Historias de familia, de pasión por el trabajo, de resistencia, de encuentros y desencuentros… Historias diversas todas ellas, pero igualmente atravesadas por una fuerza poderosa: la del Rio de la Plata. Afortunadamente, hace más de una década que en nuestra ciudad existe una productora audiovisual que se encarga de contarlas. Te invitamos a conocerla en esta entrevista con la realizadora Paula Asprella
Por Lautaro Castro
Fue durante los primeros años de la carrera de artes audiovisuales, en la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, que Paula Asprella entendió perfectamente qué es lo que quería hacer en materia audiovisual. O por lo menos, desde dónde desenvolverse. La propuesta académica, mayormente inclinada a la filmación en interiores, no era algo que la atrapara. Más bien las historias que le interesaba contar estaban ahí afuera, en el mundo exterior, donde el testimonio no solo es propiedad de las personas. Allí también hablan la naturaleza y sus paisajes, el clima, los sonidos espontáneos y otros elementos que trascienden las cuatro paredes de una habitación. A partir de esa premisa, Asprella e Igor Galuk -compañero de estudios de Paula, hoy su socio creativo- fundaron en 2008 la productora Riocine.
En la carta de presentación que aparece en su página web, Riocine se define como un proyecto audiovisual cuyas obras “están comprometidas con los relatos regionales y la identidad cultural de la ribera”. Y si hay algo que no puede decirse es que haya traicionado esa idea, porque a juzgar por cortometrajes y series que fueron apareciendo durante estos años, el Río, nuestro Río de la Plata, siempre está presente como un condimento indispensable para acompañar los relatos de la gente que habita sus márgenes.
“Todo surgió medio intuitivamente. Igor es de Berisso y tiene un pasado familiar de inmigrantes rusos. En mi caso, raíces italianas. Algo de eso nos llamó la atención, contar historias de los más cercanos sin irnos tan lejos. Al mismo tiempo, al principio, nos pasaba que cuando hacíamos alguna producción la gente nos preguntaba: ‘¿Ese río dónde queda?’. Está acá nomás, pero le damos la espalda. En general, la gente de La Plata no sabe que si vas por la 60 [la Avenida] llegás al río. De ahí también nació el interés, de valorar nuestra zona ribereña”, cuenta Paula, de 35 años, en diálogo con Pulso Noticias.
Los primeros cortos de Riocine oscilan entre lo ficcional y lo documental. Allí encontramos, desde un día de pesca, a priori milagroso, que no termina de la mejor manera (Túneles en el Río, 2009), a la resistencia de los trabajadores del vino costero, en Berisso, dispuestos a continuar una tradición familiar pase lo que pase (Viñeteros del río, 2010); también podemos conocer el trabajo organizado de una familia uruguaya que vive de la pesca (Sabaleros, 2013) o la historia de una pareja de jóvenes pre universitarios que, antes de separar sus caminos, viven un melancólico último día de playa (Palo Blanco, 2014).
Estas producciones tuvieron, algunas más que otras, su recorrido internacional y hasta formaron parte de los principales festivales de cine del mundo: Locarno (Suiza), San Sebastián, Viña del Mar, La Habana, entre otros. A la hora de presentar un material en este tipo de eventos, Paula dice que el secreto está en “empaparse” sobre los circuitos de exhibición: “Hoy es inabarcable la cantidad de festivales que existen. Algunos tenés que pagar una inscripción, otros no. Los que son gratis, tienen una competencia mucho mayor y es todo un logro quedar. El recorrido que una obra vaya haciendo depende del perfil del festival y del proyecto que tengas. Como que se termina de armar cuando empezás a mostrarlo y ves qué pasa. Es algo que vamos aprendiendo todo el tiempo”.
