La crisis económica y el acuerdo del gobierno nacional con el FMI llevan a que la capacidad de los adultos mayores de hacer frente a la dura realidad esté en caída libre. Una contracción que impacta en la vida cotidiana
Por Rafael Tossi
“Mucha gente nos pide que demos de baja las jubilaciones que dio el kirchnerismo”, dijo esta semana en una entrevista con Alejandro Fantino en el canal América, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, dejando entrever que los rumores que hablan de una nueva modificación por decreto de la fórmula que rige para obtener los haberes previsionales están más vigentes que nunca.
A ello se le suma la nunca escondida intención por parte del sector más liberal de Cambiemos de dar de baja las más de tres millones de jubilaciones y pensiones que durante la década pasada se dieron en concepto de moratoria para todos aquellos trabajadores mayores de 65 años que no realizaron aportes o trabajaron en negro, que había saldado en cierta manera una deuda que tenía la clase dirigente con los más desposeídos.
La vorágine inflacionaria en la que está sumergida la Argentina de un tiempo a esta parte hace que las necesidades de la población se incrementen, impactando sobre todo en los sectores más vulnerables de la sociedad, entre ellos los jubilados, que ven cómo el esfuerzo realizado durante toda su vida no es recompensado por un Estado ausente que no los escucha ni alcanza a cubrir sus necesidades básicas.
Tan grave es la situación que atraviesan las personas mayores por estas horas en nuestro país, que según un estudio realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA), siete de cada diez jubilados no podrían subsistir y abastecer sus necesidades básicas si no fuera por la ayuda de algún familiar, descuidando en la mayoría de los casos su salud para la compra de alimentos, al pago del alquiler o el abono de algún servicio básico.
El gobierno efectuó hace unos días atrás el anuncio del aumento de jubilaciones correspondiente al tercer trimestre del año, en el orden del 6,68%, lo cual consolida una suba del 19,2% en los primeros nueve meses del año, alcanzando así el haber mínimo los $8.637, cuando la canasta básica de los adultos mayores o jubilados ya vale $21.127 mensuales, según los cálculos de la Defensoría de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires.
En los últimos días, se pudo conocer un trabajo realizado por la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav), que deja en evidencia la triste realidad que viven nuestros abuelos. De acuerdo a lo investigado por la casa de altos estudios, al proyectar inflación y ajuste por movilidad para lo que resta de 2018, se cae en cuenta que el deterioro en los haberes de los adultos mayores se posicionará en un 4,5% promedio, haciendo especial hincapié en agosto con picos de 8,3% y en septiembre con 7,6%. El desacople en el índice de inflación respecto de las expectativas oficiales explica buena parte de estos resultados.
Calculada desde fines de 2015, la caída acumulada hasta fines de este año será del 8%, una vez descontado el efecto inflacionario. Medido en relación a la canasta básica de consumo computada por el Indec, la merma también es significativa: se redujo en un 5,5% promedio, en los últimos veintiséis meses. Monetizando el deterioro en los haberes reales, se encuentran pérdidas significativas para la clase pasiva. Por caso, sólo en el año 2018, quienes cobran la mínima se estima que perderán más de $4.900 por ajustes por debajo de la inflación.
Como puede observarse con los datos brindados con anterioridad, vivir para los jubilados se ha transformado en una odisea, donde el haber medio está en franco declive, con un 70% de los ancianos que cobran la mínima en la Argentina, lo que ha llevado a que la vida sea un dilema sin solución para aquellos que trabajaron toda su vida y esperaban vivir sus últimos días tranquilos y sin sobresaltos.
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