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sábado 30-11-2024

“El planeta demostró que aún tiene capacidad de recuperarse”

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En diálogo con Pulso Noticias, el especialista Damián Marino ofrece su mirada acerca del impacto positivo que tiene el aislamiento obligatorio sobre el Medio Ambiente ¿Por qué se dieron tantas situaciones inéditas y cuál es nuestra responsabilidad en torno a ello? El aire en La Plata, más limpio que nunca

Por Lautaro Castro

Desde que rige la cuarentena obligatoria por el COVID-19 y las personas no tienen más remedio que quedarse en sus casas, la naturaleza respira. Así lo demuestra un sinfín de fenómenos ocurridos recientemente en distintas partes del mundo, que dan cuenta de la recuperación del hábitat por parte de diversas especies. En Mar del Plata, los lobos marinos aprovecharon la nula circulación de gente para pasear por la zona del Puerto; los cocodrilos coparon las paradisiacas playas de Oaxaca, en México; dos osos pandas lograron aparearse naturalmente en un zoológico de Hong Kong después de 10 años, favorecidos por la privacidad de la que nunca gozan.

¿Y qué hay del aire que respiramos? Mejoró su calidad, producto de la notoria reducción de gases contaminantes ¿Y de las aguas? Clarificaron sus cuerpos y los peces recuperaron protagonismo, incluso en cursos impensados como el Riachuelo ¿Qué pasó con los amaneceres y atardeceres? Sus resplandores cambiaron porque la atmósfera también lo hizo: ahora son más limpios y luminosos.

Para Damián Marino, Doctor en Ciencias Exactas e integrante del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente, dependiente de la UNLP y CONICET, todas estas situaciones que a diario suceden no son más que cascadas ecológicas, es decir, sucesivas manifestaciones de la naturaleza que hasta hoy no eran posibles debido a la permanente intervención humana: “Siempre estuvieron latentes. Lo que ocurre es que estaban bajo presión y estresadas por la acción del hombre”.

Lo que está ocurriendo en el Riachuelo es un claro ejemplo de ello. Así lo explica el también docente de la Licenciatura en Química y Tecnología Ambiental en la Facultad de Ciencias Exactas: “Con este parate económico, se redujo la carga tóxica que las cientos de industrias suelen generar al verter sus residuos en los afluentes. Los microorganismos del agua actuaron y el oxígeno, que dejó de usarse para destruir contaminantes, logró disolverse, permitiendo a los peces entrar. Además, el agua, al no estar turbulenta, se clarificó y pudo ingresar un poco de sol, para iniciar así procesos de fotosíntesis y toda una red trófica”.

En el caso de los pandas, atraviesan lo que se conoce como un estado de “máxima respuesta biológica”, que encuentra su razón de ser en la ausencia de lo humano. Si los osos están pensando en tener relaciones es porque las condiciones son óptimas para que eso sea posible. El problema era que, antes del aislamiento, esas condiciones nunca estaban dadas. Los animales usaban gran parte de su energía para sobrevivir, pero no les quedaba margen para, por ejemplo, reproducirse. Esa es, precisamente, una de las razones por las cuales sus poblaciones, como las de otras especies, decaen año a año.

El agua del Riachuelo pudo oxigenarse y así permitir el ingreso de peces, algo muy poco habitual

Un planeta resiliente

Hablar de resiliencia es referirnos a la capacidad, ya sea de un individuo, una comunidad o un sistema, de superar situaciones difíciles. En efecto, de recuperarse. Para Marino, si hay una certeza que nos deja esta cuarentena es que el planeta -a partir del comportamiento que experimenta estos días- se amolda perfectamente a este concepto. Al menos temporalmente, se vio desligado de las presiones del ‘desarrollo humano’, de la demanda energética y del uso de bienes e insumos, algo que, indudablemente, tuvo se efecto: “Cuando le sacas presión al sistema, éste se recupera y regenera solo. Es maravilloso”.

¿Esa resiliencia es permanente o corre el riesgo de perderse en un futuro por los efectos de la actividad humana?

