Tras el apagón del miércoles las residentes contaron cómo socorrieron bebés en terapia intensiva de Neonatología y resaltaron su impotencia por una situación que parece no tener fin. Hoy pedirán informes a la empresa que mantiene los generadores
Por Paulina Tarantino
L. contó hasta dos y corrió. Sabía que si no llegaba en menos de diez segundos a la Unidad de Terapia Intensiva de Neonatología, sus pacientes se iban a quedar sin aire.
El miércoles cerca de las nueve de la noche, el Hospital Interzonal General de Agudos “San Martín” de La Plata se quedó completamente a oscuras.
L. -médica del tercer año de la residencia en Pediatría- estaba en el primer piso cuando ocurrió el apagón, y sus esperanzas estaban puestas en que los generadores suplieran la falta de luz. Pero como no se encendieron, corrió para salvar a cinco bebés y darles -de manera manual- el aire que necesitaban por “bolseo”.
Cuando llegó a la sala trató de repasar el mapa de la situación en su cabeza y sumar rápido: cuántos bebés tenía en incubadoras, cuántos asistidos por respiración mecánica y cuántos alimentados por bombas. Por suerte no estaba sola: por una razón llamada ética profesional, la mayoría de los médicos y enfermeros de las áreas de Ginecología, Pediatría y Neonatología se habían acercado a la habitación de los recién nacidos. Entonces se dividieron en grupos de dos o tres personas por cuna y mientras una alumbraba, la otra tomaba signos vitales y otra bolseaba.
“Esto es más que un trabajo, es una responsabilidad”, dice L. a Pulso Noticias. “Vinieron compañeros y compañeras residentes que estaban fuera de su horario laboral a dar una mano al hospital”, expresa; y agrega que si hubo solución momentánea al problema “fue gracias al esfuerzo de la comunidad médica”. “Como siempre”, aclara.
J. -residente de Ginecología y de la especialización en Obstetricia- estaba con una embarazada cuando se cortó la luz. Al ver que la mujer se encontraba bien le dijo: “Me tengo que ir”.
Al llegar a Neo, J. vió que los grupos estaban distribuidos mayormente en los cinco prematuros intubados de un total de doce niños internados. Entonces se quedó alumbrando con su celular y asistiendo a otra doctora que le daba aire a un bebé de menos de un kilo. Sin embargo, la luz de su celular duró poco. Se le patinó y se le hizo trizas. No hubo tiempo para lamentos: así como estaban debían seguir. Un prematuro tuvo que volver a ser intubado y a otros hubo que pasarles manualmente la alimentación porque se pusieron hipoglúsicos. Este cuadro sobrevino porque las bombas que les pasaban el alimento dejaron de funcionar y los bebés no recibían el azúcar necesaria.
En el medio J. y sus compañeras derivaron a una parturienta a otro hospital: “No podíamos tener otro bebé prematuro más”, cuenta a Pulso Noticias.
Ya eran las diez y media de la noche y seguían dando aire. “No es un trabajo que puede hacer cualquiera, hay que estar capacitado. Imaginá que son criaturas de poco más de un kilaje o menos, conectados a tubos ínfimos, el movimiento debe ser constante pero suave, no se puede bolsearlo de más”, relata J.
A través de la pared vidriada, padres y madres de los recién nacidos observaban la escena con desesperación. Faltaba más de una hora para que volviera la luz.
A esa altura uno podría preguntarse si para nuestros gobernantes defender la vida no incluye un mayor presupuesto para la salud. Pero parece que por ahora sólo la circunscriben a una cuestión de vientre. Y después no importa.
Desidia pública
Los problemas en infraestructura en el San Martín no son novedad para la ciudad de La Plata. Se trata de un hospital de referencia provincial que en 2016 sufrió la caída de un ascensor, en 2018 dos cortes importantes de luz y que aún no puede reabrir la sala del quemado por falta de recursos.
“El sábado subí a una paciente embarazada por escalera porque no funcionaba el ascensor”, subraya J, y agrega: “Esto es cosa de todos los días. Aprovecho para decir que no sólo la desidia edilicia pone en riesgo la vida de los pacientes; como residentes estamos expuestos a un régimen extremo, con salarios bajos y guardias de 24 horas que también repercuten en la salud de las personas”.
Lo que reclama J. es lo que L. subraya con crudeza: “Los residentes somos la mano de obra barata de un hospital”. “El estado se aprovecha de nuestro paso obligado por las especialidades y de nuestro sentido de la vocación”, sentencia.
Son casi las doce. Volvió la luz y las manos de L. descansan por unos segundos de la constancia del bolseo. Pero la actividad no se termina: ahora deben corroborar la salud de los bebés. “Las consecuencias de lo que ocurrió el miércoles no terminan acá, hasta dentro de un mes no vamos a saber cómo afectó la carencia de oxígeno y azúcar a los chiquitos”, explica.
A menos de una semana de lo sucedido, la comunidad médica del hospital nucleada en Cicop realizó un pedido de informes para saber por qué no funcionaron los generadores. De hecho, hoy tendrán una reunión con la empresa contratista que realiza el mantenimiento ya que “no dieron respuestas inmediatas”.
En tanto, desde el gremio continúan haciendo responsable al ministerio de salud y al gobierno provincial por la desfinanciación en la salud. “Nos condenan al presupuesto más bajo de la historia: no hay gasas ni medicamentos, ni ascensores funcionando, no hay salarios dignos”, remarcan.
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