El balanceado es, desde hace décadas, la opción más elegida por los dueños de perros y gatos. Pero, ¿cómo llegamos a él? ¿En qué momento comenzamos a privarlos de la cuota de nutrientes que realmente necesitan? Afortunadamente, no todo está perdido. Hay profesionales veterinarias, como Clara Fontana, que encarnan la resistencia a un sistema que solo busca recaudar a costa de la salud animal
Por Lautaro Castro
El perro mueve la cola, expectante. Tiene la mirada fija en su dueña, que en su mano sostiene un tarro de plástico repleto de alimento balanceado. La mujer lo apoya en el piso y el pichicho se abalanza sobre la pequeña montaña. Después de este “mimo de sabor y nutrición”, como definirá el slogan de esta publicidad televisiva, llegan las caricias, jugueteos y carcajadas. Perros felices, personas felices. Tan tierno todo.
A Clara Fontana, médica veterinaria, nada de esto la conmueve. Al contrario, entiende perfectamente que la propaganda es solo un elemento más dentro de un sistema que “vende” al alimento balanceado como la fuente de nutrientes por excelencia para nuestros perros y gatos. Una cadena de intereses que, impulsada por la industria de los ultraprocesados, cuenta además con el aval de la mayoría de sus colegas. Ella, sin embargo, desde hace tiempo está en la vereda de enfrente.
“Los ultraprocesados se han promovido y difundido como la única alternativa que asegura una alimentación nutricionalmente completa, segura y equilibrada, generando el imaginario de que una misma -aún si se informara adecuadamente- no es capaz de alimentarlos por sus propios medios”, dice Fontana.
Y es aquí donde reside el eje de la cuestión. ¿Por qué no asumir nosotros/as la tarea de elegir qué darles de comer a nuestros animales de compañía? Recurrir a una bolsa de balanceado supone practicidad, pero ¿a qué costo? ¿Alguna vez nos preguntamos qué cosas pudieron haber pasado por la trituradora antes de convertirse en una pelotita perfecta que luego irá a su estómago? ¿Acaso no consideramos la posibilidad de que su salud física y emocional pueda estar estrechamente ligada a la alimentación que le proveemos?
Los ultraprocesados para animales tienen su origen en el año 1860, cuando el electricista norteamericano, James Spratt, de visita por Londres, advirtió un día cómo los marineros del puerto le tiraban restos de galleta a los perros que rondaban por allí. El hombre olió que allí había un negocio y años después lo materializó con el lanzamiento al mercado de Spratt’s Dog & Puppy Cakes, la primera galletita para perros, elaborada a base de harina de trigo, vegetales, remolacha y carne de res. Sin embargo, no era accesible para todos: tenía un valor 50 libras, por lo que solo era consumida por caninos de familias adineradas.
Con los años fueron apareciendo alternativas más económicas, así como nuevas formas de presentación como bolsas de harina y enlatados. Finalmente, en la década de 1970, se dio a conocer la primera versión del alimento balanceado tal como lo conocemos hoy, unas croquetas compactas que se elaboran a partir de un proceso de calentamiento y presión llamado extrusión. Así, estos productos fueron instalándose cada vez más fuerte en el mercado, acompañados por una agresiva campaña de marketing y la captación de gran parte del sector veterinario.
En paralelo a esta expansión, comenzó a hacerse recurrente un fenómeno que involucraba directamente a la salud animal ¿Casualidad o causalidad? Para Fontana está más que claro: “Empezaron a masivizarse enfermedades crónicas en perros y gatos, poco frecuentes hasta entonces, y a edades cada vez más tempranas. Eso motivó a que algunos veterinarios empezaran a cuestionarse si esos problemas de salud en realidad no tenían que ver con estos nuevos productos”.
—¿De qué está hecho un alimento balanceado para perro o gato?