—El planeta nunca se va a destruir. Se va a recuperar, pase lo que pase.  Si se le agotan las aguas saludables porque nosotros las reventamos, los que nos vamos a quedar sin agua somos nosotros. Puede morir la mitad de la humanidad y el planeta se va a regenerar igual. Siempre habrá un nuevo proceso de recuperación. A veces puede pasar que ese proceso no nos incluya a nosotros, como está ocurriendo ahora. Acá el problema está en ser egoístas y creer que el planeta somos nosotros. No. Somos parte de.

—Pero la maquinaria va a volver a funcionar en algún momento…

—El día después todo va a volver como si nada hubiera pasado porque vivimos en un mundo capitalista. Pero, de todas formas, esta pausa podemos aprovecharla para repensar algunas cuestiones. Hemos bajado el consumo y solo con eso el planeta demostró que es resiliente. Debemos dosificar o regular el uso (hoy abuso) de los recursos naturales.

En este contexto de incertidumbre, quizás sea difícil hallar una respuesta precisa acerca de qué modelo productivo debería seguir el mundo después de la pandemia, uno que se diferencie del actual y sea ambientalmente más responsable. Damián Marino cree que la clave está en entender que se trata de “procesos energéticos”. El mundo de hoy, tal como está configurado, demanda al planeta más energía de la que este puede darle.

La biocapacidad es la capacidad que tiene la Tierra de proveer sus bienes y servicios ambientales. Lo que viene ocurriendo en el último tiempo es que esa asignación de recursos está siendo sobrepasada. Los números ayudan a clarificar: según un estudio de la organización internacional World Wildlife Fund (WWF), la humanidad necesita -en promedio- 1,6 planetas para satisfacer sus necesidades. Japón, por su alto nivel tecnológico y de desarrollo, precisa 8 ¿Argentina? 1, 3.

—¿Qué cuestiones deberían ser revisadas con mayor urgencia?

—Algo que me impresiona es el hecho de que, antes de la cuarentena, había mil aviones en el aire por día en todo el mundo. Es incalculable la cantidad de gases calientes que se estaban emitiendo allá arriba, lo que producía una alteración de la temperatura atmosférica. Eso va de la mano con el mundo urgente en el que vivimos: tenemos que viajar en aviones ultrarrápidos y tienen que ser diez por día a un mismo destino, no uno. Ni hablar del sistema de producción de alimentos, uno de los fenómenos extractivistas más dominantes; la industria de los ultraprocesados, las fumigaciones en los campos…Todo eso es energía que se transforma, es el ingreso de sustancias químicas al ambiente para el cual el mismo no está preparado. Hay que repensar si realmente es necesario tener una economía tan grande e inflada.

La Plata respira mejor en cuarentena

Al igual que ocurrió en muchos centros urbanos del país, el aislamiento social obligatorio contribuyó a un mejoramiento en la calidad del aire de nuestra ciudad, especialmente a partir de la mínima circulación de transporte público y vehículos particulares en las calles.

De acuerdo a un reciente estudio elaborado por la Licenciada en Química y Tecnología Ambiental egresada de la UNLP, Soledad Represa, la contaminación atmosférica disminuyó notablemente en el centro platense durante el último mes. El trabajo comparó la primera quincena de marzo con el período comprendido entre el 16 de marzo y el 11 de abril.

Concretamente, Represa se encargó de medir la concentración de dióxido de nitrógeno (NO2) –uno de los principales contaminantes emitidos por vehículos motorizados- presente en la tropósfera, la capa baja de la atmósfera. Los resultados fueron contundentes: los niveles de este gas tóxico cayeron hasta un 52%.

El NO2 se genera a partir de la quema de combustibles fósiles a altas temperaturas. Cuando el oxígeno y el nitrógeno reaccionan producen monóxido de nitrógeno (NO) que, posteriormente, se oxida originando dióxido de nitrógeno. Además de afectar el sistema respiratorio, este compuesto contribuye al fenómeno de smog fotoquímico característico de las metrópolis.

Los niveles de dióxido de nitrógeno disminuyeron notablemente en el área metropolitana. En La Plata, la baja fue de hasta 52%
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