De niño fue paseado por doce escuelas y once institutos de menores. Conoció el hambre y el abandono del estado. Egresado de la obra del cura, Ricardo de Udaeta hoy pelea para que se garanticen los derechos de los más chicos
Por Ezequiel Franzino
El Polaco Ricardo De Udaeta podría estar muerto. O podría estar preso en algún penal, si se tiene en cuenta que más de la mitad de los condenados en Argentina son pobres, vivieron en un hogar violento y se fueron de sus casas antes de cumplir los 15 años. Pero él está vivo, libre, y a sus 34 años lucha por los derechos de la niñez, exigiéndole al estado que no vuelva a repetir su historia con ningún otro pibe.
Una historia que arrancó en La Plata, en 1984, en el seno de una familia donde escaseaba la comida, y donde sobraban el alcohol y las golpizas. Todavía con la ley de patronato vigente, con cinco años de edad El Polaco fue internado en un instituto de menores de la localidad de San Martín, donde lo vestían con mamelucos numerados – el suyo era el 14- y con zapatillas que llevaban la firma del por entonces gobernador Ruckauf. Allí debía cumplir horarios para bañarse, para dormirse y para levantarse. Cuando se mandaba alguna travesura, lo obligaban a arrodillarse en maíz.
Ese fue el primero de los once institutos de los que se fugó. Las escuelas por las que pasó fueron doce en total. Pero ya verán que los reiterados problemas de conducta no eran tan difíciles de atender. “Me escapaba porque se nos ejercía una disciplina militar. Por pobres nos privaban de la libertad, para que no peligrara la situación social”, cuenta el Polaco, que hoy trabaja en Fiscalía de Estado como administrativo y en el área de distribución de la revista La Pulseada.
Su última fuga, a los 13 años, representaría una oportunidad. Hacía rato que pasaba día y noche en la calle cuando en su causa intervino un juez que lo acercó al Hogar El Comienzo, donde trabajaban Abel y Matute, dos de los primeros coordinadores de la Obra del Padre Cajade. Gracias a ese encuentro fortuito terminó viviendo en una de las diez casitas de la Obra, junto a una pareja de educadores, sus hijos biológicos, y otros seis pibes que venían de la calle. “Ahí funcionaba mucho la idea de familia, el abrazo, sentarse todos juntos a mirar un programa de televisión, pequeñas cosas que van fortaleciendo la autoestima”, cuenta este joven que las vivió todas.
Todo lo que se necesita es amor
“La sociedad que soñamos es la que practicamos dentro de nuestras organizaciones, con espacios de recreación, fomentando las sonrisas, los abrazos, garantizando un plato de morfi y promoviendo un clima familiar piola. Son cosas que parecen pequeñas, pero en este país tenemos más de ocho millones de pibes con algún derecho vulnerado”, dice El Polaco, que en la actualidad milita en la organización barrial Bombas Pequeñitas, un espacio que funciona en barrio Aeropuerto donde juegan y comparten la merienda con más de 40 chicos.
El mundo de la organización comunitaria y el hecho de querer hacer algo por el otro lo aprendió en su paso por la Obra del Padre Cajade, participando de espacios como las Asambleas de pibes y el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. En esa tónica, junto a un grupo de compañeros autoconvocados, en 2008 fundó la “Asamblea permanente por los derechos a la niñez”, donde trabajó con chicos en situación de calle, particularmente con los que fueron denominados como “banda de las frazadas”, entre ellos Johana Ramallo, desaparecida desde hace 13 meses.
En este camino vertiginoso también se enamoró, tuvo un hijo, se fue a vivir a La Pampa, completó el Profesorado en Educación Primaria, construyó el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), creó una huerta y una panificadora donde logró cooperativizar a más de 160 familias, se postuló para intendente de la localidad General Pico, perdió, se reencontró con su padre (que al tiempo murió), se separó, entró en crisis, viajó un año por América de mochilero, llegó a Colombia, y volvió a La Plata. De nuevo en la ciudad, hoy es uno de los más de 600 educadores populares que en la región asisten a más de 4.500 chicos y que no cobran un peso.
“Nosotros no somos denunciantes crónicos de la pobreza, pero el 48% de los pibes de la provincia de Buenos Aires son pobres, y 3 de cada 10 van a comer a los comedores populares que cada vez más se abarrotan de gente”, explica Ricardo.
Ante el agravamiento de la pobreza, la emergencia alimentaria, el vaciamiento del Sistema de Promoción y Protección de Derechos, y la estigmatización y criminalización de los jóvenes de sectores populares, el próximo jueves 27 de septiembre las organizaciones de niñez de la región marcharán desde Plaza Moreno bajo la consigna “El hambre es un crimen”. Allí, por supuesto, estará El Polaco.
“Cuando decimos que el hambre es un crimen, ciertamente lo es. Y ese crimen tiene responsables que deben ser juzgados por la decisión de matar de hambre a más de un pibe de nuestra Argentina”, concluyó El Polaco.
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