Mientras los EE.UU. acaba de perder una votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que propuso mantener el embargo de armas a Irán, este país está en proceso de ratificar parlamentariamente un estratégico acuerdo con China, que aportaría 400 mil millones de dólares en inversiones de infraestructura durante 25 años, a cambio de petróleo barato y completar su proyecto de “Ruta de la Seda”
Por Adolfo Rocha
El viernes el Consejo de Seguridad rechazó la prórroga por tiempo indefinido de la prohibición que pesa sobre Irán de comprar armas convencionales, propuesta impulsada por la administración Trump. Sólo 2 países votaron a favor, EE.UU. y Costa Rica, mientras que Rusia y China votaron en contra. Los 11 restantes miembros del Consejo de Seguridad se abstuvieron.
El responsable de la política exterior norteamericana, Mike Pompeo, cuestionó duramente al Consejo y advirtió que su país invocará la cláusula de “retroceso rápido” del acuerdo logrado por 5 grandes potencias con Irán en 2015 para que este país no desarrolle energía nuclear con fines militares. Sin embargo, hay dudas respecto de la legalidad de esa acción, ya que Donald Trump retiró a EE.UU. de ese acuerdo en 2018.
Lo cierto es que las sanciones económicas unilaterales que Trump impuso a Irán, Estado al que acusa de ser “promotor del terrorismo internacional” han dañado fuertemente su economía, dependiente de la producción de explotación y exportación de hidrocarburos. Ante la necesidad, el régimen iraní decidió profundizar su proximidad estratégica con China.
Desde el año 2016 las administraciones de ambos países vienen negociando un ambicioso y amplio acuerdo que posibilitaría a Irán recuperar su economía.
Como explica el investigador del CONICET y la UNLP Sebastián Schulz el convenio, firmado el 11 de julio pasado, “establece una ‘asociación estratégica integral’ de 25 de años de duración, período en el cual la RP China se compromete a invertir más de 400 mil millones de dólares en más de 100 proyectos de infraestructura para modernizar el complejo industrial iraní, desde la industria del petróleo y gas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, carreteras, etc. También se acordaron inversiones en la banca y telecomunicaciones. Del total de ese dinero, 228 mil millones de dólares serán aportados por el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB), del cual Irán es miembro desde 2016”.
¿Qué obtiene China a cambio? En principio, la potencia asiática es uno de los principales consumidores – e importadores – de petróleo y gas del mundo. Se asegura la provisión de hidrocarburos con un descuento de entre el 15 y el 20% del precio, y como invertirá en el desarrollo de oleoductos y gasoductos terrestres, evitará el paso de buques tanques por el estrecho de Ormuz, en los hechos controlado por la marina estadounidense.
Por otro lado, la inversión en vías de comunicación, particularmente ferrocarriles, y puertos, le garantiza el tránsito de mercaderías por el centro de Asia y Medio Oriente, hasta llegar a Europa, predominantemente por vía terrestre: el transporte por tren ha demostrado ser económico y mucho más rápido – y seguro – que por vía marítima, con lo cual avanza en la construcción de su proyecto económico y comercial “Ruta de la seda” – nombre que rememora los caminos que seguían comerciantes europeos durante la edad media entre el imperio chino y el viejo continente-.
Fundamentalmente, por primera vez China conseguiría un aliado firme en el complejo tablero que va desde Egipto a Afganistán, en donde siguen jugando las potencias tradicionales de la posguerra (EE.UU. Rusia, Francia, Gran Bretaña, Alemania), consolidando así su posición como primera actora geopolítica en el concierto mundial.
En este escenario de crecimiento vertiginoso de China, que utiliza su poder económico financiero para lograr inserción internacional, es que hay que entender política que lleva adelante Donald Trump, cuya última baza en la región fue el acuerdo de paz entre el Estado de Israel y Emiratos Árabes.
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