El Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió una nueva postergación de las elecciones, esta vez del 6 de septiembre al 18 de octubre, sin consultar al Congreso, como es obligatorio por ley. El trasfondo son las presiones sobre el tribunal de Jeanine Áñez, quien llegó a la presidencia a través de un golpe de Estado, las divisiones electorales de la derecha y fundamentalmente, los excelentes números que dan las encuestas al candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), el economista Luis Arce, que lo posicionan para ganar en primera vuelta
Por Adolfo Rocha
La Confederación Obrera de Bolivia (COB) convocó a un paro por tiempo indeterminado a partir del próximo lunes, mientras se suceden las movilizaciones hacia las ciudades de La Paz y El Alto en reclamo de la concreción del comicio. La excusa del TSE es la gravísima crisis sanitaria que atraviesa Bolivia por la pandemia.
En ese sentido, la situación es realmente catastrófica. Si bien las cifras oficiales son de 70.000 contagios y 2.500 personas fallecidas, nadie confía en esos números. Se suceden las muertes “sin causa conocida”, en hogares, trabajos, y en la misma calle. Se estima que en el 80% de los casos, sería por Covid. La misma presidenta de facto Áñez anunció que contrajo la enfermedad, así como buena cantidad de ministros y alcaldes. Los testeos son muy pocos, las demoras en los resultados casi de un mes y el sistema de salud está colapsado.
Lo concreto es que a la proscripción de Evo Morales, se suma la persecución judicial y amedrentamiento de muchísimas figuras del ahora opositor MAS – mayoritario en el Congreso- que incluyen al candidato Arce, y hasta una presentación judicial para suspender la personería electoral del evismo.
El 40% de intención de voto que dan las encuestas a Luis Arce, ex ministro de economía y considerado gestor político- técnico del mayor período de crecimiento económico y distribución de la riqueza que conociera Bolivia – cuyos resultados han sido elogiados por representantes del mundo empresario y hasta algunos economistas del stablishment- contrasta con la baja perfomance de la actual mandataria – tercera en las mediciones – y los otros 2 candidatos de la derecha: Carlos Mesa – quien fuera contrincante de Evo en el último ballotage que la OEA declaró fraudulento, aunque luego se comprobó que tal fraude no existió- y Luis Camacho, el dirigente de Santa Cruz de la Sierra líder de los grupos de choque de extrema derecha que motorizaron el golpe a Evo.
Un golpe por el litio boliviano
Evo Morales, exiliado en Argentina, no se cansa de repetirlo en cada entrevista con un medio de comunicación o charla a la que es convocado: está convencido de que la autoría intelectual del golpe que lo llevó a la renuncia es de los Estados Unidos de América y el motivo, las cuantiosas reservas de litio que posee su país, un material estratégico para todos los productos de alta tecnología. Sostiene que el proyecto desarrollado por su gobierno para crear una industria del litio propia fue lo que precipitó su caída.
Lo cierto es que luego de años de tener focalizada su atención en Medio Oriente, el Departamento de Estado volvió a poner su mirada en América Latina. El “golpe blando” contra Dilma Rousseff en Brasil, y la posterior proscripción de Lula, en la que se aplicó la doctrina estadounidense de “Lawfare” – guerra judicial- fueron en ese sentido.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EE.UU. este proceso se agudizó, pues se nutrió de un grupo de consejeros en político exterior que son “halcones entre los halcones” el partido Republicano. La política exterior hacia el continente de Trump es la expresión más tosca y brutal de una línea que la élite dirigente de la – hasta ahora – primera potencia mundial ha decidido para contener el avance de su contendiente: China.
Porque China, además de encontrar en América Latina un proveedor de materias primas y comprador de productos manufacturados, dispone de capitales para hacer inversiones de infraestructura – ya sea directas o a través de préstamos– y se ha fijado la estrategia de posicionarse en el “patio trasero” estadounidense para entorpecer el juego estratégico de la potencia que, durante los años ’90 del siglo pasado, llegó a verse a sí misma como una nueva Roma, “el imperio universal”.
Es en este conflicto geopolítico que debe entenderse el auspicio estadounidense a gobiernos de derecha o extrema derecha absolutamente obsecuentes, que llegan al poder por los votos o por golpes de Estado, como en Bolivia, y que en este momento son mayoría en los poderes Ejecutivos de nuestro continente.
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