argentino quiere “secuestrar” la elección del presidente del BID, cuya votación se fijó para septiembre.
Efectivamente, el canciller Felipe Solá ha declarado que debe postergarse la votación alegando cuestiones de forma, pero en realidad lo que evalúa la administración Fernández es que la reelección del actual mandatario norteamericano es, al menos, dudosa. Y el trasfondo, la ruptura que Donald Trump hace de esta tradición de entregar la conducción del banco a Latinoamérica. Para eso, Argentina ofrece un candidato alternativo: Gustavo Béliz, actual Secretario de Asuntos Estratégicos de la presidencia, quien vivió muchos años en Estados Unidos y cultiva excelentes relaciones con los círculos de poder de esa potencia.
La posición argentina es avalada por Chile y México, pero también por la UE, cuyo responsable de relaciones exteriores, el español Josep Borrell, se pronunció a favor de la postergación de la elección para marzo de 2021. Si bien Claver-Carone relativizó que toda la UE respaldara las declaraciones de Borrel, el diario El País de España informó que Francia y Alemania tendrían prácticamente decidido apoyar la postergación de la elección. Si bien entre EE.UU. y el Brasil de Bolsonaro – quien practica una política exterior de obsecuencia con Trump- reúnen un porcentaje importante de votos, en este momento Argentina y sus aliados imposibilitarían el logro del “quórum” necesario para la votación.
Resulta interesante analizar el alto grado de pragmatismo y las cuestiones geopolíticas que subyacen a esta disputa. En principio, la movida de Donald Trump es parte de la batalla a brazo partido que viene librando contra él, hasta ahora, imparable ascenso de China, país que en medio de la pandemia terminó de consolidarse como el primer socio comercial de la amplia mayoría de los países latinoamericanos.
Esta preocupación es compartida por las élites dirigentes estadounidenses, sólo que Donald Trump trata de resolver la ecuación…a lo Donald Trump. La designación de un “halcón entre los halcones” como Claver-Carone, y el destrato – junto a la pérdida de poder – que significan desconocer la regla consuetudinaria de entregar la presidencia a Latinoamérica provocó la reacción de Chile, país que lleva más de 40 años de alineación casi automática con la potencia del norte.
También la del presidente mexicano López Obrador, que cultiva una excelente relación con Trump: consiguió la renovación del Acuerdo de Libre Comercio (ALCA) y lleva adelante una política de contención de los y las migrantes centroamericanos. De hecho, el Departamento de Estado viene presionando a Francia y Alemania para que se posicionen de manera más agresiva respecto de China.
Pero de los 3 países de mayor peso en la región, Argentina y México no están dispuestos a sacrificar ni la presidencia del BID ni un cierto margen de maniobra para seguir haciendo negocios con China. Lo mismo sucede con la Unión Europea: desde hace años la canciller alemana, Ángela Merkel, viene resistiendo las presiones de las distintas administraciones norteamericanas para confrontar con Rusia y China. Merkel -lo que de alguna manera es decir la Unión Europea -se ha dedicado a contener a Vladimir Putin y hacer buenos negocios con Xi Ping.
Este evento, conectado con lo que fue el proceso diplomático de la renegociación de la deuda externa del Estado argentino con los acreedores privados, nos puede dar una punta de como Alberto Fernández puede estar diseñando su política exterior. Se trataría de “pivotear” sobre la Unión Europea, a partir de la buena relación con los gobiernos de España y Francia –a su vez con influencias sobre Alemania– para resguardar un margen de maniobra que permita hacer negocios con China, hoy nuestro principal socio comercial, sin confrontar con los EE.UU. pero tampoco realizar un alineamiento automático con lo que diga el Departamento de Estado.
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