—Se utiliza mucho lo que es el descarte de la producción de alimentos para humanos, lo cual no necesariamente es lo más saludable para los animales. El balanceado está muy lejos de su fisiología, porque no se desarrolla pensando en cubrir las necesidades de una especie, sino en sacar productos al mercado y generar un rédito económico. El problema es que no existen controles oficiales. No hay forma de ver e identificar qué contienen, ni cuál fue su estado de conservación previo; lo único que queda es “confiar” en quien los hace.
—¿Qué dice la legislación al respecto?
—La normativa es súper laxa. Prácticamente hay vía libre para elaborar croquetas con cuero de zapatos y lo más seguro es que sean aprobadas. En algunas se ha encontrado hasta plástico. La adulteración, en estos casos, es lo más común. Pasa con la harina de pluma, que se hace con las plumas de los pollos que se faenan para consumo. Es un material de descarte súper económico que en un análisis químico indica una cuota de proteína, pero es una proteína que el perro no puede asimilar casi en absoluto. No se hacen estudios de digestibilidad, por lo que no hay forma de chequear que eso sea beneficioso para su organismo. Algo similar ocurre con la alimentación de ultraprocesados para humanos.
Un volantazo necesario para contribuir a la salud animal
Clara egresó como profesional en la Facultad de Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata. De allí salió con más dudas que certezas, porque muchas cosas que la Academia le había brindado no le cerraban. Las inquietudes profesionales se entrecruzaron con las personales y, desde entonces, ya no hubo vuelta atrás.
—¿Qué formación ofrece la Academia en torno a la alimentación de nuestros perros y gatos a cargo?
—La generalidad marca que los profesionales están adoctrinados por la industria de los ultraprocesados. El “no le des un trozo de carne, fruta o verdura” o “que sólo coma balanceado”, que muchos colegas suelen aconsejar, va de la mano con que no se nos forma en nutrición de carnívoros y, menos que menos, en alternativas naturales para su alimentación. Salimos de la facultad sin saber sobre los requerimientos nutricionales del animal, es decir, sobre sus bases fisiológicas. La única información que se nos da es el ultraprocesado. Se lo recomienda, pero ni siquiera se nos forma respecto de con qué están elaborados y cómo. Esa recomendación es parte de un automatismo y una captación que existe entre los profesionales. No suele haber cuestionamientos y lo habitual es quedarse en esa comodidad, aunque muchas veces no sea de mala fe sino por simple desconocimiento.
—¿Cómo fue que decidiste tomar otro camino, diferente al que te proponían en la facultad?
—Mientras estaba cursando, empecé a cuestionarme mucho mi propia alimentación y cómo abordar mi salud. Lo mismo ocurrió respecto a las especies para las que yo estaba estudiando. Cuando me recibí, quería indagar en otras alternativas de tratamiento y de concepción de los animales con los que iba a trabajar. Por eso decidí formarme en homeopatía unicista, terapia neural, flores de Bach, Fitoterapia y alimentación fisiológica, todas disciplinas que permiten hacer un abordaje holístico de la salud animal. A partir de ellas, facilito herramientas para prevenir enfermedades y acompañar procesos de sanación. Vemos al animal en su totalidad y en relación a su entorno. En ese proceso, la alimentación natural es algo central.
No resultó fácil al principio, porque la información que había en Argentina sobre formas alternativas de alimentación animal era escasa y solo era posible conseguirla desde el exterior. Pero Clara persistió y a medida que avanzaba en su camino fue topándose con otros/as colegas que tenían intereses similares a los suyos. A partir de un sostenido trabajo de divulgación, el conocimiento general sobre la alimentación fisiológica creció y hoy constituye una opción válida para muchas personas que tienen perros o gatos.
Pero, ¿de qué se trata? Fontana lo explica: “Es una alimentación que intenta reproducir de forma casera, lo más similar posible, lo que sería la alimentación de una especie en relación a su historia ancestral. Es decir, lo que fue consumiendo a lo largo de su evolución. A través de diferentes modelos, la idea es aproximarnos a la composición de presas habituales que consumían estas especies. Los perros y gatos son carnívoros, pero diferentes. Por eso, cada uno tiene su enfoque particular”.
