En 2006 un hombre con registro legal de armas disparó a mansalva en el barrio de Belgrano, CABA. Hirió a una docena de personas y asesinó a Alfredo Marcenac, de 18 años, que recién llegaba a la ciudad a estudiar, desde Necochea. Su mamá, Mónica Bouyssede, construyó todos estos años una multiplicidad de propuestas por el desarme y la educación para la paz
En Argentina es común presenciar trágicas historias que conmocionan al país y, detrás de ellas, surgen mujeres valientes que luchan incansablemente por buscar justicia y generar cambios en la sociedad. Estas mujeres, que han perdido lo más preciado en sus vidas, dedican años posteriores a honrar a sus seres queridos de la mejor manera posible, siguiendo los valores que les inculcaron.
En el país conocemos la historia de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. En La Plata podemos mencionar a Mirna Gómez, a Rosa Bru y a Sandra Gómez, entre otras. Y desde la ciudad de Necochea se destaca Mónica Bouyssede, una profesora con una fuerza inquebrantable que ha enfrentado un profundo dolor. Su hijo, Alfredo Marcenac, fue víctima fatal de uno de los 13 disparos realizados por Martín Ríos en plena avenida Cabildo, en el barrio de Belgrano, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Alfredo, un nadador necochense de 18 años, se encontraba allí con sus amigos, con quienes se había mudado recientemente para estudiar.
Mónica ha demostrado una resiliencia y determinación excepcionales para generar un cambio profundo a través de la paz y la educación. Uno de los aspectos más impactantes de su historia es que el asesino de su hijo era un usuario legal de armas de fuego. El Estado le había otorgado un permiso para tener un arma, a pesar de que ya había cometido otros cuatro actos violentos. Esto llevó a Mónica y a su compañero, Adrián Marcenac, a exigir que se tomen precauciones más rigurosas al otorgar permisos de tenencia de armas de fuego, con el objetivo de prevenir tragedias evitables.
“La verdad es que para nosotros no fue solamente el camino en busca de justicia, sino también el camino para tratar de que el Estado se haga responsable de que cuando una persona solicita la tenencia de un arma de fuego, se tomen todos los recaudos necesarios”, agregó respecto a esa primera gran tarea por el desarme, como homenaje a su hijo.
“Han pasado tantos años ya”, empieza desde el otro lado del teléfono desde Necochea, Mónica, en comunicación con “La Primera Maraña”, el programa radial que producimos desde Pulso Noticias junto a Radionauta.
Allí Mónica introdujo el tema con unos datos estadísticos: “En Argentina mueren siete personas por día por las armas de fuego. Cuestión que está muchas veces invisibilizada porque de lo único que se habla es de los muertos que ocurren en ocasión de robo, pero también lo más extraordinario de todo esto es que de cada cuatro muertes que se producen por armas de fuego solo una es en situación de delito o en situación de robo, de las otras restantes, una se produce por suicidios, y las otras por conflictos interpersonales o accidentes”.
A todo esto, lo dimensiona y lo describe como un rompecabezas que muestra una sociedad que utiliza las armas para resolver conflictos interpersonales. A raíz de esto, comenzó el active por el desarme “porque entendemos que si las armas no están al acceso de las personas seguramente va a haber alguna otra forma de solucionar un conflicto, evitando las muertes”.
El siguiente paso fue pedir que se persigan las armas ilegales y que el Estado cumpla con la función que tiene que cumplir: “Evitar, con estudios psicológicos apropiados, que a cualquier persona se le otorgue un arma de fuego”.
El estado y la justicia: la imputabilidad de un asesino
“El Estado, a través de las instituciones judiciales, para nosotros, nunca nos brindó justicia”, deja en claro con punto y aparte Mónica en su tradicional forma de hablar con pausas. Los argumentos: “Porque el asesino de Alfredo está actualmente en un sistema de máxima seguridad en Ezeiza, porque fue declarado inimputable, o sea, que la Justicia consideró que el asesino de Alfredo era, no un psicópata como decimos nosotros, que había en reiteradas ocasiones ejercido este acto de matar y que lo hacía con intencionalidad, sino que hacía estas acciones movilizado por problemas psicológicos. Entonces lo declararon inimputable”.
