La gran recesión que existe en La Plata generó una posibilidad de expansión para dos jóvenes mujeres que arrancaron vendiendo ropa usada en una casa y que hoy tienen 3 locales y 10 empleadas. Más de 8.000 personas ya dejaron sus prendas a consignación en su negocio para darles “una segunda oportunidad”
Por Ezequiel Franzino
Aunque una de las dueñas sea licenciada en Economía y, la otra, licenciada en Administración, este negocio surgió de casualidad. Después de viajar seis meses por México y Nicaragua, las amigas de toda la vida y ahora socias Brenda Andersen (35) y Constanza Darderes (35) aprendieron a andar livianas de ropa y a vivir con poco. Por eso, al regresar a La Plata, en 2013, decidieron rematar todo lo que había en sus placares: aquello que fue una exitosa venta de garage hoy es Cocoliche, un negocio de ropa usada que tiene tres locales y diez empleadas, a contramano de una realidad en la que cada vez aparecen más carteles de “se alquila” o “liquidación total por cierre” en el centro comercial de la ciudad.
“Fuimos creciendo de forma tan pareja que no sabemos si somos un negocio contracíclico. De hecho nunca vimos una baja en nuestras ventas por la cuestión económica del país. Sí nos damos cuenta de que hoy en día la gente ya no compra tanta ropa nueva y cara”, dice Brenda, intentando explicar el fenómeno Cocoliche, que desde su apertura en 2015 ya recibió a más de 8.000 personas que se acercaron a dejar sus prendas en consignación, y por las cuales reciben el 50% del valor de la venta en caso de que sean de primeras marcas, el 40% si son prendas de niños, y el 33% para el resto.
Eso sí, para que te tomen las prendas deben estar en excelente estado, lavadas, planchadas, no le tienen que faltar ningún botón, no deben tener manchas ni pelotitas. Además no toman abrigos de piel natural, ropa interior, trajes ni ropa deportiva, y tienen un listado de marcas que priorizan, todas re top, y que venden a un tercio del valor de mercado.
A las personas que llevan a vender sus pilchas, esas que Brenda llama “proveedores”, se les arma una cuenta con sus datos, detallando la mercadería, se les asigna un código que las identifica, y así pueden rastrear sus movimientos y saber cuándo está vendida. “Hoy en día es una comunidad enorme de compra y venta en la ciudad. Vienen a dejar ropa alrededor de 50 personas por día y eso hace que tengamos mucha renovación de stock”, explica Brenda sobre este proyecto.
Lamentablemente, otros que dejan prendas a consignación son comerciantes que por la crisis tuvieron que abandonar sus proyectos. “No todos los que nos venden son particulares. Hay gente que cierra sus negocios, le queda un stock remanente y deciden venderlo acá. Nosotros no hacemos distinción con los que son particulares”, explica Brenda.
Lejos de aquellas ferias americanas en las que había que andar revolviendo entre cajones para encontrar alguna oportunidad, en los locales de esta firma todas las prendas están acomodadas por tipo y por color, y hasta tienen etiqueta. El local se parece a cualquiera de Palermo Hollywood, y este nuevo concepto de feria generó que lo que para algunos platenses representaba una “grasada” ahora se haya convertido en una moda. “Es muy loco que en La Plata la gente se haya animado a usar ropa usada. Ellos no estaban tan acostumbrados y nosotras fuimos animando a esta gente, que nunca se hubiese puesto una prenda de otra persona”, dice Brenda.
Sobre los comienzos de este emprendimiento, que en la ciudad tiene un local de venta de ropa de mujeres y hombres, otro de niños, y un tercero en Capital, Brenda dice que “luego de lo que fueron las ventas en nuestras casas la gente nos empezó a traer prendas para vender y ahí empezamos a hacer las ferias en centros culturales. Cuando empezó a hacerse popular nos alquilamos una casa en Tolosa. Después nos la jugamos y decidimos abrir un local de venta a la calle”, cuenta Brenda y agrega: “Llegó un momento en que las dos dejamos nuestros trabajos formales para abocarnos de lleno a esto”.
Aunque este emprendimiento se haya convertido en boom, Brenda jura que no hay fórmula secreta para el éxito. “Somos muy trabajadoras, nos encanta lo que hacemos y nuestro crecimiento también va de la mano con la necesidad de la gente”, dice. Cualquiera podría imaginar que siendo dueña de tres locales, su ropero volvió a llenarse de manera exagerada. Sin embargo, ella jura: “Tengo dos jeans, un par de remeras, dos sweaters, y una campera. Súper despojado. Para la primavera me renovaré”.
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