Dentro de la alimentación fisiológica, el modelo más recomendado suele ser el ACBA (Alimento Crudo Biológicamente Apropiado) o BARF -por su sigla en inglés-, que consta de raciones diarias de ingredientes base como recortes de carne – de vaca o pollo-, vísceras, huesos carnosos –que representan el esqueleto de la presa- y algunos suplementos naturales como huevos y pescado. En el caso de los perros, que a diferencia de los gatos no son carnívoros estrictos sino digestivamente más versátiles, se les suma una cuota de vegetales.
—¿Cómo se implementa esta alimentación natural en animales adultos que, desde su nacimiento, están acostumbrados a comer solo balanceado?
—Es necesario adaptarla a las condiciones de cada animal y también a la disponibilidad y/o aceptación de cada tutor. Hay personas que consideran algo muy drástico pasar del ultraprocesado a lo fisiológico, quizás porque habían escuchado un montón de mitos acerca de darles alimentos más naturales. Entonces, para que sea algo más amable digestivamente, a veces se empieza por algo intermedio, que incluye carnes semi cocidas, más alguna cuota de cereales, vegetales y ciertos suplementos. Después de una transición adecuada, lo ideal –para la generalidad de perros y gatos sanos- es que la ración de carne que consuman sea cruda, previo frezzado, al igual que los huesos. Los huesos nunca deben darse cocidos, porque se vuelven peligrosos.
Para aquellas/os que no acostumbran preparar la comida, ya sea porque aducen falta de tiempo o les resulta poco práctico, la recomendación es hacerse un rato alguna tarde cada quince días –o incluso un mes- y preparar viandas que se irán administrando diariamente. El animal estará agradecido y nosotros habremos destinado una parte de nuestro tiempo para contribuir a su bienestar.
Clara cuenta que los cambios que se producen en perros y gatos como consecuencia de la alimentación fisiológica son tan notorios, que sus dueños ni siquiera consideran la posibilidad de volver a darles ultraprocesados. “Creo que ahí es cuando realmente toman noción de la carga nociva que tienen esos productos”, dice.
—¿Cuáles son las principales transformaciones que experimentan?
—Una de las primeras cosas que se nota es el cambio en los niveles de energía, ya que empiezan a estar mucho más activos, conectados, con mayor predisposición al juego e interacción. Ya no están tan sedentarios o apáticos. Al mismo tiempo, están menos ansiosos y más equilibrados. Lo que suele decir la gente a la que atiendo es que “volvieron a ser lo que eran”. También se ven mejorías en el pelo, piel, dientes y materia fecal; hasta huelen distinto, porque el típico “olor a perro” -muy invasivo a veces- responde a una desregulación en la microbiota de su piel por el alimento que reciben. También bajan los depósitos grasos, recuperan masa muscular y ya no toman tanta agua, porque consumen un alimento súper hidratante. Son incontables los cambios positivos que se producen.
Concretar esta entrevista llevó cerca de un mes y eso se debió a que Clara está tapada de trabajo. Entre los cursos de alimentación fisiológica para perros y gatos que a menudo brinda y la atención clínica en su consultorio -para el que no hay turnos disponibles hasta marzo de 2021-, trata de responder a la creciente demanda de consultas, no solo de dueños de animales sino también de otros colegas que decidieron tomar un rumbo profesional distinto. “Desde el año pasado vivimos un momento de quiebre, en el que la gente se está replanteando muchas cuestiones, propias y ajenas, entre ellas la salud de sus compañeros carnívoros. Lo noto mucho en mi trabajo diario”, dice la joven. Bienvenido sea entonces este cambio de mentalidad, un buen motivo para sumar al brindis de este año tan particular.
-Encontrá a Clara Fontana en Instagram como @veterinariaholistica
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