Para la familia Marcenac esta declaración de la justicia fue una aberración, desde el inicio de la causa. “Se contrató a peritos de parte de la familia del asesino que fueron de algún modo ejerciendo cierta presión a los funcionarios del Estado, al Cuerpo Médico Forense y en el primero de los estudios y de las evaluaciones que se hace al asesino se define que, como no contestaba, no respondía -porque había sido la estrategia que le habían aconsejado desde la defensa- no comprendía la magnitud de sus actos. Y esa primera evaluación tiñó todas las otras evaluaciones que subsiguieron”, aseguraron.
A partir de esto, empezando a conocer la oscura verdad de la Justicia, realizaron el reclamo ante el cuerpo médico oficial. “Pero nunca tuvimos respuestas”, dicen.
El balance después de 17 años de lucha para la familia Marcenac es claro: la institución que peor funciona en Argentina es el Poder Judicial. La falta de respuesta adecuada, la demora en la toma de decisiones y la libertad con la que se manejan ciertos aspectos son evidentes en las noticias diarias. Por eso, consideran que se necesita una profunda transformación en el Poder Judicial, no solo cambiar las leyes, sino también el accionar de aquellos encargados de impartir justicia.
Además, han trabajado para que el Estado se haga responsable de mantener al asesino de Alfredo fuera de circulación. No se trata de un acto de venganza, sino de una convicción de que si se le permite salir, volverá a matar. Este es el reclamo que han realizado durante muchos años.
En cuanto a la formación de la Asociación Civil Alfredo Marcenac, esta pareja conformada por una profesora y un comerciante, junto con sus hijos y un grupo de activistas de Necochea, se unieron para crear la asociación. Los objetivos fueron promover el desarme en la sociedad y generar conciencia sobre las consecuencias de la violencia armada. Durante aquellos años, también se enfrentaron a debates políticos y mediáticos sobre la reducción de la edad de imputabilidad y la aplicación de medidas más severas. Sin embargo, consideraron que el problema radica en cómo los jueces y el sistema judicial tratan a los jóvenes cuando cometen delitos. Señalaron la importancia de una reforma y transformación tanto en el sistema judicial como en el estilo de vida, para evitar que los jóvenes se conviertan en criminales.
Como ejemplo, la familia Marcenac también destaca que detrás del asesino de Alfredo hay una familia que no contribuyó a detenerlo, sino que lo estimuló a usar armas y le enseñó a disparar. Consideran que como sociedad hay muchas cosas que deben ser revisadas, y que no se limitan únicamente a la edad de imputabilidad de quienes cometen delitos graves.
Educación y desarme
Poco después de la muerte de Alfredo, se aprobó una ley en Argentina para promover el desarme en la sociedad civil. Según Mónica, esta fue una experiencia prácticamente inédita que había ocurrido en muy pocos países. El objetivo era debatir si el uso de armas de fuego en los hogares resuelve problemas o los complica.
La ley promovió un programa de entrega voluntaria de armas de fuego. Mónica explicó que algunas personas que tenían un arma de fuego en sus casas y no querían tenerla porque consideraban que representaba un peligro de accidentes y muerte para sus familiares también pudieron entregarlas. Aquellos que deseean entregar un arma pueden llevarla a la Agencia Nacional de Materiales Controlados -ANMaC o a cualquier agencia oficial del Estado en todo el país. Allí, se recibe el arma y se le anula su capacidad de disparo con una prensa. Luego, se toma nota de la entrega y el arma queda en poder del Estado. Estas armas se almacenan en depósitos de la Agencia y periódicamente se lleva a cabo su destrucción. Más de 400.000 armas de fuego han sido destruidas en el país como parte de este programa.
A raíz de esta ley y sus objetivos, la Asociación comenzó a visitar instituciones educativas, un entorno natural para Mónica en su profesión como docente. Se acercaban a las escuelas y preguntaban si estaban de acuerdo con el desarme y qué opinaban sobre el problema de las armas de fuego. Su intención no era convencer a nadie, sino generar una discusión y un debate sobre el significado de un instrumento letal en la proximidad o en la vida de las personas. Mónica señala que las armas parecen estar cerca de nosotros sin implicar ningún peligro, y que se utilizan como una herramienta de poder para resolver conflictos y se piensa que así se obtendrá seguridad.
