El taxista asesinado a puñetazos por un roce en la calle, un joven atropellado y muerto en Villa Elvira, un conductor que se duerme y queda entre los fierros de la Circunvalación son algunos de los documentos de época de la ciudad ¿Qué sucede con la violencia al volante? ¿Por qué se sigue hablando de “accidentes” a problemas que tienen que ver con nuestra sociedad? La palabra de la historiadora Ema Cibotti
Por Ramiro Laterza
La imagen de Jorge parado a un lado de su taxi, en el medio de una calle ya nocturna de Ensenada, con los brazos abiertos cual jugador de fútbol que no le cobraron un penal, calvo, flaco y con sus 52 años, es lo que va a quedar en la retina de quienes accedieron al video publicado por algunos medios, donde a través cámaras del municipio se observa cómo Esteban González Zablocki pone las balizas de su Amarok cual conductor decente, se baja, camina diez pasos a la velocidad de su peso de más de 100kg. y sin mediar palabra comienza a golpear al taxista hasta que este cae, y el muchacho -ahora preso-de 27 años, nacido en 1992, le da 7 piñas más en la cara, sin asco, como se ve durante todo el día en los canales deportivos, en las peleas del deporte -ahora de moda- “valetodo”, o MMA (artes marciales mixtas). Eso fue el miércoles 17 y Jorge González fallecería dos días después por el derrame cerebral causado por los golpes.
Otro muchacho de 27 años pagó el papel de víctima pero en el barrio de Villa Elvira. Joaquín Do Santos falleció el jueves tras ser atropellado en 96 1 y 2, el conductor se dio a la fuga y todavía permanece prófugo. Otro muchacho apareció en las noticias, luego de que durante la madrugada del domingo, se durmió en la vuelta a casa del boliche. El auto se subió a la rambla de 72 y se incrustó con los fierros de ejercicios atléticos.
Historias que se relacionan con otras en nuestra ciudad, donde cada día se observa en mayor medida el caos vehicular y la violencia de los conductores que se “aguantan la mirada” y son capaces de estropearle la vida al otro. O que al ver una mujer al volante, en una moto o en una bicicleta, también actúan como una sociedad primitiva. Conductores que no quieren ni saben convivir con otros en la calle.
Todo este dolor de familias, el odio, las tragedias, ¿son accidentes, o son situaciones evitables? Depende cuál sea la respuesta, las políticas públicas deberían responder a una o a otra. Ema Cibotti es historiadora y estudió el tema con profundidad durante la última década.
Una historiadora en contra de la fatalidad y el destino
El 14 de mayo del 2006 en la Ciudad de Buenos Aires, un joven de 20 años transitaba volviendo de un boliche de zona norte, y embistió al hijo de Ema, quien falleció al día siguiente con sus 18 años. “El primer shock que tuve, más allá del sufrimiento personal, fue que desde espacios feministas y académicos que integraba solamente se percibía esto como una fatalidad del destino:´te tocó a vos´, me decían, lo veían como un accidente, no generaba ningún tipo de necesidad de pensar lo social”, comenzó a explicar la historiadora a Pulso Noticias.
En nuestro país se creó dos años después la Agencia Nacional de Seguridad Vial en la cual esta historiadora participó, además de acompañar a familiares; allí encabezó un proyecto de investigación sobre “Pedagogía vial con igualdad social y de género” “.
“En todos esos años había advertido que no solo había un problema con la definición de la violencia vial, sino que además las mujeres la padecían más que los varones y que, dentro de los vulnerables en materia vial (el peatón, el ciclista) eran siempre mayormente gente con pocos recursos: esperando el colectivo temprano para ir a trabajar, por ejemplo, es decir, un sesgo clasista y de inequidad de género”, resumió Cibotti.
En 2010 Ema fundó una ONG denominada “Activvas” (Asociación civil contra la Violencia Vial). Desde allí continuó profundizando su análisis, el acompañamiento y las políticas públicas respecto a este flagelo. “Evidentemente hay una serie de elementos a considerar respecto a las causas, no es una sola causa, hay condiciones que facilitan la violencia vial pero no la predeterminan”, introdujo.
“La injusticia social facilita que en espacios que no están bien preparados, que no tienen estructuras, se multiplican las anomias del tránsito y se generan incidentes viales como choques, atropellos (…) pero por el contrario uno puede encontrar zonas que están perfectamente iluminadas, con aceras perfectas y sin embargo las conductas son violentas”, cuestionó.
Para la historiadora no se puede asociar linealmente la condición violenta con una cuestión de menores ingresos o alta de educación: “se trata de un prototipo masculino: la persona que sale con su auto quemando gomas, rápido, que frena solo cuando no queda otra, cruza en rojo, no respeta los peatones… ese es el arquetipo de persona que no quiere convivir con otros en la calle, sobretodo con quien están en condiciones más vulnerables”, describió.
Culpabilidad y prevención
¿Cómo debería actuar la Justicia y el poder Ejecutivo en relación a las tragedias que invaden nuestra ciudad? Por más que haya una multiplicidad de aspectos y una anomalía en nuestra sociedad, para Cibotti la responsabilidad es personal: “no se puede atenuar la culpabilidad por consideraciones más generales, aunque estas sirven para la prevención”.
¿Pero qué cuestiones previenen? “Una buena infraestructura, una iluminación, pero sobretodo un combo que sea control y sanción, porque si tengo buenos agentes de tránsito, que en vez de mirar el celular, miran el tránsito, que controlan y sancionan cuando hay que hacerlo, previene acciones peores”. Ahora cuando la situación ya sucedió ahí es el momento de la Justicia: “a reparar esa situación, acusar y castigar”, dijo sin concesiones.
El machismo
Para Cibotti no cabe duda de que existe el machismo en las calles: “hay mucho sesgo de clase (pobres y ricos) y el machismo es una expresión más de una sociedad desigual y discriminadora hacia el vulnerable”, expresó. Agregó también que hay una relación directa entre los violentos de género y los violentos viales: “el varón que violenta a su mujer suele ser un violento vial seguro: no respetan nada en la calle, gritan en el tránsito”. “La causa es la ´anomia boba argentina´, un país al margen de la ley”, resumió finalmente.
Lo cierto los “accidentes” viales, el machismo en el tránsito, la terrible violencia que se ve en las calles de la ciudad tiene que ver, no solo con mejorar la infraestructura de las vías, tampoco solamente con el control policial, sino sobretodo con una actitud humana de odio entre los propios vecinos, la desigualdad social y un sistema que genera una cultura individualista, de competencia, de supervivencia del más fuerte, de aplastar al otro sin mediar consecuencias, que debería ser lo más importante que la política intente cambiar.
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