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viernes 29-11-2024

26J: el arte piquetero como herramienta para resignificar espacios

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A 20 años de la Masacre de Avellaneda, la muralista Florencia Vespignani cuenta cómo distintas expresiones artísticas, como las suyas, contribuyen a que los nombres de Darío y Maxi sigan bien presentes

Florencia Vespignani es oriunda de Avellaneda y hace más de 20 años que recorre el camino de la militancia. Su vida de lucha, como la de muchxs jóvenxs de su generación, estuvo marcada a fuego por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a manos de la policía bonaerense, el 26 de junio de 2002.

Docente de artística y muralista, Florencia encontró en el arte una manera genuina de canalizar sentimientos, convicciones y demandas. Paralelamente, comenzó a militar en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), en su ciudad, y luego en el Frente Popular Darío Santillán (FPDS).

Como parte de su actividad, ha pintado murales en las escuelas y en las calles junto al colectivo Muralismo Nómade en Resistencia, destacándose sus intervenciones artísticas relacionadas con los asesinatos de Santillán y Kosteki.

“Personalmente es muy gratificante, un honor, que mis dibujos hayan podido circular, que hayan reflejado esa lucha y, sobretodo, que muchos compañeros y compañeras se hayan identificado como para replicarlos y apropiárselos. Para mí es una alegría enorme”, señaló Vespignani al programa radial Primera Maraña, que co-producen Radionauta y Pulso Noticias.

En relación a la importancia que tuvo el arte piquetero luego de la Masacre de Avellaneda, Florencia asegura: “Creo que toda la construcción y producción de arte y de cultura que hubo alrededor de la lucha por la justicia y la memoria por Darío y Maxi es algo muy significativo. Es muy particular en nuestro proceso de lucha la importancia y la relevancia que tuvo la producción artística. No solo hablo de producción artística individual, sino también colectiva y masiva. Todas las producciones tienen un fuerte anclaje en los movimientos y fueron apropiados por muchísimos compañeros y compañeras”.

No todas las luchas logran la construcción de un espacio de circulación de arte, como es el caso de la estación Darío y Maxi, escenario de la masacre ¿Cómo fue resignificar ese lugar?

—La estación es un ejemplo de cómo a través de la lucha se pudo transformar un espacio público. Una estación de tren en la zona sur, muy transitada pero al mismo tiempo apropiada por los sectores populares. Mucha gente identifica su barrio o su zona con el nombre de la estación. La lucha en la calle, los cortes, todos los 26 en el Puente Pueyrredón y en la estación fueron fundamentales, pero eso fue de la mano con la producción artística dentro de la estación, que también resultó fundamental. Las producciones visuales fueron permanentes y nunca pararon desde el 26 de julio de 2002, que fue cuando se hizo el primer mural y se puso el monolito en el árbol con una placa que, muy significativamente, fue enviada por los y las trabajadoras de la fábrica recuperada ex Zanón. Esa fue la primera apropiación que se hizo del espacio. A partir de ese día se siguió con una continua producción y resignificación; en permanente transformación y movimiento, que en cierta manera refleja lo que es la lucha popular. Todo eso hace a la cultura popular.

En relación a este espacio recuperado, uno de los grandes logros tuvo que ver con el cambio de nombre. Fruto de la lucha de las organizaciones, en 2013 la antigua Estación Avellaneda pasó a llamarse oficialmente Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. “Tiene hasta cierta legitimación estatal todo ese proceso. Eso lo buscamos: que quede en la memoria y asentado desde lo oficial el nombre de los compañeros. Cambiar el nombre no fue fácil. Hubo algunas resistencias, pero lograrlo fue muy importante; el arte y la producción visual también fueron centrales en esa conquista”.

Esta forma de apropiación del espacio público a través del arte, ¿puede ser una expresión de lo que podría considerarse una galería de arte piquetera o un museo piquetero?

—Creo que sí. El arte elitista o el arte en general ocupa un lugar distinto en la sociedad. El arte hegemónico está en galerías o museos. Muches otres elegimos la calle y otro tipo de formato de expresión como puede ser el mural, la pegatina o la gráfica, que se pueden multiplicar e incluso hacer mientras se marcha, como hacemos en el movimiento feminista. Mientras marchamos vamos haciendo arte. Y sí, efectivamente se trata de una muestra piquetera que además tiene otra particularidad: se toca, se transforma, cambia, nadie se ofende si le quitan un mural o se tapa, a veces se vuelve a hacer, se deteriora; se interviene, porque hay otras personas que pasan, circulan e intervienen. Eso es lo que tiene el arte en la calle. El arte piquetero no podría ser de otra manera.

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