En estas charlas surgieron numerosas historias e intereses por discutir temas relacionados con las armas entre niños, niñas y jóvenes, como situaciones que habían presenciado o experimentado en sus barrios, hogares y con sus familiares. Todos estos relatos formaron parte del Programa Educativo de Concientización para el Desarme y la Educación para la Paz, llevado a cabo por la Asociación.
Mónica enfatiza que no puede haber una mayor pacificación ni una menor violencia en la sociedad si no entendemos que debemos cambiar esos criterios culturales que respaldan la tenencia de armas de fuego. Si afirmamos que necesitamos un arma para sentirnos seguros, estamos confundiendo el sentido de la seguridad ciudadana. Según Mónica, la seguridad colectiva, la seguridad en las calles y la seguridad para convivir se construyen a través de instituciones que nos provean seguridad, ya sea la Justicia o las fuerzas de seguridad como la policía. Mónica deja en claro que, aunque ellos nunca tuvieron un arma de fuego en su casa, lo importante era que su hijo estuviera seguro cuando salía a la calle.
¿Pero entonces qué pasa?
“Lo que pasa es que frente a la desesperación que tenemos como ciudadanos, porque ningún sistema de seguridad funciona, recurrimos a esos recursos, pero en realidad, esa no es la vía”, marca como hipótesis ante tanto estudio.
Así fue que como siguiente paso, Adrián, miembro de la Asociación Alfredo Marcenac, emprendió un viaje que lo llevó a recorrer 35 ciudades con un objetivo claro: concientizar sobre los riesgos que implica tener un arma de fuego en el hogar. Con espacios de discusión y un programa educativo destinado a todos los niveles educativos, la asociación se enfocó en promover la importancia de la educación como la base para la construcción de una sociedad pacífica.
En respuesta a la necesidad manifestada por los docentes, se llevaron a cabo capacitaciones para más de 700 profesionales, quienes se sumaron al compromiso de promover el desarme y la educación para la paz. En línea con su convicción de que ninguna sociedad democrática puede basarse en el uso de armas para resolver problemas, la asociación logró establecer la Diplomatura en Educación para la Paz y el Abordaje de la Conflictividad Social, que actualmente se dicta en la Universidad Nacional del Centro. “Porque entendemos que hay que comprender las dos cosas: lo que significa la violencia pero también lo que significa la paz como posibilidad de construcción colectiva. Y también mejorar las herramientas que tenemos para actuar en los conflictos”, agrega, abriendo una nueva arista de discusión.
Mónica, al finalizar la entrevista, expresó su agradecimiento y reconoció la dificultad de resumir más de 15 años de trabajo. Sin embargo, destacó que esta labor es una forma de rendir homenaje a su hijo Alfredo y a todas las víctimas de la violencia armada en el país. Además, contextualizó el debate en el ámbito político y electoral, donde los medios de comunicación suelen difundir consignas de mano dura como solución a los problemas. Mónica instó a la comunidad política en su totalidad, incluyendo legisladores, gobernantes y aquellos encargados de impartir justicia y seguridad pública, a asumir la complejidad de la situación. Resaltó que la solución no radica en ejercer más presión o fuerza, sino en desarrollar habilidades para resolver conflictos sin recurrir a la violencia. Enfatizó que la violencia como base generará más muertes y que, para evitarlo, es fundamental cambiar esa mentalidad y construir una sociedad democrática basada en la paz y la resolución pacífica de los conflictos.
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Es melómano y amiguero. También es periodista, docente, trabajador cultural y militante. Nació y se crió en Necochea y ahora hace más de 15 años que corta por diagonales.
Su vicio lo lleva a la sección Cultura de Pulso, pero también se puede mover por Política, Interés General y Derechos Humanos. Hace trabajos radiales para la cooperativa y da una mano para la cuestión de recursos, suscripciones, cocinar para todxs o lo que pinte. Su moto y su ansiedad lo llevan a ser de lxs más puntuales del emprendimiento.