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martes 19-11-2024

La caída de “Hoja de Roble” en Medicina y su lógica elitista

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Por Ramiro Laterza

“¡Tenemos que hacer una facultad nueva, desde cero!”, le gritaba al grabador de mi celular, envuelto en emoción y rodeado de abrazos, un médico del espacio de “Graduados por una Nueva Facultad” aquella noche del viernes 10 de noviembre del año pasado. Hacía 5 minutos se habían enterado del resultado electoral que conseguía la asunción de tres graduados opositores al Consejo Directivo. Aquella noche se confirmó una verdadera posibilidad numérica para que los nuevos representantes de dicha oposición puedan proponer un decano alternativo y sacar a la gestión de “Hoja de Roble”, tras 25 años de política elitista en la histórica Facultad de Medicina de la UNLP, en 60 y 120.

Desde aquella primavera de 2017 hasta hoy, finalmente sucedió: el Consejo eligió al doctor Juan Basualdo como nuevo decano y “Hoja de Roble” pasó a la historia como conducción de dicha facultad. Esta nota intenta reflejar qué significó esta agrupación de médicos docentes que gobernó con mano de hierro la institución durante 25 años.

La planificación del elitismo

La agrupación de docentes “Hoja de Roble” hizo historia en la Universidad Nacional de La Plata desde la vuelta de la democracia. Fue en el año 1992 cuando asumió el poder en Ciencias Médicas, con el profesor Enrique Frutos Ortiz como decano.

Durante esos primeros años, estos médicos realizaron una lista programática que cumplieron al detalle: “Planteaban un modelo de facultad más cerrado, con ingreso restricto, una supuesta excelencia académica, y la cada vez mayor hiperespecialización de la profesión, aislada de la situación de la ciudad y el país. Eso lo llevaron a fondo”, explica a Pulso Noticias en una entrevista/viaje compartido, el residente Manuel Fonseca, representante del claustro de Graduados. Este futuro médico generalista fue una pieza clave del rompecabezas que se formó para lograr birlar la gestión a “La Hoja”, además es un militante social, que se recibió en 2015 y ahora cursa el tercer año de residencia.

Prácticas finales y caída

La carrera política de la agrupación docente que supo comandar Jorge Martínez en los calurosos años de 2007, y Ana María Errecalde hasta el año pasado, empezó a caer con sus propias maniobras: el 1° de junio de 2010, Martínez modificaba el Plan de Estudios, obligando a que los estudiantes puedan comenzar las prácticas finales obligatorias (PFO) recién una vez que aprobaran la totalidad de las materias, cambio que generaba un filtro más y un año más de cursada.

“Esta modificación fue interpretada por los estudiantes como un recorte en sus derechos, una medida restrictiva que no estaba fundamentada pedagógicamente”, resumió Manuel, y explicó: “A partir del conflicto de las PFO se ganó con el tiempo un debate más político y pedagógico, que nos permitió demostrar otras arbitrariedades, manejos y concepciones que tenían en relación a su política deliberadamente antiestudiantil, vacía de argumentos. Eso llevó a una degradación de La Hoja que pudimos aprovechar”.

Que no se gradúen muchos médicos por año

La Facultad de Medicina de La Plata fue históricamente famosa por la dificultad de su ingreso. En los pueblos del interior del país no llega el debate de por qué es tan complicado ingresar y si está bien o mal que así sea. ¿Cuánto derecho puede reclamar un estudiante llegado de afuera para ingresar a una facultad y estudiar gratis y recibirse como médico? Un debate histórico hacia adentro de la academia.

“La Hoja” estableció el ingreso eliminatorio recién asumidos, en 1993, y los datos marcan, por ejemplo, que en febrero de 1998 ninguno de los 1.727 alumnos aprobó la evaluación, o que en 2003 ingresó el 38% de los anotados: esa vez, de 1.255 alumnos que rindieron las pruebas, aprobaron 487. “El hijo de un zapatero no puede ser médico”, se sinceró el decano Martínez en 2011 frente a la prensa, estableciendo un antes y un después en la historia de la UNLP.

El movimiento estudiantil, como en la mayoría de los casos, fue el primero en protestar, organizar marchas y pedidos; luego los padres y madres comenzaron a molestarse porque ya era demasiado complicado que para poder aprobar el examen hubiera que hacer el curso privado de “La Alborada” u otros, pagando una cuota demasiado alta. Finalmente la Justicia y el Rectorado tomaron cartas en el asunto y desde 2015 comenzó el ingreso libre.

“Consideramos que la educación es un derecho, cualquiera debe poder acceder a eso. Además, no creemos que la masividad atente contra la calidad educativa, creemos que se pueden tener ambas, nos toca demostrarlo en este momento y necesitamos hacerlo”, explicó Manuel y, respecto a lo que se viene para esta nueva gestión en Medicina, advirtió: “Tenemos la obligación de avanzar en ese debate, como Estado, que es ¿cuántos trabajadores de la Salud tiene que formar la educación pública?, ¿para qué proyecto de sistema de salud?, ¿dónde insertarlos y con qué perspectivas laborales? Ese es el desafío para formar graduados y graduadas al servicio de las necesidades de la sociedad que financia su formación”.

¿Cómo se piensa una facultad?

Es muy interesante observar también desde qué punto de vista estos médicos profesores que iniciaron la aventura política de la “Hoja de Roble”, pensaban la historia, la política y la academia, en sus comienzos.

Hombres y cosas de la Facultad de Ciencias Médicas se tituló el libro realizado por aquel primer decano, Enrique Frutos Ortíz, en 1994. Allí se hace un relato histórico de los hechos de nuestro país en paralelo con la institución que entonces comandaba. En algunos pasajes, por ejemplo, califica a los estudiantes que militaban en la década del 70 como “terroristas” y “extremistas” y, por lo tanto, no se menciona en ninguna parte los 300 alumnos de la facultad desaparecidos durante la última Dictadura Militar.

Esta visión reaccionaria de las exautoridades de Medicina está en total relación con otro episodio histórico sucedido en los últimos años de dicha gestión: en marzo de 2014 el Consejo Superior de la UNLP expulsó al entonces vicedecano de Medicina, Enrique Pérez Albizu, por firmar durante la Dictadura diversos certificados de defunción “truchos” en el centro clandestino de detención “La Cacha”. La denuncia fue realizada por Adelina Dematti de Alaye, Madre de Plaza de Mayo.

“Un falso relato de la excelencia académica”

Para Fonseca pueden hacerse tres grandes críticas: “La Hoja de Roble fue impulsora de una idea de salud vinculada al lucro, además de antidemocrática hacia el resto de los claustros académicos, la política siempre fue de intimidación y persecución de todo planteo crítico a su proyecto, hacia los graduados, por el deliberado impulso de instancias privadas de especialización en detrimento de las opciones públicas y por haber censurado cualquier tipo de participación política de ese claustro; y hacia las carreras no-médicas con un ninguneo total”.

Y concluyó que “en los años 90 supo encarnar un discurso conservador en lo político, liberal en lo económico y mediocre en lo pedagógico, que construyó un falso relato de excelencia académica, y detrás de ese relato puso a la facultad al servicio de intereses corporativos del sector privado de la salud”.

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