No obstante, las obras que mayor visibilidad tuvieron, sobre todo en nuestro país, fueron dos series documentales, de ocho capítulos cada una, financiadas por el Estado en el marco del Concurso de Fomento de la Televisión Digital Abierta (TDA): Olvidados del río (2011) y Paisanos (2012). Esta última, incluso, al día de hoy se sigue emitiendo en la pantalla de TEC TV, Canal Encuentro y la Televisión Pública.
Es en Paisanos donde, definitivamente, se aprecian con nitidez esos relatos regionales que Riocine pregona, “las historias de las orillas”, como define Asprella. Son los retazos gauchescos que habitan la llanura bonaerense, donde los y las protagonistas son hombres y mujeres que conservan la tradición del trabajo del cuero, la platería, el telar, la payada, la forjada, el asado, la doma y la alambrada. Orgullosos y orgullosas, cuentan sobre su oficio, exponen su arte y lo ofrecen al televidente.
La satisfacción, claro está, también alcanzó a la realizadora: “En el campo hay un trabajo súper sacrificado, todo el año. Poder mostrarlo estuvo buenísimo porque, en general, no se conoce mucho. Hicimos todo un laburo de investigación en cada zona, de boca en boca, recorrimos mucho hasta dar con los personajes que buscábamos. No queríamos que aparecieran los más conocidos de los pueblos, sino los más olvidados. Muchos fallecieron en el transcurso de estos años y al menos a sus familiares les quedó un recuerdo del legado que dejaron”.
Los últimos cinco años fueron difíciles para la productora. El acceso a subsidios del INCAA estuvo plagado de obstáculos y las convocatorias a proyectos audiovisuales resultaron escasas, por lo que no hubo producciones durante ese tiempo. Sin embargo, el 2020 viene con buenas noticias, aún a pesar de la pandemia.
A la espera de su presentación oficial en el Centro de Arte UNLP, que se concretará una vez que estén dadas las condiciones, La vendedora de lirios, nuevo cortometraje, se exhibe por estos días en diferentes festivales de Europa. ¿De qué va? Paula lo cuenta: “Es el recorrido de un día laboral de una abuela y su nieta, ambas bolivianas, que juntan lirios en la costa rioplatense y lo venden en el cementerio del pueblo. El relato es bastante sencillo, pero contiene un mensaje fuerte acerca de la xenofobia y la discriminación que sufren muchos migrantes de la región”.
Asimismo, en el horizonte asoman nuevos desafíos y proyectos. En etapa de pos-producción se encuentra el primer largometraje de Riocine, Silencio en la Ribera, un ensayo-documental sobre la última crónica que Haroldo Conti escribió, en la Isla Paulino de Berisso, poco antes de su desaparición a manos de la dictadura militar. También hay planes de una segunda temporada de Paisanos, así como otros contenidos cuyos guiones están en pleno desarrollo.
“Nos interesa mucho el cuidado de la imagen, de la puesta en escena, la historia, la música, los actores. Trabajamos mucho ese pensar cinematográfico. A medida que avanzamos, vamos evolucionando y perfeccionándonos”, señala Asprella en relación al dedicado trabajo que hay detrás de cada producción, el cual nace en ella y su socio y luego se hace extensivo al equipo de camarógrafos, sonidistas, técnicos, entre otros, que se suman a los distintos proyectos.
Todas y todos los que hacen Riocine tienen en claro que la propuesta siempre será prioridad, cualquiera sea la situación que pueda presentarse. Hace unos años, cuando intentaron hacer de la productora una fuente de ingreso más estable, no tardaron en descartar esa posibilidad, conscientes de los sacrificios que implicaba: “Para que fuera redituable, teníamos que convertirnos en una productora de servicios audiovisuales para publicidad, empresas o particulares. Ahí decidimos que no nos interesaba hacer todo ese camino, sino mantener una búsqueda estética, esa búsqueda de determinados relatos, más allá de que después, por separado, cada uno pudiera ofrecer sus servicios en otras producciones. Pero no desde Riocine”.
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